El Beso de la Muerte, cementerio de Poblenou en Barcelona
Cataluña España

El Beso de la Muerte: visita al cementerio de Poblenou en Barcelona

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31 octubre, 2022

RESURRECTIONIS HORAM MORTUORUM EXSPECTO. «Espero la hora de la resurreción de los muertos». Bajo la escultura de un ángel trompetero que mira al infinito, la inscripción en latín que anuncia el Juicio Final da la bienvenida al cementerio de Poblenou en Barcelona. Una ciudad de difuntos con sus calles y avenidas, ricos y nobles, famosos, héroes y anónimos donde el arte funerario modernista se despliega con la creatividad de los mejores maestros del XIX. Pasen y vean… Secretos y detalles de la última morada aguardan en lo que hoy es el cementerio histórico más antiguo de Barcelona.

Nota: aunque el camposanto del Poblenou no está dentro de los lugares imprescindibles que visitar en Barcelona en 3 días ó 4, es una buena alternativa para quien huya de la masificación del centro de la ciudad o le interese conocer sitios curiosos «fuera de ruta».

Entrada al cementerio de Poblenou

Entrada al cementerio de Poblenou

El también conocido como Cementerio de Levante o Cementerio General de Barcelona es un encuentro con la historia de los últimos dos siglos de una ciudad en auge, industrial y floreciente. De esa nueva capital abierta al mundo a través de su puerto donde Ilustración y Modernismo comenzaban a abrirse paso dejando atrás las ideas del Antiguo Régimen. Transformando Barcelona de pequeña ciudad medieval a una gran urbe portuaria y moderna. El camposanto de este barrio del extrarradio puede ser el comienzo o perfecto final para una Ruta del Modernismo en Barcelona, más allá de la Casa Batlló y la Sagrada Familia. ¡Y es que hay muchas tumbas de aquella época!

Historia del cementerio de Poblenou.

1775. A finales del siglo XVIII, cuando el núcleo urbano de Barcelona se limitaba a Ciutat Vella, eran frecuentes las epidemias de tifus y cólera, cebándose con la población. Con la Ilustración llegaron nuevas ideas de ordenación urbanística: se construyeron amplias avenidas buscando luz y ventilación -L´Eixample o el Ensanche-. Con el higienismo se busca sacar los focos de infección del centro de la ciudad: hospitales y cementerios, llevándolos a zonas del extrarradio. Así se concibió el cementerio de Poblenou, en unos terrenos deshabitados junto al mar, fuera del perímetro amurallado de la ciudad.

1813. Destruido por las tropas de Napoleón, se construyó un nuevo cementerio en estilo neoclásico. El arquitecto encargado –el italiano Antonio Ginesi– propone afrontar el proyecto según los preceptos de la Revolución Francesa, donde todos somos iguales; la muerte trata de forma uniforme a pobres y poderosos… Pero duró poco. Pronto la alta burguesía barcelonesa comenzó a instalar suntuosos panteones entre las lápidas sencillas y los cipreses, encargos que hicieron a los mejores artistas y escultores de la época.

Esculturas funerarias

Esculturas funerarias

La portada del cementerio es un reflejo de este nuevo clasicismo repleto de simbolismo egipcio que las expediciones de Napoleón habían puesto de moda. ¿Acaso hay una cultura ancestral más ligada a la Muerte? Pirámides y soles se entremezclan con las letras griegas Alfa y Omega: principio y fin… A lo largo de todo el camposanto. Solo hay que prestar atención para localizarlos en las tumbas y panteones.

Fosas comunes de Santa María del Mar.

Los primeros entierros en el cementerio de Poblenou datan de 1819. Una de las primeras acciones dentro de las medidas de saneamiento de la ciudad fue exhumar las fosas comunes del centro histórico. La del cementerio de Santa María del Mar en el barrio del Born se trasladó hasta aquí depositándose en el suelo, como indican las placas conmemorativas cuyas letras, casi ya borradas, también hablan de los gremios. Aquellos obreros de las primeras fábricas que revolucionaron la incipiente industria de Barcelona a principios del XIX.

Fosa común del cementerio de Santa María del Mar

Fosa común del cementerio de Santa María del Mar

Cenotafio a la mayor epidemia de Barcelona. 

