África Marruecos

Jemaa el-Fna, el teatro al aire libre de Marrakech

Escrito por la
el
15 abril, 2015

Terraza del café La Place, primera fila. Un balcón de lujo bajo el que se desarrolla la función de cada día, que hoy tengo el placer de contemplar como espectadora, mientras saboreo un dulce té a la menta. Abajo, en Jemaa el-Fna, la gente se mueve cual abejas, en un incesante barullo. Música que invita al baile, voces en múltiples idiomas, risas, son la banda sonora de esta obra mutante y multicolor. Los últimos rayos de sol de la tarde envuelven el horizonte de dorado rojizo. De rosa pálido los puntiagudos picos del Atlas, rebosantes de nieve.

Atlas desde Marrakech

Atlas desde Marrakech

De repente, todo calla. Se hace el silencio en la plaza Jemaa el-Fna, el palpitante corazón de Marrakech. Desde la Kutubía, ese minarete que recuerda a la Giralda, comienza la llamada a la oración. El resto de mezquitas de la ciudad le responden, creando un eco hipnótico y extraño. En estos minutos parece que el tiempo se ha detenido, que la frenética urbe contiene la respiración. Recuerdo las palabras de un amigo que sabiamente me corrigió, «el Corán no se canta, se recita». Se acaba y el ritmo de la plaza se reanuda. El humo de los puestos de comida comienzan a elevarse: la cena está servida.

Jemaa el-Fna

Jemaa el-Fna

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Pasen y vean… Jemaa el-Fna, el teatro más grande del mundo.

Hora de dejar mi platea con vistas e integrarme en la marea, como una hormiga más. Hay decenas de puestos, todos apetecibles. Deambulo entre ellos siendo reclamada insistentemente por los camareros. Chiringos de caracoles. Pescados, mariscos, carnes y verduras. Carretillas móviles repletas de dulces de pistacho, almendra, miel y dátil. Difícil elección. Todo es nuevo, todo es excitante. Picamos un poco de allí y otro de allá, ávidos de novedad en nuestros paladares. Como ha refrescado me decido por una harira de primero, seguida por un tajine. Agua, pan, salsas especiadas para mojar. Cuenta final: 20 dírhams por cabeza (2 euros).

Cena en Jemaa el-Fna

La plaza se va tornando desierta conforme avanza la noche. Abajo el telón. Pero sólo por unas horas…   El sol se eleva y regresan los actores de la función diurna, al igual que nosotros, los turistas, aunque sólo sea de paso. Hemos dejado el hotel junto al zoco para seguir explorando la ciudad, tras un desayuno a base de té, pan, miel y mantequilla, que sirve para endulzar el mal trago de la noche anterior, en la que nos trasladaron a una casa con baño compartido (y marroquí). La explicación, que a pesar de haberlo reservado con antelación, el riad ya estaba completo. «No pasa nada amigo». Esas cosas que sólo suceden en Marruecos y que es mejor tomárselas con buen humor…

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Jemaa el-Fna, Marrakech

Por el día Jemaa el-Fna se ha transformado en escenario de encantadores de serpientes, trileros y magos, comediantes y pintoras del henna, vendedores de zumos naturales y hasta de dientes. Todo está en venta a cambio de un puñado de dírhams, «precio democrático». Observo con pena un monito disfrazado de Papá Noel que hace cabriolas, mientras unos rubios europeos lo fotografían. Lo siento, pero no puedo evitar que me disguste. Así como las negras cobras que oscilan su sinuoso cuerpo bajo la influencia de una melodía. Advertencia: si pasas muy cerca intentarán colocarla en tu hombro… He leído que tienen la boca cosida, les han extraído el veneno y otras aberraciones.

dientes

Jemaa el-Fna

Proseguimos y dejamos atrás la plaza. Aunque ciertamente te atrape, Marrakech es más que la animada Jemaa el Fna. Me interno por sus callejuelas…

Medina de Marrakech

Medina de Marrakech

De zocos y laberintos: Medina de Marrakech.

Callejones por donde vuelan equilibristas en motos cargadas de gallos (vivos), a la vez que las bicis, los burros y los carros. Aquí el miedo a ser atropellado es sólo una de tantas anécdotas. Olor a fritanga. Gatos sociables y pedigüeños. La Medina intramuros es un laberinto inmenso en el que por mucho que intento orientarme, acabo perdida una y otra vez…

Medina de Marrakech

Medina de Marrakech

 

Medina de Marrakech

Medina de Marrakech,

Pero, sobre todo, tiendas y más tiendas. Cientos de lámparas emulando las Mil y una noches. O quizá alguna que al frotarla aparezca un genio mágico. Platos multicolores que brillan a la luz del sol. Pirámides de especias. Pañuelos, chilabas y baratijas. Sandalias y bolsos de cuero. Ungüentos para todos los remedios, que te ofrecen a grito de «viagra, viagra»… Aquí, además de monedas contantes y sonantes hay que traer la bolsa repleta de paciencia: bienvenido al noble arte del regatear.

Zoco de Marrakech

Zoco de Marrakech

Reminiscencias de Al-Andalus en la Madraza.

Consigo encontrar la escuela coránica. Diez dirhams dan acceso a este tesoro tallado con manos que parecen las hermanas de la Alhambra aunque con mucho más recato. No sólo las cenefas y columnas de mármol. También las paredes cubiertas de azulejos azules y verdes, con siluetas abstractas imitando a la madre naturaleza recuerdan al Palacio Nazarí. Del patio principal parten las plantas de celdas austeras, donde, hasta hace poco, estudiaban los pupilos aplicados.

La Madraza

La Madraza

 

En la Madraza

En la Madraza

Las curtidurías de Marrakech.

