Querida Lisboa, mea culpa. He tardado demasiado en volver a tu vera. Quizá para tu entidad de ciudad milenaria hija de Ulises haya sido un suspiro. Para una vida humana, una década puede resultar determinante. Los años te han sentado bien; mejor que a mí, me temo. Conservas intacto tu encanto, tal y como lo recuerdo en aquellas fotos analógicas que perdí: tus cuestas y miradores al brillante río Tajo, las fachadas de azulejos, el traqueteo del viejo tranvía… Incluso, diría, te encuentro un poquito más arreglada. Empiezan a mimarte y eso te gusta. Resplandeces como tus rojos tejados al atardecer. Lisboa, he vuelto y quiero redescubrirte sin prisas. No sólo tus monumentos. También perderme por esos rincones menos conocidos, tal y como si fuera una local y no una turista.
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Qué hacer en Lisboa: redescubriendo la ciudad con «Local Stories».
Una hora de vuelo desde Madrid y ya estoy pisando la capital portuguesa. Cuento mentalmente: toda la línea rosa de metro hasta Sao Sebastiao y una más a la plaza de España. Aquí se ubica el hotel Mercure de Lisboa, el que será mi «casa» en estos días recorriendo la ciudad. Realmente, mejor que ella: una habitación con vistas al acueducto de las Aguas Libres, construido por Juan V, y una piscina en la terraza en la que refrescar los pies cansados tras subir y bajar cuestas todo el día.
Pero ahora viene lo mejor: esto no es sólo mi alojamiento en Lisboa. He venido a probar una nueva propuesta: las «Local Stories«. Una iniciativa en la que los hoteles Mercure reinventan la manera de viajar y se involucran con sus huéspedes ofreciéndoles diferentes proposiciones en el destino. Más allá de las típicas recomendaciones de las guías turísticas, se trata de descubrir la ciudad de forma más amena con secretos locales, historias poco conocidas y lugares que sólo conocen los oriundos. Suena interesante, ¿verdad?
Y es que esa es la verdadera esencia de una ciudad, su alma: explorar las pequeñas historias que la componen pedacito a pedacito, como un gran puzzle que hay que articular hasta completar ese gran todo, extraordinario y exquisito, que es Lisboa. La capital lusa no puede faltar en una ruta recorriendo todo lo que ver en Portugal.
Local Stories: una fábrica de armamento convertida en centro cultural.
La parada del tren cercanías Braço de Prata parece casi una estación fantasma: me encuentro en medio de un polígono industrial al borde del Tajo, entre naves industriales abandonadas. En cuanto callejeo un poquito veo una zona deprimida que se está reconvirtiendo. Los edificios desiertos van tomando color, transformándose en bares chics o galerías de arte. Entre todas destaca la antigua fábrica de material de guerra, Braço de Prata, un centro cultural inaugurado hace nueve años que cada mes renueva su agenda con refrescantes y alternativas propuestas.
«Todo lo que ha sido posible en la Fábrica, y todo lo que está por ser posible allí, expresa algunos conceptos fundamentales como son la soberanía, la desobediencia civil o la sostenibilidad financiera.»
Las que fueron las oficinas de la factoría hoy son doce salas mutantes para conciertos de jazz, librería – biblioteca, taller de cine o de arte, exposiciones itinerantes de artistas.. En la gran explanada exterior cubierta de graffitis se dan cita conciertos, ferias, espectáculos de acrobacias aéreas junto a su terraza bar que se prende cada día al atardecer. Un lugar ecléctico donde sumergirse en el arte fresco luso en contacto con los lisboetas.
Historias locales en Lisboa: cena en la Casa do Alentejo.
Del arte underground a una propuesta clásica, y es que todo ello convive en Lisboa: mi deliciosa «local storie» la experimento en la Casa do Alentejo. Un restaurante mítico a donde acuden los autóctonos para celebraciones o, simplemente, una cena romántica en un entorno distinguido. En la Rua das Puertas, en plena Baixa, una escalinata de piedra da acceso a un hermoso atrio árabe con fuente y macetas. La Casa do Alentejo se ubica en un antiguo palacio revestido en azulejos del SXVII. En sus salones se sirve comida rica y tradicional de esta región portuguesa: quesos alentejanos, ensalada de garbanzos y bacalao, sopa alentejana de pescado o el tradicional bacalao al horno con patatas asadas, del que nunca me canso. Una cena exquisita con un decorado inigualable con comida típica de Portugal.
Lisboa al atardecer: Miradouro da Senhora do Monte.
Una cena deliciosa y más si justo antes he disfrutado de un inspirador atardecer en el mirador más alto (y poco conocido) de Lisboa: el da Senhora do Monte. Más allá de los típicos y abarrotados de turistas como el mirador del Castillo o el de Santa Lucía, el breve paseo en cuesta que hay al final de la línea de tranvía 28 desemboca en una pequeña capilla con toda la ciudad a mis pies: el río atravesado por el Puente 25 de Abril, el castillo, el convento do Carmo, sus grandes plazas y avenidas… Todo un espectáculo con el sol poniente trazar las ondulaciones de Lisboa: sí, ahora entiendo lo de la ciudad de las Siete Colinas.
Sardinas de otra galaxia, una sabrosa exposición temporal.
«El amor por tu prójimo es sólo un mal amor por ti», sardina nietzschiana. Frases de Séneca y de Balzac. Sardinas pop, políticas o futboleras. Callejeando, investigando y preguntando por Lisboa busco mis propias historias locales. Como entender la importancia del mundo de las sardinas para Portugal en general y Lisboa en particular. Esto se me hace posible a través de una divertida (y gratuita) exposición temporal del concurso en el que participan cientos de diseñadores presentando su sardina cuya ganadora será la imagen de las fiestas de Lisboa en el año en curso. ¿Dónde? En la Fundación Millenium BCP, en la R. dos Correeiros.
