Moscú, el comienzo del Transmongoliano

Nada más lejos de la realidad. A cada paso te sorprendes. Descubres una Moscú renovada y monumental. Elegante a su manera. De inmensas explanadas y avenidas. Con una belleza quizá más tangible, más humana. Menos fría que la de «la Venecia del Norte». Serena como las aguas azules del río que la baña. Una ciudad resuelta, llena de vida. Una savia que brota de su palpitante corazón rojo, bajo el que duerme el eterno héroe de la revolución en una lóbrega cripta.

Y así, sin pensarlo, ya estás aquí… Dispuesta a descubrir lo mejor de la capital rusa.

Moscú, el corazón rojo de Rusia.

Primero sucumbes al metro, el Palacio Subterráneo de la capital rusa: ¿estamos en la Ópera o en el suburbano? 

Metro de Moscú

Recorres la deliciosa calle Arbat, siempre animada y concurrida, cayendo en cada una de sus banalidades: los artistas itinerantes, músicos y pintores de arte efímero. Los olores a perritos con mostaza. Los dulces. Las tiendas de souvenirs: ¿cuántas matrioskas caben dentro de una matrioska? Te has comprado un magnético de Yuri Gagarin, porque es muy vintage y te encanta. ¿Con este gorro de pelo podría sobrevivir un invierno ruso?

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El verdadero ballet ruso…

Te has extasiado con una obra de ballet infantil al aire libre, con los giros y aleteos estilizados de los bailarines, que parecen haber aprendido a danzar antes que andar. Incluso has pensado: «algún día volveré y compraré una entrada para ir a un ballet ruso de verdad, al Bolshoi».

Fuente: www.bolshoi.ru

Hasta acabar, con las luces del anochecer, ante la Plaza Roja. Al fondo brillan las cúpulas de San Basilio. En la antesala, sobre la fachada escarlata del museo de Historia, comienza a proyectarse la sombra del mariscal Zhúkov, héroe de la Segunda Guerra Mundial, pisando con una pata de su caballo una esvástica. Con la otra, un águila.

Mariscal Zúkhov, Moscú

Ahora toca entrar a LA PLAZA. Así, en mayúsculas. Porque es una de las más espléndidas del mundo. No en vano su nombre (Красная) significaba en ruso antiguo «bonita». Al corazón de Moscú y de toda Rusia, pues es el kilómetro cero del que parten todas las vías del mayor país del mundo. Gira. Rodea. Recorre. Y vuelve a girar 360 grados… Es verdad que estás aquí, rodeada de la muralla del Kremlin, las señoriales Galerías GUM, el Museo de Historia. Y San Basilio, la catedral símbolo de Moscú, construida por Iván el Terrible para celebrar la conquista sobre los tártaros. Sí, la Plaza Roja es lo que más impresiona respondo cuando me preguntan qué ver en Moscú.

Plaza Roja de Moscú

La momia de Lenin.

Con esta visión te vas a dormir y a despertar, entusiasmada, con el objetivo de volver a pisar la plaza a la luz del día. Esperar turno para bajar al Mausoleo de Lenin y contemplar al líder embalsamado. Visitar el museo Estatal de Historia, interesante y didáctico. El Kremlin, sede del gobierno ruso, con su conjunto de catedrales ortodoxas y la fastuosa Armería. Vuelta al lujo de los zares. La entrada cuesta mil rublos y además hay que hacer cola, pero no puedes dejarlo: mañana es jueves y está cerrado.

Museo Estatal de Historia

San Basilio por dentro no te gustará tanto como la de la Sangre Derramada, al ser un tanto caótica y destartalada. Sé comprensiva, estuvo a punto de desaparecer varias veces e incluso el mismo Napoleón la usó como establo.

San Basilio, la catedral de Moscú

No tan popular como San Basilio, pero también brilla con luz propia, la Catedral de Moscú propiamente dicha: la de Cristo Salvador. Te sobrecogerás con la luz de los cirios, el susurro de las oraciones, los besos silenciosos de los feligreses a los iconos de oro. Cúbrete el pelo y camina despacio, tratando de ser invisible.

Catedral Cristo Salvador, Moscú

Desde el puente que cruza el río Moscova saluda a Pedro el Grande. Al otro lado espera la Nueva Galería Tretiakov, la Casa de los Artistas, con sus «Kandiskys» y «Chagales».

Reflejos contemporáneos, qué ver en Moscú

Y, sobre todo, deambula por la ciudad, ¡sabes que es lo que más te gusta!

Dejar que te atrape el atardecer en Gorki Park

Gorki Park

Caminar todo Leniniski Prospet hasta el monumento al famoso cosmonauta, Yuri Gagarin…

Monumento a Yuri, Moscú

De nuevo mochila al hombro y a la estación de Kazansky (cuidado, ¡hay otras dos al lado! ¡No te pierdas!) Decir adiós a Moscú es como desperdirse de un amigo que sabes que volverás a encontrarte. Ahora empieza «la fiesta», la prueba de fuego: coger el tren con destino a Siberia. Rumbo a Asia, a esa otra Rusia desconocida, de estepas y bosques infinitos. ¡Vamos al Transiberiano!

Publicado por cosmopolilla

La vida es el arte de lo imposible. Licenciada en Comunicación Audiovisual, mi pasión es viajar. Desde 2013 lo cuento en mi blog.

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