Es una mañana de domingo en Asturias, de esas que huele a mar y a lluvia, aunque con optimismo los locales no dejen de decir «parece que va a abrir». Después de un intenso fin de semana disfrutando de la ciudad atlántica, de sus costumbres y gastronomía como es Gijón apetece un poco de naturaleza. Y la verdad, no hay que alejarse mucho del centro urbano para encontrarla: a media hora en autobús se localiza el Jardín Botánico de Gijón.
Gijón es una de mis ciudades favoritas de España, una visita clásica que no puede faltar en una ruta por Asturias en coche.
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Visita al Jardín Botánico de Gijón.
Un total de 25 héctareas de bosque se despliega en los márgenes de la ciudad, con más de 30.000 plantas de 2.500 especies diferentes. Un museo vegetal por el que perderse entre sus senderos, caminos y praderas. El hilo conductor de este parque no es otro que el océano Atlántico, recreando la vegetación que crece en los diferentes ecosistemas que lamen sus orillas.
El guía nos espera con una sonrisa para internarnos en la frondosidad, bordeando el arroyo de Peñafrancia. Sólo se escucha la canción del agua y algún pájaro madrugador. Paz y tranquilidad absoluta.
El Jardín Botánico es una auténtica selva, que se divide en cuatro áreas: el Entorno Cantábrico, la Factoría vegetal, el Jardín de la Isla y el Itinerario Atlántico. ¿Nos adentramos por sus senderos?
Comenzamos por lo autóctono. El Entorno Cantábrico se localiza en torno a la Quintana de Rionda, un caserío rural tradicional asturiano, donde no puede faltar la casa, la cuadra para los animales, el molino para moler el grano, el llagar donde se elabora la sidra y la panera, lugar de almacenaje de los alimentos en alto, para evitar a los roedores.
La diversidad forestal del Cantábrico se muestra en sus diversos arbustos, matas y árboles como fresnos, arces, olmos, tilos o carrascales. La estrella es el roble o carbayo, árbol sagrado desde tiempos ancestrales, cuando estas costas eran habitadas por los celtas.
Las hojas de los árboles nos cubren en un techo verde y fresco. Las flores salpicadas de gotas de lluvia matinal se abren tímidas: parece que aquí llega más tarde la primavera. El musgo cubre las piedras como un manto verde. Los olores y colores del Jardín Atlántico impregnan mis sentidos…
Seguimos caminando mientras el guía nos cuenta curiosidades y propiedades -curativas o mortales- de las plantas que nos rodean. Me imagino a más de un druida preparando sus pócimas…
Bayas del acebo: tan bonitas como peligrosas.
Del bosque a la Factoría vegetal, un paseo didáctico entre los usos de las plantas para los humanos: estas sí son comestibles. Huertas y jardines con cultivos de frutales del Viejo y Nuevo Mundo . El Itinerario Atlántico se completa con un viaje a los bosques boreales del norte de Europa sin salir de Gijón: ejemplares de abeto rojo, pino albar o abedules de montaña. Como próximo proyecto: completarlo con árboles de la otra orilla atlántica, la del continente americano.
Nuestros pies nos conducen a los Jardines de la Isla, la parte más antigua del Botánico. Sólo entrar y ya me he trasladado al Romanticismo, en concreto a 1870, cuando fueron trazados por el industrial gijonés Florencio Valdés. Estanques y grutas, puentes, estatuas y bancos, entre los que florecen las camelias o pequeños arbustos japoneses, con el único objetivo de ser un placer visual y oloroso para el recreo de la familia del burgués; hoy de todos los visitantes.
La Universidad Laboral de Gijón.
Con los pies cansados es hora de tomar un descanso y comer en la Universidad Laboral de Gijón, justo enfrente del Jardín. Con un estilo neoclásico, inspirado en el Partenón de Atenas, el majestuoso edificio es imponente: se trata de la obra arquitectónica más importante realizada en el S. XX en Asturias.
Un menú a base de fabes y cachopín típicamente asturiano me hace recobrar las fuerzas para subir a su torre (la verdad es que hay ascensor). Con sus 137 metros de altura es el edificio más alto de Asturias y desde su mirador se obtiene una espléndida panorámica de Gijón y alrededores, con el azul Cantábrico de fondo.
¡Al final abrió!
Un viaje sostenible.
Tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol… Qué mejor manera de terminar un día completo de naturaleza en Gijón que compensando la huella de carbono dejada en el viaje. Nos sumamos al proyecto de Crear bosques plantado un pequeño carbayo, al que espero poder ir a ver muy pronto.
Sigue viajando por Asturias en el blog:
Llanes de cine, escenarios de película en el oriente asturiano
Más información en la web del Jardín Botánico de Gijón: botanicogijon.es.
Gracias a Gijón con calidad por la invitación al blogtrip #Gijónsostenible16
Carmen
Bonito recorrido por el botánico y sus alrededores. Me alegro que hayas disfrutado en mi tierra y me alegro que al final abriese 😉
Un abrazo
Carmen
cosmopolilla
Sí, mira que lo decían, que iba a abrir ¡y fue verdad! Qué bonita es Asturias, es siempre un placer ir.
Un abrazo
Cristina
Si veo las primeras fotos y no nos cuentas que estás en un jardín hubiera creído que estabas en el campo, en un bosque, en la montaña cántabra… Me alegra que al final, el cielo abriese. Un abrazo
cosmopolilla
Muchas gracias, Cris.
Lilián
Patri.. me encantó este recorrido, gracias por compartirlo. El lugar se hizo aún más bello porque lograste transmitir la alegría de estar caminando en ese jardín de cuento. Lo mejor de todo es saber que allí plantaste un árbol, genial idea! Ojalà que vuelvas por esos lados y que lo veas crecido. Si voy por allì te preguntarè exactamente donde lo plantaste, para conocerlo.
Un abrazo.
Lilián
cosmopolilla
Muchas gracias, Lilián. Me alegro de que te haya gustado. Qué ganas tengo de ir a ver mi pequeño carbayo. Ojalá dentro de muchos años pueda ver un árbol alto y fuerte 🙂
Un abrazo