Si pienso en Jaén lo primero que me viene a la mente inevitablemente es ese mar de olivos que se pierde en el infinito, verde que te quiero verde, que contemplo cada vez que regreso a mi casa desde Madrid. Así que grande fue mi sorpresa cuando leí el siguiente dato: Jaén es la provincia de España con mayor número de castillos en su territorio.
Para entender ésto hay que viajar atrás varios cientos de años en el tiempo. A la oscuridad de la Alta Edad Media y sus batallas de caballeros con espadas y sables de media luna: durante siglos Jaén fue territorio de frontera entre cristianos y andalusíes, por lo que no es nada extraño que aún hoy se alcen torres de piedra sobre cada saliente rocoso y atalaya. Torres vigías para contener al enemigo y dar la voz de alarma. Ciudades amuralladas para proteger a sus vecinos. Castillos de reyes que perdieron la partida de ajedrez y tuvieron que marcharse para siempre.
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Ruta por los castillos de Jaén.
En una escapada de fin de semana he podido adentrarme al interior de tres de estos castillos jienenses, conocer estos muros antiguos y un poco de su historia. ¿Estás listo para un viaje en el tiempo?
Fortaleza de la Mota en Alcalá la Real.
Al borde de la línea irregular que separa la provincia de Jaén con la de Granada se sitúa Alcalá la Real, pueblo blanco y andaluz. La historia de Alcalá es la historia de la vida en la frontera, una vida siempre alerta, como el último linde con Al-Andalus antes de que cayera definitivamente el Reino Nazarí de Granada. Su propio nombre ya lo indica: «sitio fortificado».
La vieja ciudad medieval se fundó en el siglo VIII sobre un altozano, apenas dos años después de que los musulmanes cruzaran el mar y conquistaran casi toda la península. Estos muros han sido testigos de las escaramuzas de moros y cristianos desde que los reyes del norte comenzaron a presionar hacia el sur, aunque no fue hasta Alfonso XI que esta tierra cambió de bando, tras el asedio y conquista de la ciudad.
Leyenda de la mora Cava: la conquista de la fortaleza.
Es hora de penetrar entre sus muros, pero no por la entrada principal como lo hicieran sus primeros fundadores, si no por los pasadizos secretos que cavaron los invasores, a las órdenes del rey cristiano, fruto de una estrategia con la que ganó la guerra. Cuentan las crónicas que Alfonso XI sitió la ciudad durante 8 meses, sin conseguir que se rindieran. Frustrado, capturó a un cabrero musulmán que les reveló que la ciudad se mantenía gracias a un aljibe secreto. Trazaron estos túneles hasta conseguir hallar el aljibe oculto tras una torre, y envenenando sus aguas con animales muertos consiguieron que la ciudad enfermera y por lo tanto se rindiera.
A los túneles se accede por la zona de penumbra del cerro, que huele a humedad y verdor gracias a la lluvia reciente. El interior es frío y oscuro y asciende de forma irregular. Encontramos el bautizado «Aljibe de la conquista» no sin antes conocer la leyenda de la mora Cava, una joven que se enamoró del capitán de las tropas cristianas en una de las veces que bajó a buscar agua. Su padre al saber de los rumores la siguió una noche y descubrió a los amantes, lo que desató su cólera y se cobró su vida.
Visitar la Fortaleza de la Mota hoy…
En la parte superior del castillo quedan los restos de las casas de la ciudad medieval y la abadía que se construyó tras la conquista cristiana, medio derruida y abandonada tras un terremoto, incendiada por las tropas de los franceses… Una silueta hueca y fantasmal cuya última función fue la de cementerio local, lo que le ha dotado de un aura de leyendas de espíritus que aún vagan por el altozano.
Castillo de Alcaudete.
Dejamos atrás Alcalá hacia otro de los castillos de Jaén: el de Alcaudete, uno de los máximos ejemplos del poder que en la Edad Media alcanzó la Orden de Calatrava. A estos monjes guerreros el Rey Fernando III el Santo encomendó la protección de la frontera occidental del reino de Jaén frente al Reino Nazarí de Granada.
