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Nepal después del terremoto, heridas y cicatrices

Escrito por la
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25 septiembre, 2017
Plaza Durbar Katmandú, Nepal después del terremoto

Plaza Durbar Katmandú, Viajar a Nepal después del terremoto

Agosto, 2017. Dibujas una media sonrisa. En tus ojos se refleja la curiosidad y la inocencia mientras observas, atónita, mi extraño atuendo. Yo no llevo un sari de brillantes adornos ni un punjabi. Saboreo el cremoso yogur blanco, una auténtica delicia típica de Bhaktapur mientras me pregunto si alguna vez habrás salido de esta ciudad herida, arrasada por el terrible terremoto hace poco más de dos años. Por suerte, tú no lo recuerdas. La cara más joven de Nepal me devuelve esa mirada limpia, generosa, que tanto me ha enamorado en estos días de sol y lluvia recorriendo sus ciudades y paisajes.

Niña en Bhaktapur, viajar a Nepal después del terremoto

Niña en Bhaktapur, viajar a Nepal después del terremoto

Viajar a Nepal después del terremoto… ¿Qué es lo que queda?

Katmandú, seis de la mañana y ya hay luz que se cuela por mi ventana. No es lo único. No sólo la claridad de un cielo gris a finales del Monzón me acompaña en mi primer despertar en esta ciudad extraña. También el tintineo de campanillas metálicas. En balcones y ventanas los vecinos prenden incienso y honran a sus dioses para agradecerles este nuevo día. Están vivos. Gracias, Shakti, la Gran Madre Creadora…

Templo hindú, Katmandú, viajar a Nepal después del terremoto

Templo hindú, Katmandú, viajar a Nepal después del terremoto

Estoy en Thamel, la zona más internacional de Katmandú repleta de tiendas de artesanía, tés, souvenires, restaurantes y hoteles. Pronto empieza el bullicio en este caos de personas, motocicletas, taxis a la caza del turista. En este barrio las huellas del seísmo son imperceptibles. Los edificios aguantaron más o menos el embiste. Los dañados fueron reparados pronto.

El jardín de los Sueños, Katmandú. Viajar a Nepal después del terremoto

El jardín de los Sueños, Katmandú. Viajar a Nepal después del terremoto

«Si no odias Katmandú ya estás preparada para ir a India». Pronto comprendo las palabras de unos amigos viajeros. Katmandú es intensa. Vacas, tráfico desmedido, ruido, contaminación y el trajín de gente que viene y va se convierten en una carrera de obstáculos por su laberíntico centro histórico de pagodas y santuarios hasta la plaza Durbar, en la que me detengo tan desconcertada como extasiada, estimulada por la novedad.

Plaza Durbar de Katmandú

Plaza Durbar de Katmandú

Giro de 360 grados. La gran explanada Patrimonio de la Humanidad, donde gobernaban y habitaban los reyes antaño, aún se recupera del duro golpe. Con el temblor palacios y templos fueron reducidos a escombros. Algunos otros permanecen, apuntalados, desafiando al desastre y resistiéndose a caer.

palacio real de Hanuman Dhoka

Palacio real de Hanuman Dhoka

Templo apuntalado, plaza Durbar de Katmandú. Nepal después del terremoto

Templo apuntalado, plaza Durbar de Katmandú. Nepal después del terremoto

Plaza Durbar, Katmandú. Nepal después del terremoto

Plaza Durbar, Katmandú. Nepal después del terremoto

Por fortuna, los ojos azules de Buda no se quebraron. Me estudian desde esa stupa blanca y reluciente que corona la cima de Katmandú: Sayambhunath o el «Templo de los monos». Los primates habitan el mejor mirador de la capital nepalí correteando y saltando, a su antojo. El aroma del incienso flota en el aire. El murmullo de los fieles haciendo girar los molinos, también. Es la primera stupa que visito pero no la única: al este de Katmandú se ubica Bodhnath, la más grande de Asia, donde cada atardecer se congregan los monjes budistas. En las noches de luna llena, se prenden cientos de velas que emiten destellos como luciérnagas inmóviles.

