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San Petersburgo, la ciudad de los zares

Escrito por la
el
14 septiembre, 2015

Los terrenos pantanosos por los que se derramaba el río Neva, justo antes de extinguirse en el mar Báltico, fueron testigos de un prodigio en la primavera de 1703. Un zar visionario, llamado Pedro el Grande, encauzó las aguas entre canales, como si quisiera imitar a Venecia. Levantó San Petersburgo sobre las marismas. Su deseo: convertirla en «la ventana de Rusia hacia el mundo occidental»

Durante más de doscientos años se mantuvo aristócrata y elegante, como capital del Imperio ruso. También vivió tiempos revolucionarios, siendo la sede de la rebelión bolchevique. Incluso cambios de nombre: Petrogrado y Leningrado. Hoy San Petersburgo ha vuelto a sus raíces. Ante el museo del Hermitage, antiguo Palacio de la corte, las carrozas y personajes de época cobran vida, invitándonos a un viaje al tiempo de los zares. Pero, si nuestros pies nos llevan a cruzar el río, en la isla donde se alza la fortaleza de Pedro y Pablo los ecos subversivos persisten, entre las paredes de las celdas del bastión Trubetskoy.

Dvortsovaya (plaza del Palacio), San Petersburgo

Dvortsovaya (plaza del Palacio), San Petersburgo

Las noches blancas en verano.

Lo primero que capta mi atención al llegar a San Petersburgo es la luz. Son las cuatro y media de la mañana y ya ha despertado el día. Estamos a mediados de agosto. Tengo que volver en plena época del solsticio, junio. Vivir las «Noches Blancas«. Tras pasar la aduana, nuevo sello en el pasaporte, recoger la mochila,… Cojo el autobús número 13 (40 RUB, ¡qué barato!) y el metro hasta el hostel. Las paradas están escritas en latino y en cirílico, así que no entraña dificultad. El metro de San Petersburgo en sí mismo ya es una atracción: es el más profundo del mundo. ¡Parece que esté descendiendo al mismo centro de la tierra!

El alojamiento, (hostel Schastliviy Sluchai) básico y en una esquina del centro, es un cobertizo de madera cálido y acogedor. No hablan inglés pero no importa, el lenguaje universal y la buena intención todo lo pueden. 

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San Petersburgo, punto de partida del Transiberiano.

Avenida Nevsky.

Para comenzar, tan sólo tengo que ubicarme en Nevsky prospekt, la arteria de la ciudad, que conecta en sus 4,5 kilómetros el monasterio de Alexander Nevsky, en su extremo, con el Hermitage. La mayor calle de Rusia es una avenida ecléctica y concurrida. Ambientada por las notas de músicos ambulantes, combina distinguidos puentes sobre los canales, fachadas de palacios, museos, edificios de la época soviética, comercios, cadenas de comida rápida o puestos de perritos calientes por 150 RUB.

Canales de San Petersburgo, Nevsky pr.

Canales de San Petersburgo, Nevsky pr.

Puente en Nevsky Prospekt, detalle

Puente en Nevsky Prospekt, detalle

Monasterio de Alexander Nevsky.

Los sagrados restos del patrón de la ciudad, Alexander Nevsky, reposan entre estos sobrios muros. Y aún atraen a numeros devotos, dispuestos a rendir culto al que consiguió la victoria en la batalla contra los suecos en 1240. Este complejo es un agradable recinto rodeado de verde, que alberga la catedral de la Trinidad, de estilo neoclásico.

Monasterio de Alexander Nevsky, San Petersburgo

Monasterio de Alexander Nevsky, San Petersburgo

Monasterio de Alexander Nevsky, San Petersburgo

Monasterio de Alexander Nevsky, San Petersburgo

Lo más destacado para mí, el conjunto de cementerios: el Nikolsky, tras la iglesia. El de los comunistas, con eminentes miembros del Partido, identificados con una estrella roja. El de Lázaro y el cementerio Tikhvin, conocido como la Necrópolis de los Artistas, último descanso de ilustres músicos como Tchaikovsky, Rimsky-Korsakov o Borodin. La tumba del mítico Dostoyevski también se descubre en un paseo por el silencioso parque, tan sólo alterado  por el graznido de un cuervo o la aparición de algún gato entre las lápidas.

Tumba de Tchaikovsky, cementerio de los artistas de San Petersburgo

Tumba de Tchaikovsky, cementerio de los artistas de San Petersburgo

Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada.

Llevaba tanto tiempo soñando con ella que, al tenerla frente a mí, dudo que sea real. Con su estructura de cuento, sus cúpulas de fantasía multicolores, es la imagen que identifica a San Petersburgo,  Erigida para conmemorar el asesinato del zar Alejandro II en 1881, sobre el mismo lugar en el que fue atacado, es impresionante desde todos los ángulos. A su espléndido interior, de mosaicos azules y dorados, se accede a cambio de 300 rublos.