Siendo mucho más famosas las de Fez, no quiero perderme el curioso lugar donde trabajan el cuero. Para visitarlo, hay que soltar otros diez dirhams al señor que vigila la entrada. Este, además de hacer de guía en correcto español tiene la gentileza de regalarme un ramo de hojas de menta para el recorrido, cosa que agradezco de sobremanera dado el insoportable hedor que las fotogénicas piscinas de colores desprenden.

Las curtidurías

Las curtidurías

Recuerdos de un sultán entre tumbas y palacios.

Una parada para almorzar en una agradable terraza de las que abundan por el centro, esta vez un cous cous. Eso sí, a precio español. En el otro extremo de la ciudad esperan más atracciones turísticas que visitar en Marrakech. Las murallas de la Medina esconden al Palacio El Badi, las ruinas de una excelsa mansión que el sultán Ahmed al-Mansur construyera en el S.XVI. Los moradores que habitan hoy sus muros y beben de sus estanques son las cigüeñas, en su retiro invernal en el norte de África.

Palacio Bahia

Palacio el Badi

Palacio Bahia

Palacio El Badi

Muy próximas al palacio, las tumbas saadíes son otra reliquia del pasado imperial de la ciudad, donde reposan los restos del mismo sultán al-Mansur y su descendencia.

Tumbas saadíes

Tumbas saadíes

Va llegando la tarde y, con los pies agotados, parece que la terraza de La Place nos atrae de nuevo. La hora del té es hoy nuestra llamada a la oración, al mágico ritual de admirar el atardecer sobre «el teatro más grande del mundo». Y no nos resistimos…

Té a la menta

Té a la menta en Jemaa el-Fna

Mañana nos espera madrugar y un día duro, lleno de emociones: rumbo al este, a las dunas anaranjadas del desierto de Merzouga. Mientras lo visualizamos con la imaginación, el azucarillo se disuelve en ese líquido dorado que sabe a vacaciones recién comenzadas, a confín, a sur. A ilusión.

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22 Comentarios
  1. Responder

    irenesomoza

    16 abril, 2015

    Precioso relato de un lugar que marca. La verdad es que yo la disfruté de otra manera y me encantaría poder haberla disfrutado tanto como tú, pero mi viaje fue algo contradictorio y alborotado, digamos. Volveré, espero, y volveré para disfrutar cada segundo, cada sorbo de té y cada personaje que me encuentre por el camino.

    Gracias por escribir tan bien, como siempre 😉

    un saludo,

    Irene

    • Responder

      @lacosmopolilla

      16 abril, 2015

      Muchas gracias, Irene. Ya leí tu relato sobre Marrakech, cada uno vivimos los viajes según las circunstancias y son muchos factores los que hacen que sea una buena, mala o regular experiencia. Hay lugares con los que a veces no se conecta porque no es el momento o, simplemente, porque no nos llena. Y desde luego, en la variedad está el gusto. A mí me dijeron cuando fui a Indonesia que Yogyakarta era muy bonita y que me iba a gustar… Y me decepcionó bastante. Me saturó el calor, el barullo, la gente, el ruido… ¡Fue demasiado! También creo en las segundas oportunidades. Así que espero que vuelvas a Marrakech y te sepa conquistar como a mí. Y, si no, eso es lo que hay: ancho mundo. Un abrazote.

  2. Responder

    Ismael Torres

    16 abril, 2015

    Me encanta como escribes.

    Yo que soy más narrador del día, me da envidia lo bonito que haces el relato.

    A lo que vamos, con tus entradas vas a hacerme el recorrido de nuestros próximos viajes. Ya tengo guardado los de Grecia y ahora guardaré los de Marruecos.

    Lo dicho me ha gustado mucho.

    Saludos,
    Ismael

    • Responder

      @lacosmopolilla

      16 abril, 2015

      Je je je muchas gracias, Ismael. Cada uno tiene su estilo 😉 me alegro de que te guste y aún más que te sea útil para tus próximos viajes, que al final ese es el objetivo, ¿no? Inspirar, ayudar… Estaré atenta a tus impresiones. Es muy divertido ver los mismos lugares con ojos de otras personas. Un saludo viajero 🙂

  3. Responder

    Miguel Ángel Otero Soliño

    17 abril, 2015

    Muy buen post, la verdad que me ha gustado mucho, porque mis sensaciones fueron muy parecidas y me ha encantado la forma en la que lo has narrado, estas depurando mucho tu estilo de escritura y estas logrando relatos muy bellos sin obviar la critica constructiva que es algo que se echa de menos en los bloggers de viajes. Yo ya tengo el mio de Marrakech programado para el lunes, te invito a leerlo ya que ademas fue coincidente en el tiempo. un besazo

    • Responder

      @lacosmopolilla

      17 abril, 2015

      Muchas gracias, me animan muchísimo tus palabras 🙂 estaré atenta a tu post, con mucha curiosidad con ver cómo relatas el mismo lugar a través de tus palabras, imágenes y sensaciones…
      Estoy de acuerdo con lo de la crítica en los blogs de viajes, o como tú dices la falta de ella. Cuando vamos a un lugar no todo tiene que ser maravilloso ni precioso. Marrakech me ha cautivado pero eso no quita que me parezca un horror ciertas cosas como el maltrato animal, aunque dote de «exotismo» para mí no es excusa (lo digo por mi referencia a los monos y las serpientes que hay en la plaza para divertimento de la gente) o contar lo de que nos cambiaron de hotel así tan alegremente (aunque bueno, esto fue una anécdota y luego nos reímos mucho, pero son cosas que pasan en Marruecos que creo que hay que saber…)
      Un abrazo enorme.

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