Otro viernes más me encuentro en la carretera de Andalucía, rumbo a mi tierra. Los nubarrones y el atasco me hacen querer salir de Madrid con urgencia, buscando un respiro. Hasta hace poco nada sabía de Frailes, el pueblo al que me dirijo. Lo primero que anoto mentalmente es Sierra Sur de Jaén pensando “qué vergüenza, si está al lado de Granada”. Lo segundo, Michael Jacobs y su “fábrica de luz”.
Frailes, un pueblo blanco en la Sierra Sur de Jaén.
Sí, parece que otra vez más sigo la senda de esos ingleses excéntricos que se exiliaron de la vida en la gran ciudad instalándose en rincones recónditos buscando vete a saber qué. Y como Gerard Brenan (“Al sur de Granada”) y Chris Stewart (“Entre limones”) Michael escribió un libro contando sus peripecias con los habitantes de Frailes y sus entrañables personajes, como Manolo “El sereno”.
¿La excusa para venir a Frailes? La celebración de una fiesta: las XX Jornadas Vinícolas y Gastronómicas, a las que estoy invitada gracias a mi amigo Rafa, un artista que escribe en Viajes con humor.
Nada más llegar, percibo el frío aire de la montaña que contrasta con la calidez del recibimiento: todo Frailes es una fiesta y en la plaza de los Toros, llamada así porque era donde metía el ganado antiguamente una de las familias más pudientes, no cabe un alfiler. Se asa morcilla artesana hecha esa misma mañana. Se sirven embutidos y queso. Pero, sobre todo, ¡se bebe vino!
La luz del día nos invita a pasear por las cuestas de Frailes y descubrir sus encantos. El pueblo aún está dormido de la resaca del día anterior, a pesar de los esfuerzos del gallo de algún vecino. Por sus calles veo más gatos que personas con mirada de recelo: en una villa de 1.500 almas saben perfectamente quién es el forastero. En la parte alta de Frailes la vida se articula en torno al Nacimiento, un cañón de agua que surge de las entrañas de la montaña con un raudal de hasta 600 litros por segundo.
Este agua fluye bajo el pueblo abasteciéndolo a la par que convirtiéndose en su principal melodía, surgiendo en fuentes y abrevaderos, juntándose en un río en el que se pesca la trucha, regando campos y huertos.
Junto al Nacimiento había una gran charca, hoy convertida en lavadero, en la que los animales bebían antes de ir al campo, los hombres en época de vendimia limpiaban los toneles, los lecheros enfriaban la leche, se limpiaban los útiles de la matanza y por supuesto, se lavaba la ropa, siendo el lugar de mayor cotilleo del pueblo. Ya entonces los fraileros sabían que este agua con propiedades hidrosulfurosas era curativa y gentes de toda la provincia venían a tomarlas al antiguo balneario. Un proyecto de futuro ya consolidado es el nuevo balneario de Frailes, que está en construcción.
Continuamos el paseo por el centro de Frailes. Las callejuelas de casas cubiertas de geranios nos traen de regreso a la plaza de los Toros, ahora silenciosa y vacía. A medida que me voy empapando de Frailes voy percibiendo su esencia de pueblo auténtico andaluz, con cuestas y escaleras.
Las oquedades de la montaña sobre la que se asientan son aprovechadas para guardar animales e incluso casas – cuevas, bajo el tajo, como las de mi Granada.
La Cueva de la Frasquilla se puede visitar, con una decoración típica y un embrujo que permite conocer cómo era vivir abrazado por la tierra, sin frío en invierno y fresco en verano.
Seguimos andando hasta el llamado Barrio Chocolate, junto a la parroquia. Un nombre curioso que vienen a significar el de las casas de los ricos, que eran los únicos que hace muchas décadas podían permitirse degustar el preciado dulce. Destaca la casa de don Fermín, el médico, con sus faroles de fantasía con forma de dragón. Al otro lado de la iglesia compite en elegancia la casa de estilo modernista de los Amandos, que perteneció a Ezequial Mudarra el confesor de Alfonso XIII.
En el interior del templo, dedicado a Santa Lucía, aguarda Paqui, de la hermandad de la Virgen de los Dolores. La fe y la devoción que siente se transmiten en sus palabras hablando de la virgen y el nazareno, vinculados a la historia de Frailes. Los primorosos hilos de oro del manto de la dolorosa, cosidos a mano por las mujeres del pueblo, arrojan destellos de luz bajo la vidriera.
Después de andar sin parar, subir y bajar, llega por fin la hora de saborear Frailes en la gran verbena: en un pabellón se han instalado muestras de queso, embutidos y el mejor aceite de oliva del mundo. Sólo hay que mojar con pan para probar el sabor del paraíso: es oro líquido.
Los entrantes dan paso a la olla podrida, fuerte y consistente. Retumban las bromas y risas. El vino que corre color rosado oscuro va animando el ambiente. ¡Qué bien se come y se bebe en este pueblo!
Para bajar la pesadez que sentimos damos un paseo hasta la ermita del Calvario, donde justo al lado se construyó la casa Michael el inglés. Por el camino que marcan las cruces se palpa la primavera con el canto de los petirrojos entre viñedos y olivos, la inmaculada belleza de los cerezos en flor. La naturaleza y el verde arropan a Frailes en esta Sierra Sur desde la que se percibe a lo lejos los picos blancos de la sierra de las sierras.
No exagero si digo que el domingo llega volando y casi lloro al despedirme, sintiendo con pena que dejaba mi casa. Ya me lo dijeron nada más llegar: déjate querer por Frailes. Y así lo hice, sin esfuerzo, ya que era muy fácil. Porque Frailes es naturaleza y sol que se refleja en sus gentes, los maravillosos fraileros, que con sus sonrisas desprenden y contagian la luz.
¡Frailes, un vino a tu salud!
Toma nota: descubre otros lugares con encanto que ver en el sur de España en esta Guía completa de Andalucía.
13 comentarios en “Frailes, fábrica de luz”
¡Ay Patri que me has emocionado! Solo puedo decir GRACIAS.
No sabes como me alegro de tus palabras. Al igual que Michael nos enseñó a apreciar lo que siempre habíamos tenido y no éramos capaces de darnos cuenta, los visitantes que nos honráis con vuestra presencia y opiniones, nos ayudáis a seguir creciendo y valorando este rinconcito del paraíso que es mi Frailes.
Vete preparando que ya sabes que hay un regreso pendiente.
Me alegro mucho de que te haya gustado, Rafa. Las gracias te las doy yo a ti por invitarme a descubrir tu pequeño rincón de luz de Andalucía. ¡Deseando volver! Un abrazo
Qué maravilla!! Cómo has relatado tu experiencia!! Me ha encantado y te felicito por ello!! Además te envidio ya que yo estaba invitada también pero no puede asistir, pero vaya!!! con tu forma de contarlo me he extrapolado a la Sierra Sur de Jaén!! jejejeje
Saludos!!!
Muchas gracias, Eva. Pues ya sabes que tienes una deuda pendiente con Frailes y para la próxima no puedes fallar 🙂
Un saludo
Pero que bonico lo has contado , tienes a Rafa llorando a moco tendido ahora. El año que viene no nos lo podemos, y a ver si para entonces ya está abierto el spa, que rica la olla podrída por dios.
Ja ja ja muchas gracias, David, síiii el año que viene vamos todos 🙂