Hombres Santos, valle de Katmandú guía de viaje
Asia Nepal

Valle de Katmandú: Guía de Viaje

Escrito por la
el
5 octubre, 2017
Subida a Swayambhunath, valle de Katmandú

Subida a Swayambhunath, valle de Katmandú

«¿Por qué viajas a Nepal?» Me preguntó con una media sonrisa mientras servía un plato de momos vegetales. Si hubiera estado en Thamel, el barrio céntrico de Katmandú la cuestión de este joven camarero me hubiera extrañado, debido al trasiego constante de guiris. Pero en  una plaza escondida de Bhaktapur, donde pocos se hospedan y callejean más allá de las tres plazas principales, su curiosidad era evidente. «Siempre he querido venir a Nepal, contemplar el Himalaya. Su cultura, esa mezcla de hindú y budista, me resulta muy atrayente«. Ay, en ese momento no sabía con certeza, aunque ya podía intuirlo, que la atracción se convertiría en amor perenne. Nepal caló en mí despacio pero de forma determinante. No fue un flechazo, si no un amor tranquilo, de los que dejan poso, te empapan el alma y se quedan contigo.

Templo de los monos, valle de Katmandú

Templo de los Monos, valle de Katmandú

Valle de Katmandú, de la metrópoli a la periferia. 

Sí, el Himalaya era el principal reclamo para esta aventura de tres semanas por el país asiático. Pero, antes de tomar un autobús en dirección a Pokhara, la puerta del Annapurna, decidí explorar la capital nepalí y su extrarradio, con joyas monumentales Patrimonio de la Humanidad. Cinco días son suficientes para tomar el pulso a una zona que aún se recupera de la catástrofe, dos años después del terremoto que lo asoló en 2015.

Plaza Durbar, Katmandú

Plaza Durbar, Katmandú

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Katmandú, un «caos ordenado». 

Lo reconozco. Me sentí un tanto abrumada en ese primer taxi del aeropuerto a Thamel, por 500 rupias (5 dólares). Vacas por la carretera, intenso tráfico y contaminación, locos adelantamientos… El centro de la ciudad es una réplica. Un laberinto de callejones en los que esquivar bicis y motocicletas. Muchas de esas travesías sin asfaltar, un lodazal si se viaja en época de Monzón como fue mi caso (de junio a septiembre). Y, sin embargo, al cabo de los días comprendí que es un caos en el que ellos se desenvuelven perfectamente. Nadie se enfada, nadie grita, no tocan el claxon bramando insultos como en Madrid. Coger un autobús resulta sencillo si sabes dónde: en el parque Ratna. Sólo hay que preguntar hasta descubrir cuál es.

Katmandú, un caos ordenado

Katmandú, un caos ordenado

Qué ver en Katmandú: principales monumentos.  

Todos los caminos conducen a la plaza Durbar, el corazón de Katmandú. Por las callejuelas que la unen con Thamel asoman templos y stupas en los que contemplar rezos y oraciones, siempre de forma respetuosa. Aparte de ser el barrio donde se alojan los extranjeros, con numerosas tiendas de souvenires a precio de ganga, las terrazas, jardines y restaurantes hindúes, nepalíes y tibetanos le dan un ambiente muy internacional, donde se puede comer o cenar barato y rico.

Templos hindúes del centro de Katmandú

Templos hindúes del centro de Katmandú

La plaza Durbar de Katmandú.

Visiblemente dañada por el terremoto, el acceso a la plaza Durbar cuesta 1000 rupias (10$), lo cual me resultó un tanto excesivo pensando en que la habitación me costó 300 y el almuerzo aún menos. Pero quiero pensar y espero que se destine a su pronta recuperación.

Edificios, plaza Durbar de Katmandú

Edificios, plaza Durbar de Katmandú

Entrada a la plaza Durbar

Entrada a la plaza Durbar

Durbar significa «palacio» y es una plaza medieval donde se coronaba a los reyes antaño. Entre la Gran Campana, cuyo tañido dicen que aleja a los malos espíritus, templos apuntalados y otros que más o menos sobrevivieron al desastre, fluye un continuo río de fieles que acuden a pedir los favores de Ganesh y Siva. Rozan con la palma de sus manos a los terneros al pasar. Cantan, prenden velas, en una cotidianeidad que para una europea como yo es un derroche de olores, sonidos y colores.

Katmandú, plaza Durbar

Katmandú, plaza Durbar

La diosa Kumari y el festival del Teej.

