«¿Quién de vosotros ha hecho surf antes?» Alzo la mano titubeante, recordando aquella mañana de verano en las playas de Tamarindo, Costa Rica, hace ya cinco años. Novata del todo no, pero casi. El monitor sonríe y nos divide en grupos. El gran patio de la escuela de surf en Galicia Art Surf Camp, a la que hemos venido a pasar un fin de semana entre olas, es una fiesta. Bajo un sol espléndido nos ajustamos neoprenos, repartimos crema solar y frases de entusiasmo. La playa larga y dorada de Razo espera abajo con su mar azul intenso, enmarcada en las bellas montañas verdes de la Costa da Morte. Uno de los paisajes más bonitos que descubrir en una ruta por Galicia. ¡La jornada promete!

Escuela de surf en Galicia

Cabalgando las olas, escuela de surf en Galicia Art Surf Camp. 

«No puedo volar pero sí hacer surf».

En Galicia, o Galifornia, como la llaman entre risas, el surf es una pasión. Un deporte que comenzó a popularizarse a finales de los sesenta, en plena Dictadura, en todo el norte español por jóvenes que entonces fueron tachados de «locos». Hoy las costas gallegas, confluencia del Atlántico y el mar Cantábrico, son un entorno ideal para practicarlo, con playas más tranquilas para principiantes y olas guerreras en las de océano abierto.

Costa da Morte, escuela de surf en Galicia, Art Surf Camp

Situada a 45 km al sur de A Coruña e inaugurada en 2005 y , Art Surf Camp es una de las mejores escuelas de España para iniciarse en este deporte acuático, en la que además se puede probar con el body board, paddle surf, skate o voley playa. La diversión está asegurada y es la palabra que podría definir mi estancia de tres días en la escuela, rodeada de amigos con la sensación de estar reviviendo aquellos felices años de los campamentos estudiantiles. Y es que a la escuela no le falta detalle: habitaciones, cafetería, comedor, terraza en la que relajarse tras una dura jornada surfera… ¡A escasos metros de la playa!

Escuela de surf en Galicia Art Surf Camp

Mi experiencia haciendo surf en Galicia.

Tras dormir con el rumor del mar de fondo, cual nana arrulladora, el día amanece soleado en Razo. Ya hay gente madrugadora paseando por la arena, con perro y sin él. No puedo evitar sentir un pellizco de envidia de los que viven en el paraíso y disfrutan de esta libertad junto a la inmensidad del océano cada día de su vida.

Playa de Razo, Escuela de Surf en Galicia

Tras desayunar toca prepararse para subirse a la tabla, ¡o al menos intentarlo! Enfundarse el neopreno no es tarea fácil, pero necesaria: el agua de Galicia está muy fría en primavera, y así se quejarán mis pies en los primeros minutos. Luego, no sé si por aclimatación o emoción, esa sensación se olvida. Calentamos bajo un sol más que agradable para esta época del año. Los monitores nos explican los pasos a seguir. Parece fácil en la arena. Veremos una vez en el agua…

¡Vamos a surfear!
Escuela de surf en Galicia

El surf no es peligroso. Es cierto que impone a quien nunca lo ha practicado, pero la verdad es que todos esos miedos a priori: ¿moriré ahogada? ¿Me romperé algún hueso? ¿Me rebanaré la cabeza con la tabla? Son un riesgo bastante improbable. Diego, el monitor, nos ayuda a colocarnos con grandes dotes de pericia y paciencia. Nos anima, nos señala la ola que es buena. Me asombra cómo saben leer el mar, interpretar este lenguaje de la espuma para volar sobre ellas…

Art surf camp, Galicia
Arriba, arriba…

¿Cogiste la ola? Rema, rema con fuerza. Rodilla, un pie adelante, un impulso y… ¡Arriba! Aunque parezca increíble, la mayoría de los novatos conseguimos ponernos de pie en la tabla entre el primer y el segundo día. Deslizarnos por hasta la orilla con un grito de júbilo: eso es lo que te hace volver al agua. Aunque las siguientes veces lo más probable es caerse, que te arrastre la ola y acabar haciendo «la lavadora»… Sí, para mí hacer surf es volver a mi infancia jugando en la playa. Nadie se lesionó ni sufrió daño alguno. ¿No es motivo suficiente para, al menos, querer probarlo?

Surf en Razo, Coruña

Entorno de Razo, mucho más que surf.

