Ojos vivos y castaños. Piel morena tan solo revestida de unos calzoncillos y unos falsos crocs. Su mirada me taladra, curiosa. Le sonrío y esboza una tímida respuesta. Entonces me señala una pelota: quiere jugar en esta explanada de hierba, la plaza mayor de la aldea y hasta ahora centro de su universo conocido. Me presto a la petición de Kelvin, un pequeño que habita en Mogue, en la selva del Darién. Ese lugar al que me dijeron que no debía de ir: «no está preparado para el turismo», no hay nada que ver en Darién.
Contenido del artículo
Darién, el fin de la Panamericana.
¿Por qué ir a un lugar donde los panameños no van? ¿Por qué ir a Darién? «Malaria, guerrilla, narcos, selva impenetrable…» Durante años el sur de Panamá ha sido un lugar inhóspito. Un agujero en la carretera Panamericana que recorre el continente como una espina dorsal, deteniéndose en Yaviza, el fin del camino. Desde allí solo montañas y selva donde no existen los senderos, sellando la frontera con Colombia de manera permanente. Lo que se conoce como «el tapón del Darién».

Darién, al sur de Panamá. Fuente: Google.maps
La información en Internet es poco precisa. Preguntando a panameños tampoco aclaran nada: «la gente no va a Darién»… Localicé un par de agencias que ofrecían tours desde ciudad de Panamá a La Palma, la capital. Y desde allí, en bote a las aldeas de los Emberás, una de las cinco comunidades indígenas de Panamá. Emberá significa literalmente «la gente del maíz» y viven junto a los ríos ejerciendo la pesca, aunque también cazan y cultivan la tierra, de toda la colectividad. Si bien el precio de la agencia no era apto para nuestros bolsillos (400$ por persona, 3 días), decidí que si hacían tours también nosotros podíamos intentarlo por nuestra cuenta.
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Sobre viajar al Darién por libre…
¿Estábamos siendo imprudentes? La guerrilla está controlada. No íbamos a acercarnos a la frontera con Colombia ni adentrarnos solos por la selva. Para la malaria portábamos profilaxis y repelente… La verdad es que hasta entonces la ruta por Panamá había sido muy fácil, incluso demasiado. No creo que fuera temeridad: nos apetecía algo virgen, un poco de aventura… Cierto que Darién no aparece en las guías, no es un lugar turístico. Pero no solo es la casa de los Emberás; también es el segundo pulmón del mundo tras el Amazonas, Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biósfera por la diversidad de su flora y fauna, entre la que se encuentra el águila arpía, ave nacional de Panamá. Por lo tanto, aunque se diga lo contrario, creo que sí que hay cosas que ver en Darién y merece la pena ir hasta allí.
El Darién no es turístico… Pero queremos ir.
Con esa determinación nos plantamos en Albrook, la terminal de autobuses de ciudad de Panamá, a las 6 y media de la mañana. El pasaje que habíamos adquirido el día anterior tras llegar de Santa Catalina nos quemaba en las manos de pura emoción. Ni las risas de las chicas de la taquilla cuando nos lo vendieron (y nos preguntaron dos veces si estábamos seguros de que íbamos a Darién) iban a desalentarnos.
De ciudad de Panamá a La Palma, la capital de Darién.
Para llegar a Darién solo hay una carretera: la Panamericana. 9$ cuesta el billete en autobús hasta Metetí, a 236 kilómetros de la capital. Tan solo salir de ciudad de Panamá ya es una tortura con el caos del tráfico matinal. Me adormilo hasta alcanzar la puerta de Darién. Hay un cartel y un control del ejército. Tenemos que bajar y mostrar el pasaporte: ¿Dónde van? ¿Cuánto tiempo? Escriben en su libreta. Registran los macutos, las bolsas de plátanos y las mochilas. Continuamos. La carretera está en obras, con baches imposibles. Cada vez hay menos pueblos y el manto de árboles que se extiende a lado y lado se apiña, perdiéndose hasta el horizonte.
Metetí, en medio del Darién.
Siete horas después nos bajamos en Metetí. Ya casi no quedan pasajeros. En este viaje hemos sido los únicos extranjeros, lo que significa un blanco para la curiosidad: «ah, son de España» … «¿A qué van a La Palma?» … «No hay nada que ver en Darién» … «Vayan a Bocas del Toro y San Blas, es lo más lindo de Panamá». La estación de Metetí es una estructura abierta y descolorida. Enormes avispones revolotean en torno a las papeleras saturadas de basura.
De Metetí a Puerto Kimba.