Lo más relevante de la plaza Durbar es la casa de la diosa viviente Kumari: una niña que es elegida como el símbolo de Devi, la diosa de la espiritualidad femenina, y habita en ella hasta alcanzar la adolescencia. Durante el festival del Indra Jatra, en septiembre, desfila por la ciudad en una carroza para celebrar el fin del Monzón. Por esta vez no llegué a coincidir en el tiempo, pero sí con el Teej, el festival de la Mujer en el que se visten de gala, cantan y bailan en las plazas en una explosión de alegría. Sí, sólo por este día mereció la pena venir a Nepal a finales de agosto, en época de lluvias.

Teej, festival de las Mujeres en Katmandú

Teej, festival de las Mujeres en Katmandú

La plaza de Indra Chowk.

Al norte de la plaza Durbar el casco antiguo de Katmandú es un entramado de callejuelas que de vuelta conduce a Thamel entre bahales (patios budistas), tiendas de especias, bazares de ropa, cachivaches y artesanía. Obligatoria parada en la concurrida Indra Chowk, plaza con tres templos donde flota el humo del incienso entre vendedores de flores y telas.

Centro de Katmandú

Centro de Katmandú

Relax en el jardín de los Sueños.

Recuperar el sosiego es fácil sin salir de Katmandú. El jardín de los Sueños se ubica en Thamel pero atravesar esa puerta es transportarse miles de kilómetros al oeste. Inspirado en los jardines ingleses, esta es la obra de un mariscal en 1920. Fuentes, estanques, bancos en los que sentarse a meditar… O simplemente dejar que la tranquilidad perdida reclame su sitio.

Jardín de los sueños, Thamel

Jardín de los sueños, Thamel

El museo del palacio Narayanhiti.

Tan sólo ha pasado una década en la que se expulsó a la familia real de Nepal y se instauró una República. Hoy la residencia de los monarcas se abre al público como una muestra del despilfarro y la opulencia en la que vivían la élite del país mientras el resto de sus súbditos pasaban penurias. Tigres y leones de ojos vidriosos, a los que se les arrebató la vida para decorar lujosos salones, clavan su mirada triste desde el lugar al que nunca pertenecieron. Fuera, en los jardines, se perciben los agujeros de bala originados por el príncipe Dipendra al asesinar a su familia en 2001. No se permite hacer fotografías.

Palacio de los reyes

Palacio de los reyes

Valle de Katmandú: templo de Swayambhunath.

El conocido como templo de los monos, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se eleva en una colina en la parte alta de Katmandú. Desde la plaza Durbar caminamos una hora (a la vuelta, un taxi por 300 rupias). Sólo por las impresionantes vistas del valle de Katmandú merece la pena ascender por la empinada escalinata de piedra donde coloridos budas saludan a los visitantes. Los monos observan con cara de pocos amigos; en mis viajes he aprendido a evitarlos, son muy «monos» pero impredecibles.

Mono en el templo de los Monos, valle de Katmandú

Mono en el templo de los Monos, valle de Katmandú

El premio: una imponente stupa blanca con los ojos de Buda pintados en azul, donde las banderillas tibetanas se balancean bajo el viento del norte. Los peregrinos giran los molinos, siempre en sentido de las agujas del reloj: hay que completar tres vueltas para formalizar una plegaria. Las sonrisas de otras deidades budistas como la Tara Verde y la Blanca los acompañan.

Templo sagrado de los Monos, Katmandú

Templo sagrado de los Monos, Katmandú

Stupa de Bodhnath y barrio tibetano.

En el lado opuesto de Katmandú se ubica otra stupa, sin tan buenas vistas pero de mayor tamaño: la de Bodhnath en el barrio tibetano. La mejor hora para visitarla es al atardecer, cuando se puede ver a los monjes tibetanos con sus cabezas afeitadas y togas color granate. Estudian y habitan en los monasterios de los alrededores como el de Kopan, donde vivió el joven de la Alpujarra que señalaron como reencarnación de su Lama.

Monasterio de Kopan, valle de Katmandú

Monasterio de Kopan, valle de Katmandú

Lámparas de manteca, banderas tibetanas… Bodhnath es un gran asentamiento de los que huyeron de Tibet tras la ocupación china. Para visitarla esperé a una noche de luna llena, cuando alrededor de la cúpula se prenden cientos de velas. Desde el parque Ratna el autobús costó apenas 50 rupias; un taxi, 500.

Bodhnath

Noche de luna llena en Bodhnath, valle de Katmandú

Pashupatinath, las cremaciones en el Bagmati.

Me debatía entre si debía ir o no ir a Pashupatinath. Finalmente, opté por acercarme en mi último día en Nepal, antes de regresar a Madrid, y situarme en el otro margen del río a una distancia prudencial de los funerales. El templo hindú más importante de Nepal es un conjunto de pagodas de las que se irradia música y cánticos espirituales. A ellos acuden las familias para dar el último adiós a sus seres queridos, en una ceremonia que consiste en lavar sus cuerpos en el río sagrado Bagmati para quemarlos después en las piras de la orilla.

