«Mira niña, allí en lo alto ¿ves la cruz de hierro? Bajo ella están las ruinas de un viejo castillo. Un palacio que construyó un rey como regalo de novias a su cautiva, la más bonita de la Alhambra. Mujer por la que perdió la corona y el reino».
Parece que aún escucho las palabras de mi abuelo a lomos de la mula camino del secano, por los campos de olivos y naranjos de Mondújar. Atrás queda el barranco de las Ánimas, un lugar maldito que los lugareños evitan. Ahora sé que la leyenda tenía su por qué: hace años las obras de la autovía de Granada a la costa descubrieron una necrópolis de la época nazarí.
Contenido del artículo
El castillo de Soraya en Mondújar.
Hoy retorno a Mondújar, el pueblo de mis ancestros, a los senderos de la infancia. Es sorprendente que el paisaje se mantenga intacto, como un cuadro congelado en mi memoria. Las casas blancas. La encina centenaria. El agua de la alberca quieta, reflejando el cielo. La vereda sale del Cerrillo en dirección al castillejo. En la intersección destaca un cartel rojo explicativo, aunque no indica muy bien la ruta a seguir. Hay que torcer a la derecha y continuar todo recto.
La senda irregular se va estrechando y por tramos se desvanece. La verdad, creo que para quien no lo conozca puede ser un tanto difícil. Pero por suerte yo he crecido entre estas huertas. El campo de Mondújar huele a membrillo en otoño, a azahar en primavera. A finales de invierno se viste de blanco con la flor de los almendros. Dejo a un lado las cuevas que usaban los nazaríes de caballerizas y aquí el sendero se complica, atestado de aulagas puntiagudas que arañan piel y ropa sin piedad, defendiéndose de los intrusos.
Por fin llego a la cumbre de la atalaya: el castillo de Soraya. A casi 900 metros de altitud tengo el valle a mis pies. La primera impresión no es otra que desolación absoluta. La maleza y el viento frío de Sierra Nevada son los dueños ahora de estas salas de planta trapezoidal y paredes de aire, abandonadas a la soledad y la ruina. Apenas se conserva el acceso al castillo y un par de muros de mampostería. La base de una torre derrumbada. El paso del tiempo ha sido feroz e implacable.
En el exterior se dibuja el hueco de un gran aljibe en el que desemboca una acequia, destinado a proveer de agua a sus moradores. De los huertos y jardines que el historiador Don Francisco Córdoba y Peralta hablaba en sus crónicas apenas queda rastro, tan sólo unas líneas difusas. Parece que este recinto corrió con la misma maldición que su artífice, Muley Hacén, condenado al destierro.
Isabel de Solís, la cautiva de la Alhambra.
Viajemos atrás en el tiempo, imaginando que por un conjuro estas piedras recobran la lozanía y el castillo se reconstruye. ¿Quién era Soraya, la que paseaba hace quinientos años por este fortín? Una joven doncella cristiana hija del comendador de Martos, llamada Isabel de Solís. Apresada por los musulmanes, fue confinada en la Ciudad Roja, en la Torre de la Cautiva. Dicen que el rey Muley Hacén quedó prendado de su belleza y la hizo su favorita, desatando la ira de la sultana Aixa, su primera esposa y madre del heredero al trono Boabdil.
Isabel de Solís se convirtió al islam tomando el nombre de Soraya («lucero del alba») y desposó con el rey Muley Hacén. Como regalo de boda el monarca le obsequió con un castillo, un baluarte en las estribaciones de Sierra Nevada y vistas a todo el fértil valle de Lecrín, que en árabe significa «valle de la alegría». Éste sería el último refugio de los amantes, a donde se retiraron tras las intrigas palaciegas que provocaron una cruenta guerra civil y su abdicación.
En este castillo Muley Hacén cerró sus ojos para siempre, en los brazos de su amada, con una última promesa: ser enterrado en el punto más alto, donde la maldad de los hombres no pudiera alcanzarle. Desde aquí partió la comitiva al pico del Mulhacén, la más alta de las montañas de la península y que desde entonces lleva su nombre.
