Danubio Azul
Austria Europa Hungría

Siguiendo al Danubio azul

Escrito por la
el
3 abril, 2013

An der schönen blauen Donau

Donau so blau, so schön und blau, durch Tal und Au wogst ruhig du hin, dich grüßt unser Wien…

Danubio Azul

Danubio Azul

(El bello Danubio Azul, Danubio tan azul, tan bello y azul, a través del valle y el campo se desplaza hacia abajo aún, nuestra Viena te saluda…)

Franz von Gernerth, «El Danubio azul»

Austria es el corazón de la vieja Europa, en ella se aloja su techo: los impresionantes Alpes, con perpetuas nieves en sus cumbres; el segundo río más largo del continente (después del Volga, en Rusia), que fluye de Oeste a Este como una gran arteria regando campos y viñedos: el majestuoso Danubio, y, como joya de la corona, una de las ciudades más hermosas del mundo: Viena, capital del imperio y ciudad de los Austrias, cuna de poetas, músicos y filósofos, donde el arte florece y se desgrana como corcheas que se lleva el viento en cada esquina. Una fantástica ruta de 10 días en coche por todos los lugares imprescindibles que ver en Austria

¿Me acompañas a ritmo de valse siguiendo al Danubio?

Esta vez no hay prisa, podemos pasar la frontera y llegar un poquito más abajo, hasta la bella Budapest, decadente «París del este», que se rinde también al paso del Danubio azul.

Budapest

Budapest

Este es mi relato de 14 días atravesando Austria y Hungría, un viaje combinando la pura naturaleza de los Alpes, con pueblecitos de ensueño dormidos a la orilla de un lago, hasta dos ciudades mágicas de la Europa más romántica: Viena y Budapest –

Ruta de Austria a Hungría siguiendo al Danubio Azul.

Mapa ruta Austria - Hungría

Mapa ruta Austria – Hungría

Día 1: Madrid – Munich (A) – Innsbrück (B)

Día 2: Innsbrück (B) – Krimml (C) – Sankt Johann in Tirol (D).

Día 3: Sant Johann in Tirol (D) – Wefen – (E) Salzburgo (F)

Día 4: Salzburgo (F) – Hallstatt (G).

Día 5: Hallstatt (G) – Melk (H).

Día 6: Melk (H) – Viena (I).

Días 7 y 8: Viena.

Día 9: Viena (I) – Budapest (J) (HUNGRÍA)

Días 10 y 11: Budapest.

Día 12: Budapest (J) – Sopron (K) – Oggau (L).

Día 13: Rust (L) – Passau (M) (ALEMANIA)

Día 14: Passau (M) – Munich (N) – Madrid

– Una intro sobre la ruta –

Nivel de vida: Austria y Hungría reflejan perfectamente el gran desfase entre la Europa del Este y del Oeste. Mientras que los precios en el país alpino son similares a España o Alemania, en Hungría resulta mucho más económico alojarse y comer. El ligero inconveniente es la moneda: aún no tienen euros. La moneda local es el florín (1€=250 florines). Para entrar, los ciudadanos europeos no necesitan el pasaporte, vale con el DNI.

En cuanto al alojamiento: en las ciudades busqué hoteles, para evitar inconvenientes. En cambio en ruta lo más recomendable es echar mano de las «gästhof», familiares y económicas.

La gastronomía: Austria limita con Alemania e Italia, lo que se nota en sus comidas: desde los típicos gulash con carne, salchichas, codillo con chukrut, y apple strudel, el delicioso pastel de manzana, a todo tipo de pastas y pizzas. En los cafés se pueden degustar cremosos caffes lattes y capuccinos. Aunque el plato estrella es el «wiener schnitzer», un filete de carne empanado de generosas dimensiones.

Apple Strudrel

Fuente: http://www.saidaonline.com

Fuente: http://www.saidaonline.com

En Hungría la cosa cambia y los platos se tornan más picantes y especiados: el goulash cobra color y textura, y por supuesto sabor, con el aderezzo del paprika. También son típicos los pescados de río y el gyros, carne asada en pan de pita, variante húngaro del kebab.

Las bebidas: hay multitud de cervezas, ricas y refrescantes; en el valle del Danubio destacan los vinos. Los blancos me gustaron bastante, suaves y ligeramente afrutados. En la ciudad de Viena las animadas heuriger o tabernas del barrio de Grinzing son el lugar perfecto para hacer cata de vinos austriacos.