Éste es uno de los castillos mejores restaurados de España, de nuevo en una atalaya con unas vistas envidiables sobre los campos de Jaén. Nos recibe un bufón de los tiempos en los que el Conde moraba por estos enclaves, haciendo filingranas y contando chascarrillos de la vida en estos lares.
Las bodegas de vino, el patio de armas donde los monjes caballeros practicaban el tiro con arco y la defensa a golpe de espada son una muestra de cómo se vivía a este lado de la frontera, con el enemigo musulmán siempre acechando. En las habitaciones del Conde nos encontramos con la recreación de una escena doméstica: sus criadas en plena faena, mientras comentan los rumores del castillo a viva voz.
Castillo de Santa Catalina, Jaén.
La capital de la provincia también ostenta sobre la roca viva del cerro una fortaleza destinada a la protección del reino. Por un camino de pinos salpicado de flores primaverales llego a la cumbre, a sus puertas medievales a 820 metros de altitud, donde el aire es más frío que en la pequeña ciudad de Jaén.
Se dice que el propio Aníbal fundó sobre este cerro una importante fortaleza, para proteger su asentamiento cartaginés, que después ocuparían los romanos. Pero la verdadera alma de este castillo se edifica en el S.VIII, en la época islámica, lo que sería el llamado Alcázar Viejo. Y fue un tataranieto quien lo perdió: el rey moro Al-Ahmar, a manos de Fernando III el Santo, quien en un sueño premonitorio vio a Santa Catalina haciéndole entrega de una llave: la de la ciudad de Jaén. Lo que hoy se contempla es prácticamente todo cristiano, reformas realizadas en el S.XV por el Condestable de Castilla Miguel Lucas de Iranzo, muy cercano a los Reyes Católicos y quien finalizó la Torre del Homenaje. En sus sobrias dependencias aún permanece la presencia de este importante personaje y de su esposa, íntima amiga de la reina Isabel.
Penetramos a las profundidades de las mazmorras que hablan de otra época, unos cuantos siglos más adelante: la de la invasión napoleónica. En una de las celdas un prisionero aún cumple la condena de la resistencia. Al marchar los franceses dejaron un rastro de sangre y pólvora, haciendo explosionar el castillo. A la vuelta, la Cruz Blanca marca el punto topográfico más alto de la ciudad. Según la tradición se eleva en el punto en el que Fernando III el Santo la colocó al conquistar la fortaleza. Sin duda el castillo de Santa Catalina es el mejor mirador de Jaén.
Toma nota: la ruta de los Castillos y las Batallas por la provincia de Jaén es uno de esos imprescindibles que ver en Andalucía a la hora de planificar un itinerario por el sur de España.
Leyendas populares de Jaén…
También lugar de leyenda de amores entre moros y cristianos, convertido en romance tradicional que aún recuerdo tararear en la infancia: el de las tres morillas de Jaén: Aixa, Fátima y Marién. Las tres hijas de Solimán, al mando del castillo de Jaén, que se enamoraron de un emisario del rey cristiano Fernando III. Pero esta historia tuvo final feliz acabando una de ellas, Aixa, desposada con el caballero gracias al consentimiento paterno, tras ser bautizada.
«Tres moritas me enamoran en Jaén: Axa, Fátima y Marién…»
Y así me despido de este fin de semana entre castillos y batallas, con el mejor sabor de boca posible: el de un delicioso almuerzo en el Parador, anexado a la fortaleza.
- Gracias a Turismo de Jaén por la invitación al blogtrip #ViveCastillosyBatallas
Andrés
Ahí faltan fortalezas Como el castillo de la Espinareda, y sin contar Torres vigia y amurallamientos
cosmopolilla
Gracias, Andrés, en ningún momento hablo de que estas son todas las fortalezas que tiene la provincia de Jaén. Me las anoto para la próxima vez que baje al sur. Saludos