Dos furgonetas están prontas a salir: a Yaviza, el último pueblo, y a Puerto Kimba, ¡esa es la nuestra! Ya solo queda tomar la barca a La Palma, tras otro control militar en el muelle. Un cartel con fotografías de desertores colombianos decora el muro. «¿Por qué hay tantos controles militares en Darién?». «Por la frontera, me responde el militar más joven. Pero hace mucho que no hay problemas con la guerrilla, no tiene nada que temer».
La Palma se encuentra a orillas del Pacífico, en el estuario del gran Turia, el río más caudaloso de Panamá, de aguas profundas y color chocolate. La espuma salpica mis mejillas mientras nos acercamos a las casas coloridas, aferradas a la colina. En un primer fogonazo me recuerda a las favelas de Río de Janeiro. Me revuelvo inquieta sin formular la pregunta que me persigue todo el camino: ¿encontraremos alojamiento? ¿Hemos hecho bien en venir a Darién?
La Palma, alojamiento en el Biaquirú.
Desembarcamos. Apenas quedan un par de horas de luz. Nos indican dónde está el único hotel: el Biaquirú. Su dueña es una maestra jubilada que también regenta la tienda de ultramarinos situada en el piso de abajo. Conseguimos una habitación por 25$ la noche con baño privado y aire acondicionado. Desde la terraza se visualiza toda la bahía, donde se sumergen los pelícanos pescadores. Incluso me logro conectar a una señal wifi… ¿No era tan poco desarrollado Darién?
Escasamente comunicada, La Palma es una isla en medio de la selva cuya única conexión con el resto de civilización es por el agua. Sus habitantes hablan de forma pausada: no tienen prisa por llegar a ningún lado. Lo que más me llama la atención es la abundancia de murales con mensajes directos a sacudir las conciencias. Realmente, en La Palma las paredes hablan…
Qué ver en Darién: excursión de La Palma a Mogue.
La primera parte, llegar a La Palma, estaba resuelta. Ahora toca averiguar cómo ir hasta una aldea Emberá: Puerto Indio, Sambú o Mogué son algunos de los poblados de Darién. Indagamos en el mismo muelle, donde nos había dejado la barca una hora antes. La caseta que vende los pasajes está a punto de cerrar y la joven niega con la cabeza: no, no hay barcos que zarpen allá. Tenemos que buscar a alguien que quiera llevarnos. «Ellos vienen, a veces, los martes y viernes». Enfatiza lo de «ellos», dejando bien claro que son «diferentes».
A continuación preguntamos a nuestra anfitriona, la maestra, quien encuentra solución: podemos ir a Mogue, la aldea Emberá más cercana a unas dos horas en barco con Kevin, un pescador de 24 años hijo de la que señora que limpia el hotel. Por 60$ cada uno estará a nuestra disposición todo el día siguiente, saliendo a las 9 de la mañana y regresando al atardecer. Aceptamos: ¡esta es la aventura que veníamos buscando!
Los fuertes españoles del Pacífico.
El día amanece nublado y con impaciencia esperamos a Kevin, que se retrasa. Nos explica el motivo mientras subimos a su barcaza de madera: la marea aún está baja y va a tardar en subir. Para acceder a Mogue hay que bordear el estuario y remontar río arriba, cosa que solo se puede hacer con marea alta so pena de encallar en el lodo. Comenzamos la travesía con una parada: en un solitario saliente donde se encuentra uno de los fuertes españoles del S.XVIII. Llegar hasta sus ruinas es una lucha con la selva: perece en el olvido siendo sus piedras pasto de la la vegetación.
Algo decepcionada por el lamentable estado continuamos río arriba. Las orillas se estrechan cada vez más en manglares de tupida selva. De repente no podemos avanzar: Kevin tenía razón, la marea está demasiado baja y el motor se atasca. Toca remar e incluso bajarse para empujar la barca con el agua hasta las rodillas…
Mogue, la aldea de los Emberás.
El esfuerzo merece la pena: ahí está la entrada a Mogue. Nos apeamos hundiendo las botas en el barro y seguimos a Kevin, nuestro barquero y guía, quien porta un tambor. Ha aprovechado el viaje para traer un encargo a la escuela, donde trabaja su hermana de maestra.
El sendero que conduce a Mogue entre altos árboles, pájaros y mariposas parece conducir al corazón mismo de la jungla. Nos cruzamos con algunas gallinas y cerdos domésticos que campan a sus anchas. Ni rastro de su gente… Me siento nerviosa ante esta excursión improvisada: ¿qué les parecerá a los Emberás que nos presentemos por sorpresa aquí, dos europeos? ¿Les molestará que vengamos a verlos como si fueran algo exótico, unos bichos raros? ¿Saco o no mi cámara de fotos?
