Puente de San Miguel, hora del crepúsculo. Las luces de las fachadas se reflejan en las aguas del río Lys, manso como un espejo. Un tranvía se desliza hacia Sint-Baafsplein con suave traqueteo. Estoy en Gante, la capital de Flandes Oriental, la gran sorpresa de este viaje. Brujas es la reina de la fiesta, la novia que todos suspiran por tener. Gante permanece en segundo plano, discreta, y sin embargo dueña de una belleza secreta que atrapa a aquel que la sabe ver. Por desgracia, como muchos otros, me dejé llevar por la fama y sólo disfruté de la magia de Gante en un día. Pero sé que volveré…
Mi ruta en pos de la ilusión por los mercadillos de Navidad en Flandes tiene como última parada Gante. Ciudad de historia apasionante, hoy palpita de vida y cultura gracias a los universitarios que animan sus calles y plazas, cafés y cervecerías que descubrir sobre una bicicleta, el transporte más popular. ¿Pedaleamos?
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Qué ver y hacer en Gante en un día.
Todos los caminos llevan a la plaza central, corazón de la ciudad y una de las postales más monumentales de Europa. Tres solemnes edificios colocados en fila apuntan al cielo con sus torres, bajo las que se desarrolla la obra de teatro cotidiana que el reloj del Belfort marca con su aguja al comenzar y al acabar el día desde hace siglos. Aquí empiezo mi recorrido de Gante en un día, con el fin de exprimir al máximo las 24 horas que he reservado.
Hoy hace frío. Como aquel 24 de febrero de 1500 en el que Gante vio nacer al emperador: el rey Carlos I de España y V de Alemania en el Palacio de Prinsenhof, donde los Condes de Flandes asistían a un baile. Se dice que la princesa Juana padecía de los nervios debido a los escarceos amorosos de Felipe el Hermoso, por lo que se trasladaron desde su residencia en Malinas para cambiar de aires. A pesar de su avanzado estado de gestación no quiso dejar a su marido solo en una fiesta, y acabó pariendo en los baños del palacio. Hoy no existe tal edificio, fue demolido hace mucho, pero sí la catedral de San Bavon, donde el pequeño príncipe destinado a poseer más de medio mundo sería bautizado.
De oscura apariencia, el interior de la catedral es luminoso con sus espléndidas vidrieras y velas, pero especialmente por la luz que desprende la pintura flamenca: el popular retablo La Adoración del Cordero Místico de los hermanos Van Eyck.
Otra vez en la plaza y el mejor mirador de Gante se encuentra justo al lado de la catedral: en el Belfort o campanario de la ciudad. Construido en 1313, vigila los alrededores dispuesto a dar la alarma en caso de guerra o invasión, aunque hoy es posible ascender hasta lo más alto en un moderno ascensor. Sus campanas suenan como antaño. Ahí está la mítica campana de Roland, con un dragón en oro. Las personas parecen hormigas, allí abajo, mientras se monta el mercadillo de Navidad.
Se agradece el ascensor: mis pies podrán aguantar un rato más hoy. Y así puedo caminar ligera hacia el puente de San Miguel pasando junto a la tercera torre de Gante: la de la iglesia de San Nicolás, del S.XIII. Flanqueada por dos torres cónicas, sufrió los estragos de la revolución francesa, siendo utilizada como cuadra de caballos de las tropas, aunque hoy esté perfectamente restaurada. Sigo hasta el final del puente, pero antes de bajar las escaleras «alguien» me chivó que hay que girarse y obtener esa postal perfecta: las tres torres de Flandes, mirándome.
Los cruceros de turistas serpean por el río. En el borde de los dos muelles: el de las hierbas (Graslei) y el del trigo (Korenlei), se encienden los cafés y restaurantes. El ambiente de tranquilidad, de distensión, que transmite Gante invita a pasear sin prisa, observando cada fachada, ventana, cortina… Preguntarme cómo sería vivir aquí. Y eso sólo me sucede en las ciudades con las que conecto, en las que me siento realmente a gusto.
Siguiendo el río aparece una imponente construcción medieval: Gravensteed, el castillo de los condes de Flandes construido en el S.XII por Felipe de Alsacia. Cruzar su foso medieval es adentrarse a la oscura época de la Edad Media. Si bien sus frías salas de piedra no conservan el mobiliario de la época, hay en su interior un museo de la tortura con instrumentos que ponen el vello de punta y revuelven el estómago. Una sensación que en parte se disipa al contemplar Gante desde su torre.
Es invierno y el día se escurre rápido. ¡Qué pronto atardece en Gante! El sol se ha puesto y la luna en cuarto creciente me regala una hora azul de ensueño, casi irreal. Ahora todos los pasos conducen al calor de una taberna, para descansar y, sobre todo, saborear una buena cerveza belga.
Comer en Gante: chocolates, gofres y cervezas.
Un pequeño y dulce aperitivo son los cuberdons o «narices», gominolas típicas que se venden en puestecitos. Abundan los bares de comida rápida con patatas fritas belgas y otros «quita-hambres» como los socorridos perritos calientes. Aunque para los bolsillos más exclusivos el Georges Seafood ofrece una buena muestra de pescado y marisco de la región. Me quedo con lo primero, aunque me quede sin probar la típica anguila en salsa verde.
Dicen que los mejores gofres del mundo se pueden encontrar en MAX, junto a la plaza central. Desde luego, ¡no son como los wafles de los puestos callejeros! Aunque cuesten el doble son un capricho exquisito: gofres artesanos, para sentarse y degustar con cuchillo y tenedor, más finos y crujientes. La carta causa infinitas dudas: con azúcar, chocolate caliente, nutella, crema, fruta…
La cerveza belga es famosa por su sabor y variedades; en Gante no puedo resistirme a probar la típica Kwak, servida en un curioso vaso que parece una probeta, con soporte de madera. ¿Su origen? La bebían los cocheros de la ciudad colgándola en el carruaje. Su curioso nombre proviene del ruido que hace al estallar en la cara el último sorbo. ¡Y está deliciosa!
Entre sorbitos dorados como el sol que se fue me despido de Gante, la joya secreta de Flandes, que intuyo me volverá a sorprender.
Datos prácticos para visitar Gante:
- Cómo ir a Gante: desde la estación central de tren de Bruselas (Midi) salen muy frecuentemente, tardan media hora, al igual que desde Brujas. Precio ida: 6,60 (Brujas – Gante)
- La estación de Sint Pieters se encuentra a más de media hora caminando del centro. Lo mejor es coger el tranvía número 1.
- Me alojé en el 13 O´Clock Hostel, económico y céntrico.
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Rocío
Me ha gustado mucho este post, sobre todo las fotos que has publicado, en especial la de Flandes. Un abrazo!
Rocío
*Gantes en Inatagram*
cosmopolilla
Gracias 🙂