Estrellas de diamante resplandecen en el cabello castaño de Isabel de Baviera, más conocida como la emperatriz Sissi. Su vestido es blanco y vaporoso, como una nube, a juego con su tez pálida de sangre azul. La mirada ausente, ignorando a los miles de visitantes que se pasean por las estancias del palacio Hofburg en Viena- hoy convertido en museo-. Triste, atormentada, la princesa adolescente se convirtió en reina errante y viajera, buscando cura para su eterna melancolía en sus viajes por Europa, huyendo de la asfixiante corte vienesa. De su Múnich natal a los olivos plateados de la isla de Corfú, su particular refugio en el Mediterráneo… Nos embarcamos en una ruta tras las huellas de Sissi, la legendaria emperatriz de Austria y reina de Hungría, que tantas novelas, series y películas ha inspirado.
Si pensamos en Sissi, el palacio Imperial de Hofburg -residencia real de los Habsburgo- junto con el palacio Schönbrunn -el Versalles vienés- vivienda estival a las afueras de la ciudad, son los principales lugares que ver en Viena en 3 días o 4 vinculados a la emperatriz. En ellos pasó gran parte de su vida siendo profundamente infeliz. Sin embargo, Budapest, las islas Jónicas en Grecia e incluso Madeira fueron algunas de sus válvulas de escape. Especialmente la pequeña Corfú: su deseo póstumo era descansar en ella. Pero, tras su asesinato, el emperador rehusó condecerle esa última extravagancia.
Cuadro de Sissi emperatriz
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Múnich, capital de Baviera.
Nochebuena de 1837. Isabel nació en el palacio familiar de los duques de Baviera, sus padres, en Múnich, la capital del entonces reino de Baviera. Aunque la mayor parte de su infancia la pasó en el palacio de Possenhofen. Un castillo medieval a orillas del lago Starnberg disfrutando de la naturaleza. Siendo la menor de muchos hermanos, su destino no era el de convertirse en emperatriz. De hecho, cuando conoció a su primo Francisco José en Innsbruck, una de las ciudades más bonitas que ver en Austria, por la diferencia de edad -11 y 18 años- el futuro emperador no reparó en ella.
No fue hasta cinco años después cuando Cupido lanzó su flecha: Isabel acompañó a su hermana mayor Elena a Bad Ischl para un encuentro concertado con el ya flamante emperador de 23 años. Pero este se enamoró al instante de Isabel y pidió su mano. La joven, aunque no lo deseaba, no tuvo más remedio que aceptar la proposición. No se puede desdeñar al emperador de Austria.
La corte de Viena.
Iglesia de los Agustinos de Viena: la boda se celebró el 24 de abril de 1854. Isabel se convirtió así en la emperatriz consorte de Austria. Ya el mismo día de la celebración Isabel tuvo un ataque de pánico: cuentan que se encerró a llorar en una habitación, superada por los acontecimientos y la presión. La noche de bodas no pudo consumar el matrimonio, lo que generó un escándalo en la corte, críticas y habladurías sobre que no estaba preparada, no era la esposa adecuada para el emperador. Esta fue la primera crisis de las muchas que sucedieron, preludio a una serie de depresiones, episodios de anorexia y bulimia y otros trastornos que marcaron una vida que nunca deseó.
palacio Schonbrünn, tras las huellas de Sissi emperatriz en Viena
Prisionera en el palacio Schonbrünn.
Sissi odiaba la rigidez de la corte. La falta de libertad y el protocolo impuesto por las convenciones donde no podía ser ella y tenía continuamente que aparentar. El ambiente de Viena era sofocante: su suegra la archiduquesa la criticaba continuamente. Tampoco encontró apoyo en las damas de compañía, mayores y conservadoras. A pesar de la devoción que le prodigaba su esposo el emperador, las obligaciones del estado no le permitían prestarle mucha atención por lo que se sentía terriblemente sola. Los ricos salones decorados con estilo rococó y los bellos jardines del palacio Shonbrünn se acabaron convirtiendo en una cárcel de oro para la emperatriz Sissi. Pronto se corrió la fama de que la emperatriz Sissi era rebelde y excéntrica. Obsesionada con su físico, seguía una dieta muy estricta, dedicaba horas al deporte, al cuidado de su piel y su cabello.