Fuente: www.panoramio.com

Es muy importante prestar atención a los horarios: almuerzo y cena europeo. Como quieras ir «a la española», te quedarás sin probar bocado… Como dice el refrán: «allí donde fueres haz lo que vieres». Esto es: almuerzo no más tarde de la 1 y cenar 7- 8 de la tarde… Un par de veces que nos despistamos y quisimos cenar a las 8.30 las cocinas ya estaban cerradas.

Por último, el clima: En verano suele hacer bueno, sol y calor casi todos los días. El tiempo más fresco lo encontré en los Alpes, donde no se echaba de menos una chaqueta, sobre todo por la noche. En Viena y en Budapest hizo bastante calor, por encima de los 30.

– Este es mi relato de viaje atravesando Austria y Hungría –

Primera parte: Los Alpes Austriacos.

Bienvenido a un paraíso llamado EL TIROL. Te sentirás como si hubieras ido a visitar a Heidi…

El Tirol

El Tirol

Día 1: Madrid – Münich – Innsbrück.

Distancia: 189 km. Tiempo: 2 h 30 min.

Volar a Salzburgo, Viena o incluso Budapest es relativamente caro. Así que después de mucho mirar y repensar la ruta, cogimos vuelo a Munich, muy cerquita de la frontera con Austria y puerta sur de Alemania de acceso a los Alpes.

Íbamos 4 personas y llegamos en el primer vuelo de la mañana con Iberia, justo para desayunar en el propio aeropuerto Strauss. Allí mismo alquilamos un coche para los siguientes 14 días de ruta: total 800 euros, 200 euros por barba y la gran ventaja de movernos a nuestro aire buscando los rincones más recónditos.

Pronto dejamos atrás las praderas bávaras y al sur se van perfilando los Alpes, recortando con sus afilados picos el cielo y las nubes. Conforme te vas adentrando en ellos y aparece el cartel de «Bienvenidos a Austria« el paisaje se va tornando más y más espectacular, trasladándote por una garganta de piedra hasta llegar a Innsbrück, la capital del Tirol.

El alojamiento en Innsbrück lo reservé unas semanas antes por Internet, ya que la llegada era en sábado y estaba bastante lleno. Alojarse en el centro de la ciudad resulta bastante caro: habitaciones por encima de los 100 €, por lo que cogí una a las afueras, en el pueblecito de Igls, situado en la ladera de una montaña: el hotel Batzenhäusl. Se trata de un modesto hotel que a mí me recordó a una «casita de chocolate». De habitaciones grandes y confortables y una cómoda terraza que nos sirvió para cenar esa noche unos improvisados bocatas.

batzenhc3a4us-hotel

Junto al hotel había una gästehaus pequeña y encantadora, donde tras dejar los bártulos en la habitación hicimos nuestro primer almuerzo austriaco, rico y económico: cerveza, gulash con carne y un apple strudel de postre, ese delicioso pastel de manzana caliente con una bola de helado de vainilla… humm. No llegamos a preguntar por habitaciones disponibles ni precios… ¡pero seguro que había y más económicas! De haberlo sabido… Esta vez la prudencia me había ganado.

Gulash con carne estofada

Gulash con carne estofada

La tarde la empleamos en pasear por el centro de Innsbrück, una ciudad tan bonita por su casco histórico, elegante y cuidado, con sus fachadas góticas, abovedados pasadizos, pintorescos tranvías e iglesias de torres puntiagudas color verde, como por el entorno que la rodea: en un abrupto valle entre altísimas montañas de más de tres mil metros de altitud.

Entre sus múltiples monumentos, destaca el famoso Tejadillo de oro, del S.XIV, de la época del emperador Maximiliano, en el corazón de la ciudad.

Innsbruck

Innsbruck

Al caer la tarde se nubló y comenzó a llover bruscamente, ¡ay, el encanto alpino! Así que compramos provisiones en un pequeño supermercado e hicimos cena improvisada en la terraza cubierta de nuestras habitaciones. Y a descansar del largo día.

Día 2: Innsbrück – Krimml – Sankt Johann in Tirol.

Distancia total: 163 km. Tiempo: 2 horas 30 min.

Por suerte la lluvia del día anterior se había despejado, dejando tras de sí algunas brumas y un bello panorama: ¡listos para recorrer los Alpes austríacos! Las rutas son variadas y hay infinidad de lugares, a cual más bonito que ver, como el Glaciar Pasterze, el más largo de Europa a casi 4.000 metros de altitud, donde ser puede esquiar todo el año, o el Parque de Hohe Tauern, paraje de ensueño para los amantes del senderismo… ¡Los Alpes son para sentirlos y disfrutarlos!

