El sol abrasa. Imposible bajar la ventanilla del coche; mejor, pon el aire. La carretera parece infinita en este mundo teñido de cobre. El cielo es tan luminoso que al mirarlo ciega la retina. Al fondo una promesa, azul y brillante. Entonces paso junto a ellas, las pitas, con sus cuellos altos y torcidos. -En realidad están muertas – me dice Jose, mi cuñado – el proceso de floración acaba con la vida de la planta. Un bosque de flores marchitas, protagonistas de este árido desierto tostado de Cabo de Gata. Paisaje del «Lejano Oeste» pero esta vez en el este, al sur de la península.

Cabo de Gata

Cabo de Gata es uno de mis destinos estrella del verano. De mis escenarios favoritos, recurrentes y preferidos que ver en Andalucía. Un lugar de cine a cuya cita no puedo fallar en cada estío. Como las cajitas de sorpresas, sigo descubriendo poco a poco sus rincones secretos, sus calas escondidas, los bares más auténticos, en los que comer un Gallo Pedro, pescado de aspecto poco agraciado y, sin embargo, sabrosísimo. Apenas se asoma el buen tiempo, comienzo a soñar con nadar en esas aguas azules, cálidas y transparentes…

Mirador de la isleta

Cabo de Gata, el paraíso almeriense.

Mapa de Cabo de Gata

Las Salinas: flamencos y migas.

Empezamos la ruta en Almería, la capital más al este de Andalucía. Digo adiós a su Alcazaba y en marcha hacia la punta del Cabo, que se perfila en el horizonte. Sugerentes montañas pardas y marrones que se adentran en el Mediterráneo. El camino va directo a su faro, ojo de luz de los marineros. Pero antes, paso junto a la laguna de las Salinas. Unas aguas protegidas en las que resalta en rosa el plumaje de los flamencos, esas aves zancudas a las que por gracia y salero pertenecen los humedales.

Las Salinas, Cabo de Gata

La iglesia de las Salinas, ahora restaurada, se alza blanca e inconfundible separada del mar por la carretera. ¿Te suena? No te extrañe: aquí se han grabado cientos de anuncios publicitarios, videoclips, y hasta obras del Séptimo Arte. Esta es una playa pedregosa y, por tanto, no muy concurrida. En la Almadraba y la Fabriquilla, aldeas de pescadores, pido una cerveza mientras preparan unos bocatas. He tenido suerte y hay tapa de migas con pescaíto frito.

Iglesia de las Salinas
 ¿Una tapita de migas?
Cerveza y migas, bar Almadraba

El arrecife de las Sirenas.

La carretera asciende hasta el faro, en el vértice del Cabo. A sus pies, las aristas puntiagudas del arrecife de las Sirenas, dispuestas a confundir a los navegantes. Aquí hay decenas de calitas minúsculas, algunas sólo para valientes: ¿preparados para caminar bajo el sol y descender por los senderos? Si eres amante del snorkel hay premio: herreras, palometas, sargos, estrellas de mar, rayas, mantas y hasta algún pulpo que, enfadado, lanza tinta. Y es que estos fondos marinos son, por su riqueza, Parque Natural.

Arrecife de las Sirenas

San José: la puerta de Mónsul. 

Ahora toca volver atrás, atravesar el desierto por su interior hasta el otro lado. Hay quien dice que no le resulta atractivo este paisaje baldío. Sin embargo, a mí me seduce la belleza mística de los espacios desolados, como los valles de lava de Lanzarote, o las áureas dunas del desierto de Merzouga. Tras un buen trecho de extensión yerma aparece al fondo San José, pueblo blanco y concurrido, quizá demasiado en periodo vacacional.

San José

Al sur de San José se localizan dos joyas de playas, a las que hay que llegar bien temprano pues el parking está restringido: la de los Genoveses, amplia y en la que se agradece la sombra de los eucaliptos, y Mónsul, una de mis playas favoritas del mundo. Con sus rocas de siluetas lunares, sus grutas submarinas y la gran duna de arena de oro… ¡Otro escenario de película!

Mónsul

Entre Genoveses y Mónsul se esconden varias calas naturistas a la espera de ser descubiertas. Algunas de ellas accesibles sólo por agua. ¿Hora de alquilar un kayak?