Vecinos de Largo do Ribeiro en la Alfama.
El barrio con más encanto de Lisboa, de cuestas, callejones, casas destartaladas y graffitis que conducen mis pies hacia el castillo en lo más alto de la colina guarda entre sus muros las historias de sus vecinos de toda la vida, aquellos que fueron, aquellos que ya no están. Así, las paredes pintadas en tonos pastel de Largo do Ribeiro llevan impresas los rostros de Antonio o Isabel, que miran hacia su tranquila plaza donde sólo se escucha el gorgoteo de la fuente y el vuelo de las palomas.
Historias de turistas en Lisboa.
¡Claro que no hay olvidar que también soy turista! A pesar de las colas que se forman en pleno verano no puedo dejar de visitar los lugares emblemáticos de Lisboa: el castelo de San Jorge, dominando la ciudad desde hace más de ocho siglos. Un poquito más abajo se ubica la Sé, la catedral de la ciudad de estilo románico, austera y antigua. Sentarme en sus escalones y observar el trajín incesante de gente, subiendo y bajando del viejo tranvía.
Sin duda, junto a la Alfama, mi barrio favorito de Lisboa es el Barrio Alto, con sus cafeterías de estudiantes, sus tiendas de artículos de segunda mano, librerías antiguas y las tascas donde comer bacalao a precio irrisorio. Siempre acompañado de una copita de vino verde, por favor.
Mucho mejor que comer en el mercado da Ribeira Nova, esto sí que es una auténtica «turistada»: abarrotado de visitantes de todo el mundo, por su ambiente chic de mercado gourmet resulta un tanto caro. Aún así, no me puedo resistir al puesto de croquetas de sabores, ¡una delicia! Moderno y refinado, puede que sea uno de los lugares más cosmopolitas de Lisboa.
Aunque para concurrido, el barrio de Belem: es el más visitado de toda Lisboa. ¿Razones? La emblemática Torre de Belem custodiando la entrada al río desde el S.XVI, el monasterio de los Jerónimos construido para conmemorar el afortunado regreso de las Indias de Vasco de Gama (cuyo sepulcro yace en su interior) y la famosa pastelería donde elaboran los pastelitos de nata.
¿Curiosidades? A los pies del Monumento a los Descubridores encontré una tierna historia: «Un corazón para Martina». Una iniciativa solidaria donde venden corazones de hojalata a cambio de recaudar fondos para uno de verdad: el que necesita la pequeña.
Menos popular que Belem, pero no con menos encanto, es el barrio de Graça, anexo a la Alfama. De fachadas y calles decadentes, su vinculación con el Fado le va dotando de locales pequeñitos donde escuchar cantantes a capella de esta triste canción portuguesa. Callejear por sus rincones es descubrir tascas pequeñas con menú vegetariano y ambiente hippie, donde sin querer pasan las horas…
Si hay algo que me fascina de Lisboa, al igual que en otras ciudades que he visitado como Oporto, son los azulejos portugueses. De origen morisco, decoran fachadas de casas y palacios así como sus interiores. Una visita al Museo del Azulejo me permite no sólo recrearme en ellos, en sus dibujos y colores, si no conocer un poco más su interesante historia.
Subir en los míticos elevadores como el de Santa Justa. Montar en el viejo tranvía… Primero la línea roja y después la verde, terminando frente a la basílica de la Estrela, es una forma de conocer la ciudad y sus monumentos estimulante y divertida.
¿Buscando el contacto con la naturaleza en pleno Lisboa? Entonces nada mejor que recorrer La Estufa Fría y La Estufa Caliente, con la sensación de trasladarse a un jardín tropical repleto de plantas, grutas, cascadas, estanques donde nadan patos y tortugas. Entre sus senderos tranquilos es posible tomarse un descanso; por suerte no son de las atracciones turísticas más concurridas, al menos en verano.
Los días se pasan volando explorando Lisboa y llega el fin de semana. ¿Dónde tomar una copa? Elegimos un lugar muy popular: el Pensao da Amor, un antiguo burdel en la Baixa donde su pasado hace un guiño desde un sexshop o una sala con una cama redonda. Curioso de ver, anexos hay pubs con mejor música (rock) y precios. Como todo, sólo hay que preguntar a los locales… Y dejarse querer por Lisboa, que ya espera por ti.
Sigue viajando por Portugal en el blog:
Agradecimientos: muchas gracias al hotel Mercure de Lisboa, de la cadena Accor, por su invitación a conocer Lisboa a través de las Local Stories. Todas las experiencias y opiniones que he escrito en este artículo sobre qué hacer en Lisboa están basadas en mi propia experiencia.
Maruxaina Bóveda
¡Qué bonito el reencuentro con Lisboa!Nosotros estuvimos este verano de nuevo y es una ciudad en la que no dejas de descubrir rincones encantadores. No conocía los jardines de La Estufa Fría y Caliente y me parecen perfectos para desconectar así que tomo buena nota. Un abrazo e beijinhos amiga!!
cosmopolilla
Genial, amiga, Lisboa tiene mil rincones encantadores, creo que aunque fuera 100 veces siempre descubriría nuevos sitios. Un besazooo
Belén (Mis viajes y sensaciones)
A mi no me importaría volver otra vez a Lisboa. Estuve hace dos años, en nuestro caso reservamos unos apartamentos en Sintra.. Una pequeña villa de la que me enamoré. Saludos
cosmopolilla
De Sintra tengo aún pendiente escribir, a Lisboa siempre hay que volver 🙂