Vacas de Austria

Vacas de Austria

El destino elegido para nuestro segundo día en el Tirol fueron las Cataratas de Krimml, un salto de agua ni más ni menos que de 380 metros de altura, las más altas de Austria y unas de las más altas de Europa. La descripión prometía… ¡Y no me decepcionaron! Desde lejos, la visión completa de la longitud del agua deslizándose ladera abajo por la montaña se puede apreciar desde un hermoso mirador.

Krimml

Krimml

Una vez abajo, se puede pasear por un sendero cada vez más ascedente que va bordeando los saltos de agua, entre un espeso bosque de árboles altos y antiguos con simpáticas ardillas, que no parecen asustarse del rugido del agua al precipitarse rápidamente entre las rocas.

¿Una ducha?

Catarata de Krimml

Catarata de Krimml

Tras el paseo, tocó parada y comida en una gasthof de carretera en el minúsculo pueblo de Krimml, donde degusté mi primer wiener schnitzel… vale, contundente y rico, pero mi madre también hace muy buenos filetes empanados. Para ser el plato nacional no me pareció que tuviera mucho de especial…

Wiener-schnitzel

Wiener-schnitzel

Tras coger fuerzas, continuamos la ruta hasta uno de los pueblos típicos del Tirol: Sankt Johann in Tirol. Allí buscamos alojamiento, sin mucha fortuna, por lo que acabamos en el pueblo de al lado en un hotel bastante aceptable, típico de esquiadores, el Hotel Alphof, en Kirchdof in Tirol.

Sankt Johann in Tirol es un pueblo de esos que se reproducen a cámara lenta en la imaginación de los más pequeños cuando oyen un cuento de los hermanos Grimm, con casitas de colores, flores y tejados de madera inclinados y puntiagudos. La lluvia volvió a hacer acto de aparición, la excusa perfecta para tomar un caffe latte en una graciosa confitería en la plaza central. Cenamos en el hotel los restos de provisiones del día anterior.

St. Johann

St. Johann

Día 3: Sankt Johann in Tirol – Werfen – Salzburgo.

Distancia total: 136 km. Tiempo: 2 h. 

Seguimos atravesando los Alpes en dirección a Salzburgo, la ciudad de la música, donde teníamos previsto llegar por la tarde. La mañana es para dos visitas muy singulares: la fortaleza de Hohenwerfen y Eisinrewelt, la cueva de hielo.

Hohenwerfen es una fortaleza medieval del S. XI, un mazacote de piedra inexpugnable sobre una boscosa atalaya, castillo sin duda inspirador de leyendas de caballeros y princesas cautivas. En su patio central estaban haciendo una demostración de cetrería, sólo relatada en alemán, pero disfruté viendo el espectáculo de las enormes rapaces amaestradas por el ser humano a pesar de su ferocidad.

Hohenwerfen

Hohenwerfen

Muy cerca del castillo, se encuentra otra maravilla, esta vez de la mano de la madre naturaleza, que esculpió hace miles de años una enorme cueva en una pared vertical de los Alpes: Eisriesenwelt, la cueva de hielo más grande del mundo. En verano, cuando éste se retira, hacen visitas guiadas por sus profundidades: un viaje a un mundo de fascinante hielo formando caprichosas figuras. La entrada de la cueva está a más de 1.000 metros de altitud, por lo que subir andando lleva unas 3 horas… Hay un funicular, una cabina colgante que vuela sobre las copas de los árboles desafiando al vértigo. El funicular más la visita guiada (en inglés) cuesta 20 €. Dentro de la cueva es necesario abrigarse: hay que llevar guantes, bufanda y chaqueta, la temperatura es de 0º. Otra advertencia: son 700 escalones de subida y de bajada; me duraron 3 días las agujetas… Aún así, repetiría, es algo único en el mundo…

Eisriesenwelt

Eisriesenwelt

Después de reponer fuerzas y comer un bocata rápido a la salida de la cueva de hielo, nos dirigimos a Salzburgo. Pero antes de conocer la noble villa que vio nacer a Mozart, había que buscar alojamiento: la ciudad estaba completa, gracias al festival de verano que aglutina a gran cantidad de turistas, por lo que ni nos molestamos en ir al centro. En Elsbethen, en la parte sur a las afueras de Salzburgo, junto al río hay varias gasthof muy decentes. Cogimos una de ellas, que nos recomendaron unos simpáticos señores con los que nos tomamos una cerveza en un bar. Incluso nos llamaron ellos para reservar. ¡Increíble la amabilidad de los austriacos!