Las mañanas en remojo ¿y las tardes? Para quien quiera, también. Yo, ya que estoy en una zona desconocida de Galicia y lo que me gusta patear, con la excusa de no darme la gran paliza haciendo surf y no morir de agujetas al día siguiente, aprovecho para explorar los alrededores de Razo. La Costa da Morte es dueña de una belleza infinita. Y si no lo crees, echa un vistazo a este artículo que escribí sobre Finisterre, el fin del mundo en Galicia.

Razo, A Coruña

Ruta dos Pinos no mar.

Al final de Razo arranca un sendero al bosque que sube y baja la montaña, discurriendo entre pinares, prados de vacas y ovejas, campos amarillos con el azul del mar de fondo. En la Punta Chan de Razo el monte se precipita en un paraje salvaje y solitario, entre el verde y el mar.

Campos de toxos, Razo, Galicia
Costa da Morte, Galicia

Carballo, feria de marisco y taller de tablas de surf.

A quince kilómetros de Razo se ubica la capital del concello, Carballo. Una visita al taller de tablas de surf regentado por dos de los monitores, Sergio y Diego, nos permite acercarnos a este mundo que es un arte del diseño, la pintura y la ergonomía. Entre bastidores se descubre todo el proceso creativo en el que una tabla artesana nace hasta que coge la forma definitiva dispuesta a surcar los mares y vencer a las olas.

Carballo, taller de tablas de surf

El centro de Carballo es una amalgama de viviendas con coloridas paredes, decoradas de arte urbano. Está animado y concurrido, sobre todo si es domingo y hay feria de marisco. Que corra el pulpo y las zamburiñas, acompañadas de un albariño. Porque no puedo dejar de venir a Galicia y degustar su exquisita gastronomía con sabor a mar.

Zamburiñas a la plancha, Carballo

Muiños de Verdes, verxel de Bergantiños.

Seguimos de ruta. A unos diez kilómetros al oeste de Carballo localizamos uno de esos entornos naturales e idílicos en los que se podría gastar un día entero. Las caídas de agua del río Anllons es música para los oídos, además de un importante hábitat para la fauna y flora atlántica. En su margen se construyeron unos molinos harineros. Puentes de madera y piedra unen pequeñas islas bajo un bosque de robles que nos transporta a un cuento de hadas: así es el Refugio de Verdes.

Muiños de Verdes
Muiños de Verdes

Muiños da Ribeira, Malpica.

De los molinos del bosque a los molinos del mar. Hay muchas cruces de piedra mirando al Atlántico en la Costa da Morte en recuerdo de aquellos que perdieron su vida en el océano. Esta se instaló en memoria del trágico naufragio de la lancha «David» el 8 de julio de 1899, en el que murieron ahogados el patrón y sus tres hijos. Siguiendo la senda cuesta abajo se localizan cinco molinos cuadrados de manpostería en los márgenes de un arroyo que desemboca en el mar. Otro de esos paisajes gallegos arrebatadores, en los que se siente la bravura del océano.

Cruz de piedra, Malpica
Muiños de Malpica

Atardecer en Punta Nariga.

Un paraje lunar en medio de Galicia. Así me lo parece este acantilado irregular esculpido con formas de fantasía que desafían a la imaginación: parece que por algún sortilegio se tratara de animales que fueron convertidos en piedra. El sol poniente desciende despacio, proyectando sus últimos rayos sobre el faro con forma de barco, construido en 1998. Por aquí transcurre una ruta conocida como «Camiño dos Faros», que serpea por la Costa da Morte hasta Fisterra, en el confín mismo del mundo.

Faro de Punta Nariga
Juguemos… ¿Qué animal ves?
Rocas de Punta Nariga

¡Los atardeceres en Galicia son para morir de amor!

Atardecer en Punta Nariga
Esta fue mi experiencia Art Surf Camp ¿te atreves a volar sobre el mar?

Agradecimientos: gracias a Art Surf Camp en Galicia por la invitación al blogtrip #GanasdeArtSurfCamp en abril de 2017. Todo lo que he escrito está basado en mi propia experiencia.

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Publicado por cosmopolilla

La vida es el arte de lo imposible. Licenciada en Comunicación Audiovisual, mi pasión es viajar. Desde 2013 lo cuento en mi blog.

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7 comentarios

  1. Este post me viene al pelo. Este domingo probaré a hacer surf por primera vez. No lo haré en Galicia sino en New Jersey, donde supongo que el agua también estará fría y además le sumo el miedo de que un tiburón me muerda, aunque espero que eso sean cosas que solo pasan en los vigilantes de la playa hehe. Me encanta el post y las fotos 🙂

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