Un estanque de nenúfares y flores de loto donde centellea el sol de la mañana es mi casa de hoy en Ubud, Bali. El humo del incienso de la primera ceremonia del día flota entre los árboles del jardín. De la avenida principal, la Monkey Forest Road, resuena el eco de un tambor al ritmo del que baila un barong, espíritu bueno. No puedo reprimir un suspiro… ¡Quiero quedarme a vivir aquí en Bali, la Isla de los Dioses!
Y, sin embargo, tras pasar diez días maravillosos en el edén regresé a Madrid… Pero como una de esas certezas de cosas que tengo claras en la vida, sé que volveré a Bali. Sé que volveré a perderme por sus campos de arroz, sus montañas y volcanes, sus playas de postal del trópico, sus rincones más fascinantes:
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Templos de Bali, la isla de los Dioses.
Las sombrillas amarillas destacan sobre el azul nítido del cielo. Las cintas de colores que rodean a las estatuas de piedra se mecen al viento. Dicen que en Bali existen más de diez mil templos, a los que acuden los balineses a diario a ofrecer sus ofrendas a los buenos espíritus. Y es que, a diferencia del resto de islas de Indonesia, cuya religión oficial es el islam, en Bali se practica el hinduismo por el 90% de la población.
¡Ahora toca ponerse el pañuelo ceremonial tipo «falda» y presentar también nuestros respetos a los espíritus!
Los imprescindibles son el imponente Pura Besakih, del S.XIV y conocido como el Templo Madre, en la falda del monte sagrado de Agung, un volcán de más de 3.000 metros de altitud. The Elephant Cave, el templo más antiguo de Bali, excavado en una roca.
Tampoco pueden faltar en nuestro itinerario buscando a los dioses Pura Tanah Lot, el templo dedicado al dios del mar sobre un saliente rocoso, quedándose aislado al subir la marea. Las fuentes sagradas de Tirta Émpul, cuya agua brota de un manantial que según la tradición fue creado por el Dios Indra. Con propiedades curativas, a este lugar acuden devotos desde hace más de mil años.
Y, mi preferido, Pura Ulun Danu, el templo del lago: flotando entre nenúfares en medio del cristalino Bratan, a él acuden los campesinos a pedir lluvias para sus cosechas.
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Ubud, corazón espiritual y cultural de Bali, la isla de los Dioses.
Rodeado de bosque y arrozales, la paz que se respira en Ubud contagia a todos los que la pisan. En esta pequeña ciudad se puede alcanzar el auténtico estado zen tras un relajante masaje balinés de una hora, a cambio de 5 euros. Refrescarse con un delicioso batido de frutas tropicales en una terraza – jardín.
Contemplar una danza balinesa tradicional en el interior de su palacio, dejándose asombrar por los gestos extraños y música de percusión disonante, tan lejana a nuestra cultura occidental.
Al final de la avenida principal de Ubud aguarda el Bosque Sagrado de los Monos, con cientos de primates dispuestos a dejarse fotografiar a cambio de un cacahuete; aunque te advierto que está prohibido ofrecerles comida.
Los senderos del norte de Ubud son caminos que acercan a la vida de los campesinos en aldeas donde aún se anota en la puerta el número de personas que habitan entre sus muros.
Bali, paisajes de exuberante naturaleza.
El centro de Bali, la isla de los Dioses, es verde y escarpado, con lagos a los pies de montañas nubosas y bosques infinitos. Partiendo de Ubud con excursiones de un día se pueden descubrir las joyas naturales que esconde la isla: La cascada de Gitgit, a la que se accede por un sinuoso sendero entre un frondoso bosque.
El solitario lago de Bunyan, alejado de las masas de turistas. ¿De repente estamos en Suiza o en Bali?
Recorrer las plantaciones de té, cacao o café de Luwak, el más caro del mundo: ¡un paquete cuesta en la Gran Manzana 50 dólares! Suerte que aquí se puede degustar por mucho menos…
Asomarse desde las alturas a Jatiluwih, las terrazas de arroz centenarias al norte de la isla. Un valle fértil y verde hasta donde la vista alcanza.
Playas de Bali, la isla de los Dioses.
Las aguas cálidas del oceáno Índico lamen las orillas de Bali, con un litoral de playas para todos los gustos: las hay tranquilas y solitarias. Turísticas y abarrotadas, como la popular playa de Kuta. Para iniciarse en el surf gracias a las olas largas de Legian; para expertos en los acantilados de Uluwatu, bajo el templo encargado de proteger a toda la isla de los malos espíritus; o Padang Pandang, donde se celebran algunas de las competiciones más importantes del mundo.
Playas de arena blanca y suave en el oeste, con aguas limpias y turquesas. Negra y volcánica en el este, mirando hacia las vecinas islas de Lombok y las Gili. Ventosas, ideales para practicar windsurf o vela como Jimbarán, al sur del aeropuerto. Para amantes de la vida submarina no hay que perderse la de Sanur, sobre un arrecife de coral.
La gastronomía balinesa.
Como en toda Asia el arroz es la comida base de la gastronomía de Bali, la isla de los Dioses. Lo más típico son las sopas de vegetales y los noodles o fideos de arroz acompañados de pollo, ensalada y huevo. Merece la pena probar el Sate, pinchos de pollo a la brasa con salsa de cacahuete. Y por supuesto unos Nasi Goreng, el plato nacional, que consiste en arroz con leche de coco, lentejas amarillas en salsa de soja, col y coliflor, pudiendo llevar también pollo o pescado especiado.
El sabor de las fruta es intenso y delicioso, lo mejor es dejarse querer y probar todas las combinaciones de jugos exprimidos al instante por precio irrisorio: un zumo de mango y naranja. De sandía y piña. De fruta de la pasión… Aún recuerdo esos ricos desayunos en forma de banana pancake… ¡Y la cerveza! Es obligatorio disfrutar de una Bintang al finalizar el día.
¿Hacemos las maletas y ponemos rumbo a Bali, la isla de los Dioses?
Lee la ruta completa en: Indonesia en la mochila, Java, Bali y Lombok.
Me encantaría adentrarme en el bosque sagrado de los monos, bueno, la verdad que me gustaría visitarlo todo, Bali me ha parecido un paraíso. Saludos
Gracias, Belén. ¡Lo es! Saludos
Una isla que vale muchísimo la pena y con un montón de matices que a, a menudo, pueden pasar desapercibidos a primera vista. Mi paisaje favorito, los arrozales cercano a Ubud. Y, no se porque, las cataratas Gilgit se nos pasaron. Deberé volver!
Gracias, Jordi. La isla parece pequeña pero luego engaña, tiene muchísimo que ver. A ti se te escapó Gitgit, a mí los zorros voladores. Me hubiera gustado ver a los «auténticos» vampiros pero no llegamos a ir… Como tú dices, ¡hay que volver!
¡Buen post! Añadiría también ver una «kecak dance». Vi la típica danza balinesa (como la de tu foto) durante mi estancia en Ubud y la Kecak dance me pareció más interesante. ¡Saludos!
Muchas gracias, tomo nota para la próxima 🙂