Iglesia de la Sangre Derramada

Iglesia de la Sangre Derramada

Iglesia de la Sangre Derramada

Iglesia de la Sangre Derramada

La catedral de Kazán.

Si bien la anterior se puede considerar más como un museo, ésta es un auténtico templo ortodoxo ruso. Su arquitectura exterior está inspirada en San Pedro de Roma, con dos brazos de columnas y una cúpula de 80 metros. Para entrar me cubro la cabeza e inicio la visita en un riguroso silencio. Los fieles prenden velas y hacen cola para besar el venerado icono de Nuestra Señora de Kazán.

Catedral de Kazán

Catedral de Kazán

Interior de la catedral de Kazán

Interior de la catedral de Kazán

Museo del Hermitage.

Calificado como uno de los mejores museos del mundo, se necesita todo un día para recorrerlo. Su colección contiene desde reliquias del Lejano Oriente o el Antiguo Egipcio a obras de Tiziano o Velázquez. En los aposentos imperiales de Nicolas II, el último zar, el lujo de los Romanov deslumbra bajo los destellos cristalinos de lámparas de araña. Sobre el suelo tapizado por dieciséis tipos de madera es fácil imaginarse a Catalina la Grande danzando. El precio de la entrada al Hermitage son 400 RUB. Si se quiere tomar fotografías, hay que abonar 200 más. Atención: la entrada es gratuita el primer jueves del mes.

El Hermitage

El Hermitage

Catedral de San Isaac.

¿Cansada? Aún hay que subir los 262 escalones que llevan a la columnata de la cúpula de la catedral de San Isaac, una de las más grandes del mundo, para tener a San Petersburgo a tus pies. Las vistas merecen la pena. El interior, también, con 600 metros cuadrados de mosaicos.

San Isaac, San Petersburgo

San Isaac, San Petersburgo

Jardín de Verano de San Petersburgo.

Un nuevo día en San Petersburgo y, después de tanto monumento, creo que merezco una tregua. Qué mejor lugar para oxigenarse que el jardín más antiguo de la ciudad, a orillas del Neva. Además, ha salido el sol, con lo cual es una delicia disfrutar de los árboles, estatuas y fuentes que servían de retiro a Pedro el Grande del estrés de la corte.

Jardín de Verano de San Petersburgo

Jardín de Verano de San Petersburgo

Antes de internarme entre sus muros, una curiosidad llama mi atención: la gente se agolpa en el extremo del canal, lanzando monedas a la figura de un pajarillo de piedra, tallado en el dique. Cuenta la tradición que tendrá fortuna quien logre que la moneda quede en su base…

Pajarillo de la suerte, dique, San Petersburgo

Pajarillo de la suerte, dique, San Petersburgo

Fortaleza de Pedro y Pablo.

Cruzo el río hacia la isla Zayachy: varios puentes dan acceso a la fortificación en cuya catedral están enterrados los zares. Hoy su sueño eterno me temo se vea alterado por los flashes de los numerosos turistas que pasamos por allí. La subida al campanario se cobra aparte y me decepciona, dado que el exceso de alambrado estropea cualquier intento de obtener una buena instantánea.

Catedral de Pedro y Pablo

Catedral de Pedro y Pablo

El bastión Trubetskoy de cárcel ha pasado hoy a un museo de la revolución. Por sus estrechos pasillos observo los habitáculos que fueron las celdas de los presos políticos de la época: Leon Trotsky, Mikhail Bakunin, Maxim Gorki y Fiodor Dostoyevski. Tras la revolución cambió de manos, y fue usada para torturar al hijo del zar y como cárcel para nobles y contrarrevolucionarios.

Celda de Trotsky

Celda de Trotsky

Sabor a San Petersburgo: comer y beber.

Para probar la comida típica rusa, hago caso de la guía y localizo el restaurante Yat. Céntrico, a la derecha del Hermitage, pasando el puente. Un local acogedor y con bastantes turistas como clientes. Nos dejamos aconsejar por el camarero: una sopa schi, reconfortante y deliciosa. Dos cervezas, unos entrantes y una ternera «stroganoff». El postre, tiramisú ruso, está exquisito. Precio: 2000 RUB. 

Típica sopa schi, restaurante Yat

Típica sopa schi, restaurante Yat

Anochece: unas sidras de sabores en «La Sidrería». Genial ambiente, buena música y una camarera muy agradable con ganas de practicar inglés. Aquí sí que sólo hay rusos. No es que sea muy típico, digo lo de la sidra… ¡Lo siento, el vodka no me gusta!

Y así me despido de San Petersburgo. De las aguas de su río Neva. De su aire fresco, aún en verano. De esta ciudad amplia, verde y bien cuidada. El camino continúa hacia el sur… Próxima parada, Moscú. ¡El Transmongoliano no ha hecho más que empezar!

Río Neva, San Petersburgo

Río Neva, San Petersburgo

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