¿Escucháis el eco de una dulce melodía? Las notas de una flauta mágica nos recuerdan que hoy, 27 de enero, se cumplen 260 años del nacimiento de un gran genio de la música: Wolfgang Amadeus Mozart. El niño prodigio que a los cuatro años ya tocaba el violín y el clave; a los cinco componía. Juguete de divertimento de emperadores y nobles caprichosos. El envidiado por Salieri. El músico loco de destino trágico, que murió prematuramente sumido en la pobreza. El de la risa clueca de Milos Forman. El más grande. El mito. El inmortal.
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Tras las notas de Mozart recorriendo Austria.
¡Música, maestro!
Salzburgo, la ciudad de la música.
La primera parada no puede ser otra que su ciudad natal, llamada así por el impuesto que pagaban las barcazas que vadeaban el majestuoso Danubio transportando la sal. Salzburgo es pequeña y coqueta, como una princesa adolescente, elegante y presumida. Es fácil imaginarse a Sissi paseando por su empedrado embutida en trajes y pelucas. La fortaleza del S.XV preside la colina. La música de artistas itinerantes ponen banda sonora a las travesías, estrechas y animadas.
En una de esas callecitas del centro se ubica Getreidegasse, la calle del grano. Rodeada de comercios con letreros de hierro forjado, en la burguesa vivienda del número nueve nació Mozart en 1756. Las paredes que fueron testigo de sus primeros acordes al piano son hoy un museo que nos acerca al joven genio a través de sus instrumentos, documentos históricos o los utensilios más cotidianos.
En 1773 la familia se trasladó a Makartplatz, número 8. La nueva y flamante residencia es también conocida como la «Casa del maestro de danza», ya que en su salón impartía clases de baile a los nobles. En ella habitó Leopold Mozart, su padre, hasta su muerte en 1787.
Santk Gilgen, niñez a orillas de un lago.
Treinta kilómetros al sur de Salzburgo se encuentra la espléndida región de los Lagos de Austria, con pueblos que parecen litografías de un cuento de hadas. En Santk Gilgen la familia Mozart pasó algunos periodos estivales, en la magnífica casa donde nació la madre, Anna María Pertl, al borde del cristalino Wolfgangsee. Desde su ventana contemplaba el sol elevarse entre los picos de los Alpes, un paisaje tan bucólico como inspirador.
Esta casa de Sankt Gilgen sería el hogar donde se instaló su hermana Nannerl tras casarse, también pianista prodigiosa desde niña, pero injustamente relegada a un segundo plano por ser mujer. En la que fue su alcoba aún se conservan algunas de las cartas que ambos hermanos se intercambiaron, entre otros objetos.
La región de los lagos fue mi gran descubrimiento en mi ruta de 10 días recorriendo Austria en coche.
De palacio en palacio.
Me temo que el niño Mozart no dispondría de mucho tiempo para disfrutar del paraíso en Sankt Gilgen: su virtuosismo fue exhibido de palacio en palacio por las cortes de toda Europa, pasando por Praga, Viena, Versalles, Londres, Munich o Milán. Un viaje de tres años y medio encandilando a la emperatriz María Teresa o el mismo Luis XV.
Viena imperial, la ciudad de los Habsburgo.
El joven Mozart, tras una breve y triste estancia en París, donde perdió a su madre y sufrió el menosprecio de los nobles franceses, discutió en Salzburgo con su patrón el príncipe – arzobispo, lo que le impulsó a abandonar Salzburgo definitivamente e instalarse en Viena, la capital imperial como intérprete y compositor independiente. Pronto su fama se expande y se consolida como el músico más eminente de la ciudad.
«El rapto en el Serrallo», «Las bodas de Fígaro», óperas triunfales: los grandes teatros de Viena se rinden al nuevo talento. Son años felices y de ilusión, en los que la vida y la fortuna le sonríen. Mozart disfruta de un modo de vida envuelto en lujos y placeres, junto con su estrenada esposa Constanze, quien nunca fue aceptada por su padre ni su hermana.
Sin embargo, la guerra contra el turco desmoronó la prosperidad de la aristocracia austriaca. El final de la década de 1780 fue una mala época para los músicos. Ésto, sumado a la aparición de otros pianistas en escena que fueron haciendo perder el interés por Mozart, trajo padecimientos económicos a la familia, quienes tuvieron que prescindir de lujos y mudarse a un barrio más humilde en el extrarradio. Los viajes a otras zonas más ricas como Berlín o Dresden no los consiguieron mitigar.
Hoy la única residencia de las que Mozart habitó en Viena que sigue en pie, es la casa situada en la primera planta del edificio número cinco de la calle Domgasse. Si bien no se conserva ningún mueble, permite conocer una serie de datos interesantes de la vida del músico en esta ciudad: partituras, retratos o cartas donde se refleja su interés por los masones y los nuevos pensamientos revolucionarios.
Un trazo de tinta derramado sobre su Requiem sin acabar. Resuenan los ecos del coro entonando el «Lacrimosa». La muerte alcanzó en 1791 a un Mozart enfermo y cada vez más olvidado por su público. Quizá sea ésta, aunque barroca en la forma, su obra más perfecta, la más profunda y oscura. Como si intuyera su cercana muerte. Como si la escribiera para sí mismo. Sus restos fueron trasladados al cementerio de St Marx y depositados en una tumba comunitaria. Con apenas 35 años, Mozart se internó en los dominios de la Reina de la Noche para siempre.
LILIAN VIAJERA
Patri. Excelente tu recorrido. Me alegra y me emociona tu recuerdo a un gran genio de la música de nuestro mundo.
Bien merecido tu homenaje.
Gracias.
Saludos.
cosmopolilla
Gracias a ti, Lilian. Un saludo
Cristina
Una ruta muy peculiar, aún recuerdo cuando pasé por muchos de los lugares que cuentas, aunque lo siento tan lejano que casi parece parte de otra vida. Una de las cosas que me viene a la cabeza es que en uno de los museos de Salzburgo, que tenía audioguías, entre punto y punto siempre se escuchaba la música de Mozart. Añadir a la lista la casa en la qu vivió en Praga, alejada del centro y por ello no muy visitada: Villa Bertramka.
Un abrazo
cosmopolilla
Gracias, Cris. Está claro, tengo que hacer otro post ampliando con los escenarios de su paso por Praga, que tanto gustan a todos je je
un abrazo