A orillas del Volga en Kazán
En ruso Казань, Kazán es la capital de Tartaristán, puerta de Asia, confluencia de Oriente y Occidente. Crisol de lenguas y culturas. A orillas del Volga me fascinó esta ciudad que, si tuviera que definir en una sola palabra sería «AZUL«, en todas sus tonalidades. Celeste como el cielo nítido que me acompañó los dos días que caminé sobre sus piedras. Tuquesa como las aguas del grandioso río que la vadea, el más grande de Europa. Cobalto como la mezquita que preside su Kremlin.
Elegida al azar, como paso de Moscú al tren largo por Siberia, ¡Kazán ha sido una de las sorpresas del Transmongoliano!
Llegamos a Kazán tras nuestra primera experiencia en tren ruso, toda la noche desde Moscú compartiendo habitáculo con dos peterburgueses con ganas de guasa, empeñados en invitarnos a coñac (y eso que al tren está prohibido llevar alcohol) y en saber qué opinamos de Putin. Nos apeamos desorientados y hambrientos. Junto a la estación un Mac Donals nos provee de café y la conexión WiFi que nos permite ubicarnos. El centro está a casi media hora andando, pero hace bueno y con cafeína en las venas no importa. El hostel Kremlin, como bien dice su nombre, está situado a tiro de piedra. Limpio, de habitaciones amplias y luminosas. Y económico. ¡No se puede pedir más!
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Contenido del artículo
El Kremlin de Kazan.
Un ligero almuerzo en el parque junto a un lago, consistente en sobras de la comida que llevamos al tren. De fondo, el aleteo de los patos. ¡Qué tranquilidad y qué día tan soleado hace! Ahora sí, listos para ascender a la esencia de Kazán, la fortaleza blanca. La puerta del Kremlin la guarda el poeta tártaro Musa Calil, ejecutado por los nazis en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial. La entrada es gratuita y permite pasear a tu antojo por sus monumentos, tiendas y jardines.
Ante mí se alza la inclinada Torre de Siuyumbiké, símbolo de la ciudad. A su pie ha cobrado vida la última reina tártara, envuelta en ropajes y peinados de la época. De ella tomó su nombre tras ser la ciudad invadida (y arrasada) por Iván el Terrible. Según la tradición, la desdichada reina se tiró desde lo alto, antes de casarse con el conquistador, quien se había quedado prendado de su encanto.
En la Catedral de la Anunciación, un templo ortodoxo de cúpulas azules y doradas, se venera el icono de la Virgen de Kazán, patrona y protectora de la ciudad. Cuenta la leyenda que la imagen del S.XIII fue desenterrada de las cenizas por una niña, que había soñado con ella.
Pero lo que más me maravilla del Kremlin es la espléndida mezquita Kul-Sharif. De reciente construcción, se levanta sobre el lugar en la que se encontraba la que Iván el Terrible destruyó en 1552. El nombre rinde culto al imán que murió luchando contra el enemigo. Tiene fama de ser la mayor de toda Europa, tras la Mezquita Azul de Estambul. Me cubro el cabello y me adentro en su interior de cristal y mármol.
Al otro lado del Volga
Tras el Kremlin brilla el Volga azul, una colosal avenida de agua que atraviesa Kazán. ¿Exagero si digo que tardé veinte minutos en cruzar al otro margen? En la arena de una playa fluvial varios jóvenes toman el sol plácidamente. El agua está congelada. En la orilla destaca un edificio civil en forma de cáliz. Aquí acuden a casarse las parejas, sellando su amor con una promesa en forma de candado.
«Un beso para siempre y… La llave al Volga»
El sol va cayendo. Desde el mirador situado en la terraza no puedo dejar de sentirme una privilegiada espectadora: soy testigo de una boda. De los deseos que se transforman en tintineos de monedas al rebotar sobre la placa metálica situada en su eje.
Al pie del edificio llama mi atención una versión reducida de los Buddy Bears, estatuas de coloridos osos de todos los países que abogan por la paz mundial.
El anochecer oscurece el Volga y lo tiñe de luminosos reflejos que tiemblan al paso de las embarcaciones. Las fuentes del extenso paseo fluvial por el que circulan patines y bicicletas se avivan de rosas, verdes, amarillos. Descubro entonces el árbol más grande que jamás haya visto: el del Ministerio de Agricultura de Tartaristán.
No puedo resistir la tentación de pasear de nuevo por el Kremlin. El crepúsculo le otorga un aura romántica, envolviendo de fantasía las siluetas de los monumentos recién encendidos bajo el cielo añil.
El Kremlin en la «hora azul» es pura magia…
Buenas noches, Kazán. Al día siguiente queda toda la jornada para seguir paseando: el tren no parte hasta la medianoche. ¡Abro el ojo a las 3.57 porque ya hay luz! Sábado, buen día para recorrer la travesía peatonal con nombre bolchevique: la animada calle Baumana. Una cerveza en una terraza. Tiendas de souvenirs. Carrozas de piedra. De repente, despliegue de plumas y sonidos de flautas de pan provenientes de músicos con melodías peruanas. Extraña mezcla de culturas y rostros en este ecléctico Kazán que no deja de sorprenderme.
La tienda – museo soviética
Para los nostálgicos de la URSS o simplemente curiosos como yo, en una perpendicular a la calle Baumana hay una pequeña tienda reconvertida en museo. Con todo tipo de objetos retro y vintage, al puro estilo «Good bye Lenin», te puedes probar desde un abrigo moda allá por los 60 hasta comprar un póster del antiguo tren Transiberiano. ¡Muy auténtica!
Cerveza de despedida y adiós, Kazán. Vuelta a la estación a coger el tren rumbo al lago Baikal. El Transmongoliano continua…
Lee mis otras entradas sobre Rusia en el blog:
- Rusia, 6 tópicos (no) tan ciertos
- 17 postales desde el Transiberiano
- San Petersburgo, la ciudad de los zares.
- El corazón rojo de Moscú
- Qué hacer en Moscú en 2 días
- Preparativos para hacer el Transmongoliano
diasazulesblog
Qué gusto da «descubrir» sitios en los viajes! Parece que saben mejor que los que conoce todo el mundo, verdad? 😀
@lacosmopolilla
Totalmente, aunque parezca increíble aún quedan en el mundo sitios no demasiado conocidos y que son maravillosos 🙂
El Viaje Amado
Qué lindo!!! Sin duda una sorpresa, no lo había visto antes!
Va una ciudad más para mi lista. Gracias por mostrarla!
@lacosmopolilla
Gracias a ti 🙂 ¡Kazán sorprende!
Irene Corchado - Piggy Traveller
Qué ganas de visitar Kazán… Estuve a punto de elegirla como destino para pasar un cuatrimestre, pero al final opté por San Petersburgo, así que la tengo pendiente.
Me han hablado maravillas de ella y con esas imágenes de días tan soleados entran ganas de montarse en el avión (aunque menos de ir a por el visado, ja, ja).
No me extraña que tardases 20 minutos en cruzar el río. ¡Yo crucé el Neva con mis amigos en marzo cuando estaba aún congelado y tardamos un montón!
Un saludo y sigue escribiendo sobre Rusia 🙂
@lacosmopolilla
Ostras, el Neva, me pareció anchísimo, además por la parte de San Petersburgo que es la desembocadura je je
Kazán es una ciudad muy bonita, monumental y tranquila. Yo creo que merece la pena dedicarle una visita.
Muchas gracias, Irene.