Calas de Mónsul

Los Escullos: música y mar.

Continúo en dirección Murcia. Siguiente estación: Los Escullos, presidido por el castillo de San Felipe. Una sobria fortaleza de la época de Carlos III, sobre la impresionante duna fósil: una curiosa formación geológica que demuestra que la mayor artista del planeta sigue siendo la madre natura. A su sombra, calitas ocultas aparecen y desaparecen  en función de las mareas.

Los Escullos

Aquí el placer tiene forma de rubia espumosa o tinto de verano en mano, en la piscina de la Terraza Priva-T. En el chiringuito de al lado, El Chamán, la música en directo ameniza las calurosas noches. Sí, Los Escullos es uno de esos lugares en los que quieres que el verano no se termine nunca…

Terraza Priva-T

La Isleta del Moro y el Playazo.

Seguimos recorriendo el Cabo y aparcamos en La Isleta, otro de esos sosegados pueblos que tanto me cautivan. No es de mis playas preferidas, pero sí sus bares sobre el embarcadero. Por ejemplo La Ola, con su popular terraza: empecemos con una tapa de jibia en salsa, abriendo boca para continuar con una ración de pescados variados a la plancha. Sí, también con Gallo Pedro.

La Isleta

Ahora sí viene otra de mis favoritas: el Playazo de Rodalquilar. Extensa, de arena brillante y finísima, resguardada del viento en su pequeña bahía. El Playazo se protege de fantasmas de corsarios por la batería de San Ramón, que aún sigue habitada.

El Playazo

Las Negras: un sendero de agua a la Cala San Pedro.

Cómo me divierte Las Negras. En calma durante todo el año; en verano florecen los turistas y los puestos de artesanía hippie. Y a mí me encanta su ambiente, dejarme llevar por la brisa a través de su estrecho paseo. Una cerveza cara al mar en la Bodeguiya. De atrezzo, un cante de guitarra mientras parten las barcas llenas de provisiones a la Cala San Pedro, asentamiento hippie al que sólo se puede acceder por vía marítima o caminando a través de la montaña. Si te animas, lleva sólo lo necesario: está prohibido dejar basura.

La Bodeguiya de Las Negras
Agua Amarga y sus calas «secretas».

Ya casi acabamos. Ahora entre el agreste amarillo destaca Agua Amarga, con su agua azul turquesa. Toca dejar el coche a la entrada y hacer un poco de senderismo: la Cala de Enmedio es otra de esas playitas vírgenes y preciosas, en las que pasar todo un día al sol cual lagarto. Mientras, hemos dejado encargada una paella en el pueblo, en el chiringuito Tarahis.

Agua Amarga
Relax absoluto en Cala de Enmedio…  
Cala de Enmedio

Otra cala pequeñita y «secreta», hasta que el año pasado la pusiera Iker Casillas de moda, al subir una foto a su cuenta de Instagram, es la Cala de la Media Naranja, de aguas verdosas y quietísima, entre los riscos. Prepara sombrero y nevera llena de cervezas. Créeme, lo agradecerás al llegar abajo.

Cala de la Media Naranja

Fin del trayecto: Carboneras.

Terminamos la ruta en Carboneras. No sin antes detenerme en otra de las playas más populares de Cabo de Gata, aunque también merezca una caminata: la Playa de los Muertos. Su tétrico nombre se lo debe a la frecuencia con la que antaño las olas arrojaban cadáveres de náufragos o navegantes a su orilla.

Playa de los Muertos

Entumecida después de tanto Mediterráneo, no se me ocurre mejor plan para acabar la jornada que un vino blanco acompañado de unas gambas rojas en El Mariano, mítico chiringuito en pleno paseo marítimo de Carboneras, con vistas a su isla.

Chiringuito Mariano

Y así, otro verano en Cabo de Gata, que sabe a mar intenso. A días azules salpicados de espuma y de luz.

Verano en el Cabo de Gata

Sigue viajando por el sur de España en el blog con esta Guía para descubrir Granada provincia.

Publicado por cosmopolilla

La vida es el arte de lo imposible. Licenciada en Comunicación Audiovisual, mi pasión es viajar. Desde 2013 lo cuento en mi blog.

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