Templo de los monos, Nepal después del terremoto

Templo de los monos, Nepal después del terremoto

El turbio y sagrado río Bagmati separa a Katmandú de una de las ciudades – estado más importantes del valle en la Edad Media: Patan. Un paseo por su plaza Durbar me contagia de tristeza: la que fuera la más admirable y monumental plaza de arquitectura newar de Nepal está mutilada. Su templo más antiguo, el de Jagannarayan, o la mítica estatua del rey Yoganarendra se perdieron.

Plaza Durbar de Patán

Plaza Durbar de Patán, valle de Katmandú

Plaza Durbar de Patán, Nepal después del terremoto

Plaza Durbar de Patán, Nepal después del terremoto

Desde la ventana del Palacio Real observo cómo se afanan en la reconstrucción. El ruido de las máquinas, el trabajo incansable de transportar ladrillos para intentar recrear la gloria que fue… Se mezcla con el sonido de la música proveniente del otro lado de la plaza: hay un concierto benéfico para recaudar fondos destinados a las recientes inundaciones del Terai, el sur del país. Aún es pronto pero algunos hablan de que sus efectos han sido peores que los del terremoto. Parece que la furia de la naturaleza no da tregua, se ceba siempre con los más débiles. Y aún así sonríen. Aún así mantienen su calidez. Qué pueblo tan admirable el de los nepalíes.

Reconstrucción de la plaza Durbar de Patan

Reconstrucción de la plaza Durbar de Patan

Recorrer las calles del casco antiguo de Patan resulta un tanto desolador. A ratos me recuerda a una ciudad bombardeada, de esas que vemos en los telediarios de Siria y otros lugares olvidados. Sin embargo, los destrozos albergan joyas como el Templo Dorado, en el que decenas de mujeres alzan sus voces ante Sakyamuni, escoltada por Tara la Verde, Buda de la Iluminación. Quizá fue ella la que protegió los muros de este pequeño monasterio del S.XV, salvándolo.

Patan, Nepal después del terremoto

Patan, Nepal después del terremoto

Templo Dorado, Patan

Templo Dorado, Patan

Las huellas del terremoto también son nítidas en Bhaktapur, la conocida como «Ciudad de los Devotos». En la impresionante plaza Durbar recorro atenta las marcas del seísmo: estatuas de leones y elefantes quebradas, templos sagrados reducidos a astillas… Y, sin embargo, basta cerrar los ojos para imaginar su grandeza. El esplendor de una urbe medieval repleta de casas tradicionales: fachadas de ladrillo rojo con ventanas ornamentadas en madera y patios con pozo, que se trata de recuperar curando sus cicatrices.

Plaza Durbar de Bhaktapur

Plaza Durbar de Bhaktapur

De la pena a la admiración con tan solo caminar cinco minutos. Nyatapola es el templo más alto de Nepal, con cinco pisos y 30 metros de altura. De una estructura tan sólida, que el terremoto apenas causó un rasguño superficial. Parece que Siddha Lakxmi, la diosa hindú de la Prosperidad cuyo rostro sólo pueden contemplar sus sacerdotes, supo burlar al destino desde su altar sagrado en el corazón de este santuario.

Bhaktapur, Nepal después del terremoto

Bhaktapur, Nepal después del terremoto

Tras cuatro días recorriendo el valle de Katmandú el quinto toca viajar a las montañas: a Pokhara, la puerta del Annapurna, con una pequeña parada intermedia en la tranquilidad de Bandipur. Esta zona no fue dañada por el seísmo. Sin embargo, no se puede decir lo mismo del otro gran clásico: la ruta de trekking al Campo Base del Everest sí se vio afectada por corrimientos de tierras que tristemente sepultaron a varios montañeros. Aunque ya está abierta y transitable para los que se aventuran a admirar la cumbre del mundo.

