«Levántate, oh Dios, y juzga tu causa: ten presentes tus ultrajes, los ultrajes que te están haciendo de continuo una gente necia» Salmo 74:22

La tiniebla cubre al viejo continente de oscuridad y fanatismo. Se persigue al hereje, a cualquier sospechoso de prácticas no católicas. Las hogueras se inflaman consumiendo los gritos y las vidas de brujas y perjuros, condenados para siempre al fuego eterno. La Santa Inquisición tiene su origen en el S.XIII, aunque a España no llegará hasta finales del S.XV, en los tiempos del «tanto monta, monta tanto». El primer tribunal se instala en Sevilla; si bien Madrid dependió hasta 1650 del de Toledo. Fue durante el reinado de Felipe IV, en pleno Siglo de Oro, cuando consigue una sede propia para celebrar juicios inquisitoriales en la capital.

Reo de la Inquisición, los Caprichos de Goya

Tras las huellas de la Inquisición en Madrid.

El Tribunal del Santo Oficio.

Empezamos en la calle Torija, número 12. Muy cerca del Senado se instaló en 1780 el Consejo Supremo del Santo Oficio, en un monumental edificio rojizo y austero, diseñado por Ventura Rodríguez. Durante los cien años previos, los primeros juicios habían sido llevados a cabo en casas mucho más humildes, de adobe y ladrillo.

Tribunal de la Inquisición en Madrid
Placa de la fachada, Tribunal de la Inquisición

¿Y cuál era el destino inmediato de los detenidos? La próxima parada nos lleva a la calle Isabel la Católica, anteriormente denominada calle de la Inquisición. En sus inmediaciones se alzaba el monasterio de Santo Domingo,  demolido en 1869. Sus mazmorras, que se usaron de cárcel para los amigos del demonio, hoy han sido reconvertidas en un moderno bar en el sótano  del hotel Mercure.

La Inquisición en Madrid: la plaza Mayor.

Tras días y noches de tortura y tormento, a la madrileña plaza Mayor eran desplazados los reos, lugar donde se celebraban los Autos de fe. Ante una multitud de espectadores sufrían todo tipo de vejaciones, eran juzgados y condenados. Aquí se juzgó a ciento sesenta y dos personas, de las que veintinueve serían condenadas a morir abrazadas por las llamas. La plaza Mayor también sirvió de patíbulo, aunque en ella nunca se prendió hoguera. Sí fue testigo de más de trescientas cincuenta ejecuciones por garrote vil y horca, hasta que el patíbulo fue trasladado a la plaza de la Cebada.

La plaza Mayor de Madrid

¿Y los edictos de fe?

Las iglesias del centro también fueron escenario del largo brazo de la Inquisición en Madrid. A diferencia de los autos de fe, que se celebraban en las plazas publicas y cuyo fin era leer y ejecutar sentencias contra los condenados, los edictos de fe ocurrían bajo techo sacro. Mediante ellos se avisaba a los feligreses de su obligación de delatar a posibles herejes, en un llamado «tiempo de gracia», siempre de forma anónima. Los templos de San Sebastián, San Miguel, San Martín o San Francisco el Grande fueron testigos de cientos de denuncias de unos vecinos a otros, en función de simpatías e intereses.

San Francisco el Grande
Herejes, ¡a la hoguera!

Juzgados y condenados, ya sólo les queda esperar a que el fuego purificador les abrase las entrañas. ¿Pero cuál era la ubicación de los quemaderos? El primero se instaló muy próximo a donde hoy ve pasar el tiempo la famosa Puerta de Alcalá. En concreto en la confluencia de Alcalá con Claudio Coello: justo en la esquina donde posteriormente se construyó la primera plaza de toros de Madrid humeaba un quemadero.

La Puerta de Alcalá

Poco después, con el fin de alejar los fuertes olores a humo y carne chamuscada en el centro de la ciudad, el quemadero fue trasladado a las afueras: a la Glorieta de Ruiz Giménez. Justo a la salida del metro San Bernando, donde hoy se levantan unos modernos edificios con terrazas ajardinadas.

Glorieta Ruiz Giménez

La Inquisión en Madrid: la plaza de la Cruz Verde.

Retrocedamos sobre nuestros pasos. A una recogida plaza donde hoy sólo se escucha el tintineo de la fuente y el aleteo de las palomas al bañarse en ella. Ésta también fue escenario del macabro teatro de la muerte, llevándose a cabo autos de fe, ejecuciones y la quema de los cadáveres de los que habían perecido por ahorcamiento. Por ello este lugar se marcó con una cruz verde, símbolo de la Inquisición.

El gremio de los ceniceros.

Ante tal profusión de actividad para salvaguardar la fe, las cenizas fruto de la quema tenían que ser recogidas por alguien. La siguiente parada guía nuestros pies por los adoquines de Huertas hacia el Caixa Forum, a la calle de Cenicero. El exuberante jardín vertical parece querer olvidar que en aquellos años allí moraba este singular gremio, quienes entre sus quehaceres diarios se encargaban de limpiar y recoger de las hogueras las cenizas de las víctimas de la Inquisición. Cenizas que reciclaban y convertían en un potente limpiador con la fuerza de la lejía.

Calle de Cenicero
Y así, el polvo vuelve al polvo….

Aquí finaliza la ruta siguiendo las huellas de la Santa Inquisición en Madrid. Tras varios intentos, su fin llegó en julio de 1834, quedando abolida para siempre, con un eterno rastro de sangre y tortura.

Publicado por cosmopolilla

La vida es el arte de lo imposible. Licenciada en Comunicación Audiovisual, mi pasión es viajar. Desde 2013 lo cuento en mi blog.

Únete a la conversación

9 comentarios

    1. Hola Alessandra, como periodista de viajes te puedo asegurar que me documento bien antes de escribir un artículo, en este caso mis fuentes son los libros de Enrique Fernández y Fátima de la Fuente, historiadores de la ciudad de Madrid («El Madrid más fantasmagórico»), saludos

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Salir de la versión móvil