El destino final de Soraya se pierde en la oscuridad de la convulsa Historia que narra la caída de un reino. Diversas fuentes apuntan a que permaneció varios años con sus dos hijos en el castillo de Mondújar, contemplando las escaramuzas entre moros y cristianos. Incluso fue testigo de una gran batalla que se libró en las faldas del cerro, liderada por el Gran Capitán. Al parecer regresó con los suyos y retomó la fe cristiana, siendo acusada por uno y otro bando de renegada y traidora.
El Tesoro de Mondújar en el Museo Arqueológico de Madrid.
Mi ruta tras las huellas de Soraya me conduce hasta Madrid. Al Museo Arqueológico Nacional, donde en una vitrina se expone el Tesoro de Mondújar. Una muestra de la fina orfebrería nazarí en forma de alhajas: un precioso collar en filigrana de oro, brazaletes de plata y presillas, destinadas a adornar los cabellos. Esto es todo lo hallado en la tierra que hoy cubre el castillo de Mondújar.
La pertenencia exacta se desconoce, ya que fueron encontradas a finales del XIX, vendidas de mano en mano entre particulares hasta que las adquirió el Museo. Pero a mí me parece que tan extraordinarias joyas no podían si no estar destinadas a realzar la belleza de la cristiana y mora, reina y cautiva.
El tiempo ha borrado almenas y torreones. Pero la leyenda de Soraya perdura, inspirando a literatos e historiadores. El propio Washington Irving en sus «Cuentos de la Alhambra» la retrataba como una «femme fatal». Yo creo que sólo fue una mujer superviviente, víctima de su tiempo y la difícil época en la que le tocó vivir.
Quizá su espíritu aún siga vagando por los páramos solitarios del altozano de Mondújar, que un día fueron su reino…
«No estoy sola pues desde aquí contemplo un jardín admirable.
No vieron los ojos cosa semejante a él.»
(Poema epigráfico del Mirador de Daraxa, la Alhambra)
Sigue viajando por Granada y los lugares imprescindibles que ver en Andalucía.
jordi (milviatges)
He de reconocer que jamás había oído hablar de este enclave! Las vistas del valle de Lecrín son preciosas y estas joyas del arqueológico también. Un museo que unca he tenido la oportunidad de visitar.
cosmopolilla
Gracias, Jordi. Pues cuando vengas a Madrid tienes que visitar el Arqueológico, para mí uno de los imprescindibles junto con el Prado y el Reina Sofía. La gente se queda embobada mirando la Dama de Elche o la de Baza, los mosaicos romanos… (Yo también) y el tesoro de Mondújar queda escondidito en una esquina, pero yo lo encontré je je
Viajes y vivencias
Precioso castillo en un entorno impresionante. He pasado muchas veces cerca pero siempre con prisas, a ver si un día voy con tiempo y paro, ya veo que merece mucho la pena. Me ha gustado mucho la entrada. Un saludito 🙂
cosmopolilla
¡Muchas gracias! Sí que merece la pena parar y subir al castillo, es una buena pateada y campo a través pero una vez allí arriba te sientes sobrecogido con las vistas y el entorno, además de la historia que encierran estas piedras. Un saludo 🙂
Bo
Hola Patricia
Es la primera vez que leo sobre Soraya y su castillo y menos que era Isabel de Solís, al parecer el nombre Isabel era como muy real ¿no? y me impresiona su conexión con la Alhambra y que sea una Femme fatale para muchos historiadores.
Una leyenda que la reviviste con tu relato.
Un abrazo.
cosmopolilla
Hola Bo, es normal es una historia muy local y tampoco la conoce demasiada gente, a no ser que seas una friki de la Historia como yo je je siempre me ha apasionado la Alhambra, de jovencita leí «El manuscrito carmesí» de Gala y «Cuentos de la Alhambra» de Irving y en esos dos libros descubrí a Isabel de Solís o Soraya. Después he leído otras novelas históricas aunque nunca he encontrado mucha información sobre su Castillo, al que he subido cientos de veces desde pequeña ya que está en el pueblo de mi madre y mi abuelo justo debajo tenía fincas de olivos y almendros. Pero la verdad es que está totalmente abandonado. Lo que sí fui a «buscar» hace poco el Tesoro de Mondújar en el Arqueológico, para así cerrar el círculo.
Un abrazo y ¡gracias por leerlo!