La tarde la gastamos explorando la bella ciudad escenario de «The Sound of Music» («Sonrisas y Lágrimas», esas traducciones a la española…) ¡Primer encuentro con el Danubio! Desde la cercana frontera con Alemania fluye y pasa por la elegante villa majestuoso en su camino a Viena.

Salzburgo

Salzburgo

Sobre Salzburgo vi caer la tarde, encendiéndose poco a poco las luces que iluminan el castillo que preside la ciudad. Un inspirador paseo entre calles y plazas con una singular banda sonora de fondo: las delicadas notas de un músico ambulante acariciando unas copas de agua, versionando «La danza del hada golosina» de Tchaikovsky. Este es el recuerdo de Salzburgo que me llevé grabado en la memoria…

Si se va con tiempo, la ciudad barroca tiene mucho para ver: la Casa-Museo natal de Mozart, el castillo, la catedral, el Palacio de Mirabell… La tarde sólo nos dio para un paseo, ¡una lástima! Para cenar, encontramos una pequeña trattoria cerca de la Casa de Mozart con unas pizzas deliciosas… ¡Me encantan las influencias italianas!

Día 4: Salzburgo – Hallstatt.

Distancia: 72 km. Tiempo: 1 h.

Hoy visitamos la región de los lagos, al sur de Salzburgo, Salzkammergut, uno de los lugares que más me ha gustado de los que he visto en el mundo! La región de los lagos es para quedarse una semana, un mes… ¡o para siempre! Encajonados en los Alpes, se encuentran siete preciosos lagos con la particularidad de ser cada uno de un color: desde el verde esmeralda del Wolfgangsee, pasando por el Attersee, verde claro, al azul turquesa del Mondsee, donde veraneaba Sissi, o el verde grisáceo del Hallstätter See.

Los pueblecitos que habitan sus orillas de nuevo emulan a los cuentos de los hermanos Grimm. Hicimos una ruta circular parando en el palaciego Mondsee, el pintoresco Santk Gilgen, y Santk Wolfgang, siendo este último el que más me gustó, a excepción de Hallstatt, en el que pasamos la tarde y la noche.

St. Gilgen

St. Gilgen

Hallstatt fue declarado por la UNESCO como «el pueblo más bonito a orillas de un lago«, ¡casi nada! Se trata de un pueblo diminuto y precioso, aprisionado entre el agua y la ladera de la montaña, que cae como una pared vertical hasta el lago.

Hallstatt, Austria

Hallstatt, Austria

Nada más llegar a Hallstatt buscamos alojamiento: Gasthof Grüner Anger, familiar y tranquila. Compramos para hacernos unos bocatas y aprovechando el magnífico día de sol que se había quedado hicimos picnic en una isla de césped junto al lago, y hasta nos dimos un refrescante chapuzón. No vimos las antiguas minas de sal ni el museo, siempre hay que dejar algo como excusa para volver…

Fuente: http://anger.hallstatt.net

Fuente: http://anger.hallstatt.net

La umbría y el fresco llegan pronto entre montañas de más de 3.000 metros. La tarde la ocupamos en un paseo por el pueblecito y una cena en un escondido restaurante a la luz de las velas: la oferta gastronómica de los dos hoteles – restaurantes de la Markt platz nos pareció cara, por lo que callejeando un poco descubrimos un local pequeñito y a precio más asequible. Cené un delicioso pescado de río llamado ferha blue.

Plaza de Hallstatt

Plaza de Hallstatt

Segunda Parte: Valle del Danubio – Viena.

Día 5: Hallstatt – Melk.

Distancia: 200 km. Tiempo: 2 horas.

Decimos adiós a los Alpes y a la preciosa región de los lagos que me había cautivado incluso más que el Tirol, para ir de nuevo en busca del Danubio, que discurre entre verdes llanuras en su lejano camino hasta el Mar Negro.

Esa mañana hicimos parada en el Memorial de Mauthausen, a las afueras de la ciudad de Linz. Después de haber visitado Dachau en Münich, yo me pronuncié en contra: ya había tenido suficiente con ver un campo de concentración alemán. Pero al vivir (y viajar) en democracia ganó la mayoría. Obviamente no es una visita agradable, más bien es un golpe a nuestras conciencias y causa, como poco, angustia y dolor del alma… Aunque también es parte de la historia que hay que conocer, y, ni mucho menos, olvidar.