Una cruz se alza al cielo sobre un monumento fúnebre. Se trata de un memorial a las víctimas de la epidemia más mortífera que asoló Barcelona. La fiebre amarilla desembarcó a bordo de un navío procedente del Caribe en el verano de 1821, dos años después de inaugurar el cementerio. Se instaló en el puerto de Barcelona y desde el buque, donde los marineros ya padecían el mal, los mosquitos culpables de contagiar la enfermedad anidaron y se propagaron por toda la ciudad gracias al calor y las condiciones de humedad extrema. Las cifras de fallecimientos fueron terribles: Barcelona perdió al 20% de su población, muriendo 20.000 personas de las 100.00 que tenía la ciudad.

Cenotafio epidemia de fiebre amarilla

Cenotafio epidemia de fiebre amarilla

Tumbas de santos y famosos.

A medida que recorremos las calles de esta ciudad de los Muertos vamos descubriendo sus personajes más ilustres. La sencilla lápida que cubre el nicho donde fue enterrado Narcís Monturiol, ingeniero e inventor de más de 300 objetos, entre ellos el primer buque submarino. A bordo de su ictíneo de madera, dotado de un sistema de propulsión anaeróbica, consiguió navegar durante más de una hora bajo el agua en 1864. Una copia del artefacto puede verse en el Museo Naval de Barcelona. Su Ensayo sobre el arte de navegar por debajo del agua publicado en 1891 sería recogido por Isaac Peral. El trabajo de Monturiol pasó bastante desapercibido en vida; sin embargo tras su muerte, el cuerpo fue reclamado por su Figueras natal.

Tumba de Narcís Monturiol

Tumba de Narcís Monturiol

El amor inmortal de Amelia de Vilanova.

Las «plazas» del cementerio de Poblenou también cuentan historias de corazones rotos. «La muerte no podrá borrar el cariño de tu esposa que te idolatraba», Amelia de Vilanova. Con este epitafio se despedía una joven de la alta sociedad barcelonesa de su primer amor, Antonio de Bruguera y Martí, a quien perdió con tan solo 24 años. Dicen que su segundo marido, Ignacio Girona, perteneciente a una de las mayores familias de banqueros y empresarios de Cataluña la adoraba y le puso su nombre a la finca de veraneo: Villa Amelia, cuyos bellos jardines se conservan en el distrito de Sarrià-Sant Gervai. Sin embargo, a su muerte en 1904 la dama prefirió ser enterrada junto a su primer amor, Antoni, volviendo a estar juntos en la vida eterna.

La tumba del Santet.

Una de las tumbas más visitadas aún hoy en el cementerio de Poblenou es la de Francesc Canals i Ambrós, más conocido como El Santet. Nacido en una humilde familia en la plaza de la Lana, con 14 años comenzó a trabajar en el popular comercio El Siglo en Las Ramblas, repartiendo su sueldo entre los más desfavorecidos y ayudando a quien se lo pedía. Su fama de vidente se propagó cuando soñó que se incendiaban los almacenes en los que trabajaba, cosa que terminó sucediendo. También corría la leyenda de que, además de predecir el futuro, podía curar con sus manos. Francesc murió prematuramente -unos dicen que de tuberculosis, otros que a causa de las quemaduras del incendio- con 22 años. Su tumba en el Cementerio Viejo comenzó a ser punto de peregrinaje de personas que acudían a pedir favores o milagros al Santet. Trasladada al Poblenou, la tradición continua, por lo que el nicho aparece cubierto de papeles con deseos, flores, fotografías y ofrendas como agradecimiento. En todo cementerio no puede faltar la esperanza.

Tumba del Santet

Tumba del Santet

En la misma calle del Santet , tan solo a unos pasos, se encuentran las tumbas de los abuelos de Dalí.

Los panteones nobles. 

Seguimos profundizamos en el cementerio. Los nichos van dando paso a panteones neogóticos de familias de empresarios, industriales y burgueses. Cronistas de la época cuentan cómo en el siglo XIX ya existía un «necroturismo»: cuando se publicaba en el periódico que una familia insigne había construido un panteón la gente acudía a verlo. Incluso la parte más conservadora de la población criticaba el que las mujeres viudas acudieran a hacer vida social al cementerio, lugar de encuentro. Como curiosidad, existía un trabajo de censor de epitafios: personaje encargado de velar porque se cumpliera el decoro en las últimas palabras grabadas en las tumbas.