Pashupatinath, templo sagrado hindú de Katmandú

Pashupatinath, templo sagrado hindú de Katmandú

Mis dudas me decían que el dolor y la pérdida no debería ser un espectáculo turístico para nadie. Sin embargo, los rituales en torno a la muerte forman parte de la cultura y son un reflejo de ella desde tiempos ancestrales. Con todas estas cavilaciones atravesando la entrada, los guardianes no dudaron en pedir 1000 rupias, ése es el precio para los no hindúes. Al atardecer, al otro lado del río, pude contemplar varios funerales que se celebraban simultáneamente. No estaba sola, varios turistas me acompañaban y sentí bastante indignación cuando un grupo de orientales aparecieron con cámaras de tamaño gigante y se pusieron muy cerca a tomar fotografías, sin respeto ninguno.

Cremaciones en el río Bagmati

Cremaciones en el río Bagmati

Los Holy Men de Pashupatinah.

Tras vivir esta experiencia puedo decir que es interesante la visita a Pashupatinath, siempre que se haga con deferencia. A pesar de que los no hindúes tienen prohibida la entrada al templo principal, el gran recinto es un conjunto de bellos santuarios de piedra donde viven los «Holy Men», fotografía a cambio de 100 rupias, puestos de ofrendas, caléndulas, incienso, polvos, caracoles… Un cuadro en el que la tristeza y los cantos del templo se mezclan con la alegría de los niños bañándose en el río donde lavan a sus muertos, por el que caminan las vacas a su antojo… Sí, Pashupatinath ha sido de los lugares que más me ha impactado de todo Nepal.

Hombres Santos, valle de Katmandú guía de viaje

Hombres Santos

Valle de Katmandú: la ciudad – estado de Patán.

En newar Yala; en sánscrito Latlipur. Al sur de Katmandú, el sagrado río Bagmati marca la separación con Patán, una ciudad – estado en la Edad Media con un monumental centro histórico, tristemente muy dañado tras el terremoto. Decidimos pasar una noche allí, buscando la tranquilidad de la ciudad al atardecer cuando ya los turistas se han marchado. Una opción acertada; al dormir, sólo oí el canto remoto de unos grillos tras la lluvia.

Plaza Durbar de Patán, valle de Katmandú

Plaza Durbar de Patán, valle de Katmandú

La plaza Durbar de Patán.

El punto más importante para empezar a explorarla es su plaza Durbar, con magníficos templos hindúes dedicados a Bhimsen, Siva o Krishna. La campana de Taleju era con la que los habitantes de la ciudad mostraban al rey sus quejas. Al igual que en Katmandú, la entrada a la plaza de Patan cuesta 1000 rupias.

Reconstrucción de la plaza Durbar de Patan

Reconstrucción de la plaza Durbar de Patan

El palacio Real de Patan.

El palacio Real es espléndido: un gran edificio de ladrillo con ventanas y celosías de madera muestra de la mejor arquitectura newar de todo el valle de Katmandú. Pasear por su interior es pura calma entre patios, fuentes y un gran estanque. Anexo se encuentra el museo de Patan, la antigua residencia de los reyes Mallas. A lo largo de salas y pasillos se exhibe una importante muestra de arte religioso asiático. Del otro lado, desde las ventanas se percibe la reconstrucción de los edificios que fueron reducidos a escombros con el temblor. Poco a poco. Estoy segura que en unos años Patán volverá a brillar con luz propia.

Museo de Patán

Museo de Patán

Palacio Real de Patán

Palacio Real de Patán

El Templo Dorado de Patan.

Al norte de la plaza Durbar descubrí uno de los tesoros de Patan: el Templo Dorado, un monasterio budista fundado en el S.XII. Sólo hay que descalzarse a la entrada y dejarse llevar por los cánticos de las mujeres, sentadas en el patio principal frente a la estatua de Sakyamuni. Elefantes y leones, pequeños santuarios laterales y una rueda de la vida tibetana… Un lugar donde la paz y la buena energía impregnan el ambiente.

Templo Dorado, Patan

Templo Dorado, Patan

Callejones y patios, pequeños comercios de artesanía y objetos religiosos, mercados de fruta, estanques y templos menores… El centro de Patan es un buen lugar para deambular y perderse, fotografiando cada detalle.

Tienda de máscaras, Patan

Tienda de máscaras, Patan

Bhaktapur, la Ciudad de los Devotos.

A la tercera ciudad del valle de Katmandú llegué en autobús desde Patán, también dispuesta a hacer noche en una de las muchas casas de huéspedes que hay junto a la plaza Durbar. La entrada a todo el centro histórico de Bhaktapur cuesta para extranjeros 1500 rupias y es necesario indicar los días de la estancia. Produce bastante pesar el contemplar la que fue la mejor ciudad medieval conservada del valle de Katmandú, y es que la mayoría de los magníficos templos que se alzaban en la plaza Durbar de Bhaktapur se vinieron abajo durante el terremoto.