Bienvenidos a Mogue.
Mogue es una aldea de casas esparcidas en torno a una gran explanada de hierba, alrededor de la que se ubican los edificios principales: un consultorio médico, la casa comunal y la escuela. Hay una cabina de teléfonos y un cepo «para los que se porten mal». «¿Y qué hacen los que se portan mal, exactamente?». «Pelearse o robar una gallina», me responde Kevin.
Por fin se acercan varios Emberás y saludan a nuestro guía. Nos presenta y acude Gabriel, el gobernante. Nos explica que no hay problema por visitar la aldea aunque como extranjeros tenemos que pagar una tasa de 10$. ¿Puedo sacar fotos? Puedo. Hasta podemos quedarnos a dormir por 5$ más, nos preparían la casa comunal. Pero como no lo sabíamos ya hemos reservado la noche en el Biaquirú. Gabriel es muy amable y me relajo. Tan solo se lamenta de que no hubiéramos avisado: «las mujeres se hubieran preparado y bailado para ustedes». No importa, le digo. La verdad es prefiero ver cómo viven los Emberás su día a día y no un show para turistas.
Con el beneplácito del gobernante exploramos Mogue a nuestro gusto: una tiendecita donde compramos un refresco, las aulas de la escuela vacías: ya terminó la clase. Los niños juegan a la pelota. Conocen al Barça y al Madrid; unos son fans de Ronaldo y otros de Messi. Kelvin, que no es otro que el hijo de nuestro guía, no se despega de nuestra sombra. El médico del consultorio cuenta con orgullo que ya nadie enferma de malaria, aunque hacen controles a la población cada dos meses.
La casa de la tía de Kevin.
Hora de almorzar y en la austera casa de la tía de Kevin, cuyo mobiliario consta de un hornillo, dos sillas y dos hamacas, nos invitan a arroz con frijoles y pescado. Su tía teje la chaquira, tradición ancestral indígena con la que se engalanan. Durante la comida entablo una larga conversación con la hermana de Kevin, la maestra. Tiene 26 años y le encanta vivir en Darién, respirando aire puro. Pero nunca ha salido de Panamá y le gustaría conocer Europa. Me hace preguntas sobre cómo es vivir «allá en Madrid»… Y yo de su vida en Mogue. «¿Vienen muchos turistas?». «Sí, hace dos meses llegó un crucero con diez o quince. Y el año pasado dos chicos españoles que eran profesores y visitaron también la escuela». Su respuesta me desconcierta. Somos de dos universos paralelos, extraños… Que hoy han confluido aquí, en el que a mí se me antoja uno de los lugares más remotos de la Tierra.
De vuelta a La Palma…
La tarde se nos echa encima. Comienza una lluvia fina que indica la hora de regresar a La Palma. Me voy feliz de Mogue, con la maravillosa experiencia de haber conocido a la familia de Kevin. Una botella de Cocacola flota en el río a modo de despedida, símbolo de una globalización que también ha terminado por alcanzar esta distante aldea de los Emberás en Darién. Allí donde no debería de haber ido… Porque no hay nada que ver en Darién.
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Antonio Garcia
Hola
Me a gustado mucho leer tu travesía por Darien.
Fascinante como me gustaría poder hacer algo así.
Yo e estado varias veces en Panamá, pero por trabajo e visitado cuanto pude, ya que contaba con poco tiempo.
Una travesía alucinante, la vuestra
Saludos
cosmopolilla
Muchas gracias, fue un viaje muy chulo y mereció la pena, volvería sin dudarlo así que ¡anímate!
haizea
Hola! Nos ha encantado tu post!! estabamos dudosos de ir a Darien por el miedo de que nadie va y por si no sabriamos llegar… y nos has animado!!! muchas gracias por compartir tu experiencia con el resto del mundo! En que año fuisteis?? nosotros vamos el 12 oct a Panamá! Espero que nos salga tan bien como a vosotros! un saludo!!
cosmopolilla
Hola, fui justo hace ahora 2 años y como cuento todo fue muy bien, yo no lo percibí como un lugar peligroso y si podéis visitar alguna aldea emberá os lo recomiendo mucho, el Darién es el gran desconocido y la Panamá más auténtica. Saludos
Miguel pineda
Es emocionante encontrar tanta información cuando te gusta tanto conocer lugares diferentes cada vez que puedes muchas gracias
cosmopolilla
Muchas gracias por tu comentario 🙂 un saludo