El palacio Schonbrünn en Viena
Tragedia en Budapest.
En 1857 Francisco José y Sissi viajeron a Hungría, un país al que amaba la emperatriz. Con ellos llevaron a a sus dos hijas, a pesar de la oposición de la archiduquesa Sofía, quien consideraba que Isabel no estaba preparada para criar a sus vástagos debido a su juventud y debilidad de caracter. Durante el viaje las princesas contrajeron disentería y la pequeña Sofía murió en Budapest, provocando una gran tristeza y culpabilidad en Isabel. El motivo definitivo por el que su suegra la apartaría de sus hijos.
Sin embargo, a pesar de esta tragedia la emperatriz Sissi continuó viajando a menudo a este país, pasando temporadas en el castillo de Buda y defendiendo la causa de los húngaros, lo que le sirvió para generar aún más críticas en la corte vienesa. Se dice que gracias a Isabel Hungría se mantuvo unida al Imperio: en 1867 Francisco José e Isabel fueron coronados como reyes de Hungría y se les donó el castillo de Gödöllö. Allí nació la última de sus hijas, María Valeria, a la que consideraba «su hija húngara», como ella misma la llamó.
Castillo de Buda en Budapest
La isla de Corfú, el refugio de Sissi.
Isabel sufrió una terrible depresión tras la muerte de su pequeña Sofía. Una tristeza profunda que no superó a pesar del nacimiento de su hijo Rodolfo en 1858. Viajó hasta Madeira aludiendo razones médicas, pero al regresar a Viena aún se puso peor. El médico de la corte le prescribió alejarse de palacio en un lugar plácido y soleado, cerca del mar. Fue cuando Sissi descubrió las maravillosas islas griegas. Más tarde, tras la misteriosa muerte de su hijo Rodolfo -asesinato por complot o suicido, nunca se supo- eligió como refugio la isla de Corfú, en el mar Jónico.
Sobre una colina, rodeada de cipreses y con vistas al Mediterráneo la emperatriz Sissi mandó construir el palacio de Achilleion, en honor a Aquiles, su héroe preferido. Una residencia luminosa, inspirada en el mismo palacio de Cnosos en la isla de Creta con un precioso jardín de estatuas griegas retratando los mitos clásicos. Leónidas, el legendario guerrero de la Vieja Esparta o las mismas Musas invitaban al sosiego y la sanación del espíritu en los paseos de la emperatriz. Amante de la cultura clásica, Isabel incluso llegó a aprender griego para disfrutar de los dramas y comedias en su idioma original.
Palacio de la emperatriz Sissi en Corfú
Muerte en el lago de Ginebra.
La emperatriz viajera sentía predilección por el Mediterráneo. Navegó por las islas griegas con su barco de vapor Miramar. También visitó España, Marruecos, Malta, Portugal, Egipto o Turquía. Aunque uno de sus lugares favoritos aparte de Corfú fue Cap Martín, en la Riviera francesa. Pero el fin de sus días lo encontró en Suiza, a orillas del lago Lemán: el 8 de septiembre de 1898. Cuando iba a tomar el ferry a Montreux fue atacada por un anarquista italiano, quien le clavó un estilete cerca del corazón. Tenía 60 años y desde la muerte de su hijo vestía de luto estricto, cubriendo con un velo su rostro.
Lago Lemán, Suiza
Isabel había dispuesto descansar en su amada Grecia: Corfú o Ítaca, la isla de Ulises y patria de todos los errantes. Pero el emperador se negó a cumplir su último deseo: la emperatriz Sissi fue enterrada en la cripta de los Capuchinos de Viena. La ciudad a la que nunca amó y de la que siempre huyó se convirtió en su sepultura y hogar de sus restos para siempre.
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