Plaza Durbar de Bhaktapur

Plaza Durbar de Bhaktapur

El templo más alto de Nepal.

Por suerte, en la cercana Taumadhi Tole resistió invencible Nyatapola: con 30 metros de altura y cinco plantas, es el templo más alto de Nepal. El acceso a su base lo custodian dos míticos luchadores de piedra Jayamel y Phattu, agarrando sus mazos como advertencia a los que quieran profanar el santuario de la diosa Durga.

Nayatola, Bhaktapur

Nayatola, Bhaktapur

La plaza de los Alfareros.

El de Betal, Til o Bhairabnath son los otros tres templos que bordean la plaza armando un bello conjunto arquitectónico más propio de otra época. Las telas de colores de las tiendas aledañas se mecen con el viento que trae las nubes y la lluvia… Apurarse, buscar refugio en una terraza cubierta de la Tachupal Tole, saboreando un té masala con cánticos tibetanos como telón de fondo. Una tarde inolvidable, pendiente de visitar la plaza de los Alfareros cuando remita la lluvia.

Plaza de los Alfareros, Bhaktapur

Plaza de los Alfareros, Bhaktapur

El delicioso yogur blanco de Bhaktapur.

Otro indispensable de Bhaktapur es degustar sus cremosos yogures blancos, los juju dhau, servidos en vasos de barro cocido en las casas de comidas junto a la entrada a la plaza Durbar por la puerta de la ciudad.

Yogur de Bhaktapur

Yogur de Bhaktapur

Valle de Katmandú: Kirtipur.

Más pequeña y menos vistosa que las anteriores, un pequeño paseo de media mañana basta para conocer sus joyas históricas como la plaza principal, en cuyo estanque se divierten los niños dándose un chapuzón, el gran templo de Bagh Bhairab o el santuario de Ganesh Uma Maheshwar, custodiado por dos elefantes de piedra y con frisos de madera tallados con escenas eróticas.

Estanque de la plaza Mayor de Kirtipur

Estanque de la plaza Mayor de Kirtipur

Templo hindú en Kirtipur

Templo hindú en Kirtipur, valle de Katmandú

Tallas eróticas del templo de Kirtipur

Tallas eróticas del templo de Kirtipur

Gastronomía: ¿qué se come en Nepal?

El momo es el plato nacional: unas empanadillas de carne o verdura, fritas o cocidas, que se sirven desde cualquier puesto callejero a un restaurante de lujo. Cuidado con las salsas, las hay suaves y otras que pican hasta lagrimear.

Momos y noodles

Momos y noodles

El menú degustación (Nepali Set) consiste en un plato metálico con varios compartimentos en los que probar un poquito de cada especialidad: patatas con comino y cúrcuma, brotes de bambú guisados, jabalí, pollo y sopa agria con verduras. También en opción vegetariana. Lo comí en la Thamel House en Katmandú, donde también hay espectáculo de música y baile y por lo tanto, de los más caros y turísticos. Con especialidades tibetanas e hindúes me gustó, tanto que repetí, el restaurante Yak.

Cena en el Yak, Katmandú

Cena en el Yak, Katmandú

La cerveza es un lujo: como en todos los países que he visitado de Asia, cuesta más que comer. Una Everest de 0,5 litros ronda entre las 350 y 450 rupias.

Alojamiento en el valle de Katmandú.

En Katmandú las dos primeras noches reservé en el Hotel Bright Star, en Thamel. Muy económico y básico (6$ la habitación doble con baño) los dueños son encantadores aunque al amanecer me despertaban el ruido de las campanillas y las oraciones. A la vuelta de recorrer el valle de Katmandú nos alojamos en el Yala Peak, en pleno centro de Thamel y atendido por unos jóvenes amabilísimos donde compramos los billetes de autobús a Pokhara.

En Patán, como sólo pasamos la noche decidimos darnos un pequeño «lujo» y alojarnos en una casa tradicional con decoración newar: Yamba. Un precioso apartahotel con desayuno incluido por 32$ la habitación doble.

Alojamiento en Patan

Alojamiento en Patan

Bhaktapur: una noche en la Kumari Guest House, 10$, cama y ducha caliente en baño privado. Lo mejor: el desayuno en la terraza con vistas al templo de Nyatapola.

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11 Comentarios
  1. Responder

    pepeyo

    24 septiembre, 2018

    La espiritualidad de los mendas de Pasupinath se resume en DAME PASTA mientras poso mi personaje y me haces fotos… FARSANTES.

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