La capilla del cementerio. 

Inspirada en el Panteón de Agripa, marca la separación entre el primer y segundo nivel, donde se encuentran los sepulcros de mayor alcurnia. Su diseño neoclásico inspira serenidad y eternidad, al que Ginesi añadió elementos como el símbolo del dios egipcio Horus (un disco solar con alas) o la serpiente, metafóra de la muerte y resurreción con el cambio de piel.

Capilla del cementerio de Poblenou

Capilla del cementerio de Poblenou

Panteones modernistas y la tumba de un masón. 

Fortunas de indianos, nobles, la alta burguesía catalana se extiende por la explanada de los panteones del segundo nivel del cementerio, donde los escultores del siglo XIX trabajaron para la élite adinerada creando ángeles con antorchas que se apagan, profetas y otros seres bíblicos en rico mármol de carrara…

Tumbas modernistas del cementerio de Poblenou, Barcelona

Tumbas modernistas del cementerio de Poblenou, Barcelona

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Entre otros panteones destacan el de la familia Biada, dueños de los ferrocarriles, Barcelona – Mataró. La verja de la tumba del arquitecto José Vilaseca, quien construyó el Arco del Triunfo de Barcelona, fue diseñada por el mismo Lluís Domènech i Montaner. El artífice de ese sueño modernista en la ciudad como es el Palau de la Música de Catalana.

Panteón de la familia Biada

Panteón de la familia Biada

El panteón de la familia Milá -para los que Gaudí construyó La Pedrera-; el panteón de la familia del General Prim; la tumba de Anselmo Clavé, músico precursor del movimiento coral en España además de destacado socialista fundador de La Fraternidad. En el aniversario de su muerte un cuarteto del Liceo toca junto a su tumba. Incluso está el sepulcro del Marqués de Comillas, el hombre más rico del país, cuyos restos acabaron siendo trasladados a la ciudad cántabra.

Tumba de Clavé

Tumba de Clavé

¿La tumba más «misteriosa» del cementerio de Poblenou? La de un supuesto masón, sin nombre, solo señalizada con una pirámide oscura.

La tumba secreta de un masón

La tumba secreta de un masón

El Beso de la Muerte. 

Pero el mayor tesoro escultórico del cementerio de Poblenou no se encuentra en el segundo departamento. Hay que caminar hasta el tercero, donde están las fosas comunes y osarios del resto de la ciudad, marcadas con una gran cruz de inspiración celta de 1888. También este nivel, el más remoto, acoge parte del cementerio protestante de Barcelona.

Nivel tres del cementerio

Nivel tres del cementerio

Entre paredes de nichos se alza El Beso de la Muerte: dicen que inspiró al director sueco Ingmar Bergman para su filme El Séptimo Sello. Obra de Jaume Barba en 1930, contiene versos dedicados al ángel de la Muerte escritos por el poeta catalán Jacinto Verdaguer, donde cuenta cómo es arrebatada la vida a un hombre joven. Se trataba del único hijo de la familia de empresarios del textil Llaudet Soler. La escultura es tan perfecta, tan escalofriante, que la mirada de la Muerte -con sus cuencas vacías- parece seguirte, allá donde te marches.

Escultura funeraria El Beso de la Muerte, cementerio de Poblenou Barcelona

Escultura funeraria El Beso de la Muerte, cementerio de Poblenou Barcelona

«Y su joven corazón no puede ayudar;
en sus venas la sangre se detiene y se congela
y el ánimo perdido abraza la fe.
Cae sintiendo el beso de la muerte».

Datos prácticos para visitar el cementerio de Poblenou:

  • Horario: 8 – 18 horas de lunes a domingo.
  • Las visitas guiadas se realizan el primer y tercer domingo de cada mes (10:30 horas en catalán; 12:30 h en castellano).
  • Son gratuitas: hay que reservar con antelación en la web de Cementerios de Barcelona.
Esculturas funerarias del cementerio

Esculturas funerarias del cementerio del Poblenou

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