Lago de Pokhara, Nepal

Lago de Pokhara, Nepal

En definitiva, ¿merece la pena viajar a Nepal después del terremoto?

Sin duda alguna. Es cierto que los daños aún son muy evidentes en el valle de Katmandú. Al país le costará muchos años y esfuerzo reconstruir lo que se derrumbó. Pero junto a los ladrillos apilados, junto a las montañas de escombros, se sientan los vendedores de flores para las ofrendas. Junto a la desolación va surgiendo la esperanza. Nepal es un país hermoso y fascinante. Para los amantes de la montaña y de los senderos perdidos, el Himalaya es lo más parecido a tocar el cielo. La candidez de su gente es un regalo más valioso que todas las fotografías de paisajes inolvidables.

Viajar a Nepal después del terremoto

Viajar a Nepal después del terremoto

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25 Comentarios
  1. Responder

    Granadino Errante

    25 octubre, 2017

    Tu y yo fuimos a Nepal con muy poquito tiempo de diferencia, je, je. La verdad que me encanta leer tus entradas sobre el país porque así contrasto con mis propias impresiones. Tienes razón en recomendar ir a Nepal… Los andamios no van a desaparecer en muchos años, hay cosas que se han perdido para siempre. Y sin embargo encuentras un pueblo que sigue sonriendo y que se levanta cada día como si nada hubiera pasado. Son admirables, como tú bien dices.
    Y lo de India, si es el triple que Katmandú como han dicho por aquí, esperaré a estar más concienciado para visitarla, ja,ja. Me fascinó, la recomiendo totalmente, pero es intensísima a unos niveles que no estamos acostumbrados.
    Gracias por tus post 😉

    • Responder

      cosmopolilla

      25 octubre, 2017

      ¡Muchas gracias! Ando preparando el post del trekking al Annapurna 🙂 esto de escribir es maravilloso porque revivo el viaje una y otra vez recordando todos los detalles. A India aún no he ido pero llegará el momento y ya sacaré mis propias conclusiones, reconozco que hasta ahora le he tenido bastante respeto. Un abrazo y gracias a ti por leerme

  2. Responder

    Víctor Gómez

    25 octubre, 2017

    Estuve por Nepal un poquito antes que tu, y uno de los lugares que más me gustó fue la plaza dunbar de Bhaktapur, una verdadera pasada aunque todavía se notaran los restos del terremoto.
    Sobre lo que comentas de que si no odias Katmandú puedes ir a la India, ¿es en serio? La ciudad en sí no me gustó gran cosa (calor agobiante y mucha contaminación) aunque los templos son dignos de ver. ¿En la India es mucho peor? A ver si me tengo que ir mentalizando jeje.
    Un saludo!

    • Responder

      cosmopolilla

      25 octubre, 2017

      Ja ja ja eso dicen, que Delhi es 4 veces Katmandú 🙁 pero India es taaaan grande como Europa así que habrá muchas Indias dentro de ella. Un saludo 🙂

      • Responder

        Francisco Po Egea

        26 octubre, 2017

        !INDIA¡ El país más diferente del resto del mundo. Como bien dices es tan grande como Europa. Y como se dice desde hace tiempo India la amas o la odias. Desde luego, la amo. En ningún país he sentido las emociones que India proporciona. En ninguno he presenciado escenas que me han encogido o dilatado el corazón como India. Las grandes ciudades son un caos; las pequeñas son otro menor. Quien no conoce India no puede decir que conoce mucho mundo. Y quien no ha pasado varios meses allí o ha hecho al menos 4/5 viajes desde Cachemira, Ladakh y el Himalaya hasta el Cabo Comorin pasando por Gujarat, Rajastán, Benarés, Calcuta, Orissa, Tamil Nadu, Kerala y …, tampoco. Ánimo y sin temor.

        • Responder

          cosmopolilla

          26 octubre, 2017

          Me gusta cómo la describes, o se ama o se odia, desde luego no debe dejar indiferente, sin duda tengo que ir para experimentarlo por mí misma, ¡sentir es vivir! Un saludo

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