Andalucía España

La campana de la solterita: la leyenda de la torre de la Vela

Escrito por la
el
8 enero, 2015
Llamando al Amor desde la Alhambra.
«Si eres mozuela y te quieres casar, el dos de enero la campana de la vela debes tocar» 
Campana de la torre de la Vela

Campana de la torre de la Vela

Siempre es una buena ocasión para reencontrarse con la Ciudad Roja, sus historias y leyendas. Adentrarse por los palacios que Boabdil perdió y añoró desde su exilio en Fez, al otro lado del mar. Sentarse bajo un granado a escuchar la canción del agua, que fluye como leitmotiv, regando de vida la fortaleza de los nazaríes.

La Alhambra de Granada

La Alhambra de Granada

Es dos de enero, Día de la Toma. Una festividad que hoy se celebra no exenta de polémica, con sus defensores y detractores, club de rejectors y de fans. En ella se conmemora la entrada triunfal de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos, por la puerta de la Justicia al corazón de Granada, la Alhambra, portando las llaves del «paraíso terrenal». El recitar del almuédano se sustituyó así por el tañido de las campanas: sobre la Torre de la Vela, la más alta de la Alcazaba, se colocó la campana que domina la ciudad y ha marcado desde entonces el devenir de las horas de muchos granadinos.

Torre de la Vela

Torre de la Vela

El Palacio Nazarí puede ser el mejor de los puntos de partida para hacer una ruta para descubrir todo lo que ver en Granada provincia. ¡Mucho más que La Alhambra!

La leyenda de la Campana de la Vela.

Cuenta la leyenda que la muchacha casadera que en este día la haga sonar, antes del año un marido encontrará. Tradición de antaño, hoy ritual anticuado: todos quieren hacer vibrar la gran campana de bronce, quizá como anunciando al viento con ilusión que otro año comienza, desde este enclave privilegiado con Granada a sus pies: la plaza Nueva, con su trajín de viandantes, músicos ambulantes, vendedores y japoneses, cámara en mano. El Albaycín a la derecha, blanco y salpicado de cipreses; imposible adivinar el camino que asciende hasta San Miguel entre sus cuestas verticales. A la espalda Sierra Nevada, tan esbelta, nívea y resplandeciente, que el mirarla un día como hoy a los ojos hace daño.

Sierra Nevada desde la Alhambra

Sierra Nevada desde la Alhambra

Tras el toque de campana, contemplar las vistas y recuperar el aliento, se impone una visita al interior de los palacios. No importa cuántas veces haya venido, desde la remota infancia, con mis padres, colegio o amigos: nunca deja de extasiarme la belleza de revivir el esplendor de Al-Andalus, caminando por los dominios del sultán y su corte, sin haber sido invitada. Ay, qué diría hoy el desdichado Rey Chico si nos viera. No dejo de recordar una canción que de pequeña me cantara mi madre, sobre su alma en pena, que por la noche deambula por las salas solitarias que fueron su morada…

Mi Alhambra de Granada…

El Patio de los Arrayanes, con su estanque de peces de colores surcando el reflejo del Torreón de Comares.

Patio de los Arrayanes

Patio de los Arrayanes

El Cuarto Dorado, cubierto de azulejos brillantes como el sol, verdes, azules, amarillos… Dibujando estrellas y flores, y otras formas simétricas en homenaje a la madre naturaleza que los creó.

Cuarto Dorado

Cuarto Dorado

La Sala de las Dos Hermanas, de paredes y techo primorosísimos, con mil y un detalle, dejando la vista perderse entre sus incripciones coránicas y poemas epigráficos, tan hermosos como inteligibles, evocando la grandiosidad del firmamento sobre nuestras cabezas.

«Jardín yo soy que la belleza adorna: sabrá mi ser si mi hermosura miras…» 

Techo Sala de las Dos Hermanas

Techo Sala de las Dos Hermanas

El patio y la fuente de albos leones, esculpidos en mármol de Almería. Puede que en las alcobas circundantes, si prestamos atención suficiente, aún escuchemos los ecos de los murmullos de las concubinas del emir.

«¿No ves cómo el agua se derrama en la taza,
pero sus caños la esconden enseguida?
Es un amante cuyos párpados rebosan de lágrimas,
lágrimas que esconde por miedo a un delator. «

(Fragmento del poema de la taza de los leones)

patio-de-los-leones

Patio de los leones

De nuevo el hipnótico sonido del agua, brotando en suaves borbotones entre los surtidores de las fuentes, y las panorámicas vistas al Albaycín desde el Mirador y Jardines de Lindaraja, que con «ojo fresco sigue mirando Granada desde su trono». 

Mirador de Lindaraja

Mirador de Lindaraja

De la Torre de la Cautiva, donde aprisionaran antes de ser reina y favorita a aquella bella cristiana, Isabel de Solís,  al Estanque del Partal, o el Peinador de la Reina, aunque ya hayan pasado muchas lunas desde que nadie desenrede los bucles del cabello de Isabel de Farnesio, la parmesana. Pasando por la Torre de las Infantas, tristes Zaira, Zoraida y Zorahaida, sobre las que siglos más tarde escribiría un romántico Washington Irving, deslumbrado por el exotismo de una cultura marchita y extraña.

El Partal

El Partal

Y, por último, el Generalife, con su sinfonía de flores y agua, entre el frescor que baja de la Acequia Real y su frondoso bosque, de árboles altos, poblados de pájaros y simpáticas ardillas. Sin embargo, hoy eché de menos el color de este regio jardín en primavera, cuando el olor a azahar y a rosa envuelve el aire haciéndolo más dulce y embriagador.

Palacio, Generalife

Palacio, Generalife

El relajante son del agua en el Generalife…

Generalife

Generalife

Ya he finalizado mi paseo, este reencuentro casi anual con la Alhambra, con la Historia y conmigo misma. El sol se eleva y, aunque es invierno, su caricia es tan agradable que casi sobra la chaqueta. Vuelta al mundanal ruido, bajando por la Cuesta de los Chinos hasta el final del Paseo de los Tristes, a su risueña plaza donde suenan las notas de una alegre melodía de algún músico itinerante.

Cuesta de los Chinos

Cuesta de los Chinos

Quizá me pierda por el Albaycín un rato, o vaya a tomar unas cañas al Soria, bar mítico y entrañable. O quizá me deje llevar hasta el Sacromonte, por sus callecitas de cuevas encaladas, coronadas de chumberas y maleza rebelde, hasta llegar a la Abadía, cuya puerta guarda un gato negro y perezoso. No sólo en la Alhambra perviven las reminiscencias de Al-Andalus.

Sacromonte

Sacromonte

Ay, Granada, si tú quisieras, contigo me casaría…

Tocaré ésa campana, por si acaso 😉

Fuente: www.ideal.es/granada

Fuente: www.ideal.es/granada

«¿Qué castillos son aquéllos? ¡Altos son y relucían!

– El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita.
El otro es Generalife, huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,  bien oiréis lo que decía:
– Si tú quisieses, Granada, contigo me casaría;
daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla.
– Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería.»

Romance de Abenámar (Anónimo).

La torre de la Vela

La torre de la Vela

*Referencias:

Visitas e información de la Alhambra en www.alhambradegranada.org.

Cuentos de la Alhambra, de Washintong Irving.

Poemas epigráficos de la Alhambra.

Romance de Abenámar, Anónimo, S.XVI.

«Llorando por Granada», Los Puntos. Canción dedicada a Boabdil (1970).

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12 Comentarios
  1. Responder

    Xavó Nuñez de Borbón

    22 junio, 2018

    Muy bellas fotos con historia

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