«El pueblo que olvida su historia está condenada a repetirla» (Cicerón)

Fuente: http://www.alst.org/pages-us

Fuente: http://www.alst.org

Dejando atrás Mauthausen, y concentrándonos de nuevo en el Danubio, la visión del gran río resulta impresionante, por anchura y por el volumen de agua que transporta. Entre bosques y viñedos a ambos lados de la orilla discurre la carretera, serpenteando por los pequeños pueblos. Mucha gente hace esta ruta en bicicleta, ya que hay un camino habilitado para ello: un precioso recorrido desde Passau a Viena en 8 días, muy recomendable. Uno de los componentes del grupo lo hizo el año anterior y le encantó…

Parada interesante es el pueblo de Melk, de calles de piedra blanca, silencioso y solemne. En una pequeña colina se eleva la antigua abadía, de suntuosos interiores y una impresionante biblioteca, con manuscritos medievales, escenario famoso ya que en ella se rodó «El nombre de la Rosa».

Abadía de Melk

Abadía de Melk

En los alrededores, cruzando el río, encontramos una gasthof económica, (Gasthof Linden), con una agradable terraza donde cenamos escuchando el rumor del Danubio y matando mosquitos 😉

Día 6: Melk- Viena.

Distancia: 120 km. Tiempo: 1 h 20 min.

Seguimos en curso del Danubio, sin coger la autovía que nos llevaría en menos de 30 minutos directos a Viena. No hay prisa, queremos parar en los pueblos, tomar instantáneas de los detalles, de las iglesias y plazas, de los cafés en la orilla, tomar una cerveza admirando de nuevo la inmensidad del cauce del Danubio azul…

En este recorrido destaca Dürnstein, con su fotografiada abadía de torre blanca y azul, o el cultural y pintoresco Krems an der Donau.

Durnstein

Durnstein

Días 7 y 8: Viena.

Y, por fin… Viena. Una ciudad realmente hermosa, en la que 2 días no son suficientes para apreciar todos sus encantos pero sí empaparse del ambiente erudito y cultural que envuelven a la capital austríaca, la ciudad de Mozart, de Strauss, Beethoven o de Klimt…

En cuanto al alojamiento: no quise arriesgarme a dar vueltas sin ton ni son por el centro de una gran ciudad, por lo que reservé con antelación en el Hotel Ibis, cerca de Mariahilf, básico pero bien situado y económico, pasable, y, lo más importante, ¡con parking!

Viena tiene mucho para ver. Los palacios y museos reciben cada año miles de visitantes: los más famosos, el de Sissi de invierno y el Belvedere, que alberga la colección de uno de los pintores simbolistas ahora de moda: Gustav Klimt.

Palacio de Belvedere

Palacio de Belvedere

El Palacio de Belvedere fue una de las visitas estrellas de Viena: una gran caminata con un sol de justicia, pero mereció la pena dejarse deslumbrar por el pan de oro que rodea a los amantes en su eterno beso…

"El beso", Klimt

«El beso», Klimt

Pasear por el centro de Viena lleva todo un día: la Catedral, el Parlamento, el Ayuntamiento, el Palacio de la Ópera… En la puerta de la Damm compramos entradas para un espectáculo nocturno que no quería perderme: un concierto de música de Mozart de una de las múltiples orquestas de la ciudad vienesa. Difícil elegir cuando eres amante de la música clásica y estás en la capital mundial. Después de haber comprado las entradas vi anunciado que también esa noche interpretaban en «Requiem» de Mozart en la Iglesia de Karlsplatz…

Catedral de Viena

Catedral de Viena

Viena, ciudad monumental…
Parlamento de Viena

Parlamento de Viena

 

Karlsplatz

Karlsplatz

Para comer, ya saturada de Wienner Schnitzel, me encantó el cosmopolita y céntrico Mercado de Naschmarkt, con puestos de comidas del mundo, muy turístico y concurrido pero asequible, con sabores exóticos y diferentes para todos los paladares. Como colofón, si aún hay hambre, o aún sin hambre, un café con una deliciosa tarta Sacher: chocolate más chocolate, con una ligera capa de dulce de frambuesa. El sitio más típico para degustarla es la cafetería Sacher, junto a la Ópera.

Al caer la tarde, seguí el consejo de un amigo alemán y nos acercamos en tranvía hasta Grinzing, situado al nororeste de la ciudad. Una visita muy recomendable: ambientadas tabernas con patios repletos de bancos de madera, donde sirven en jarras de cerámica vinos de la tierra, muy ricos por cierto.

Tercera Parte siguiendo al Danubio Azul: Viena – Budapest.

 Día 9: Viena – Budapest.

Distancia: 243 km. Tiempo: 2 h 15 min.

Decimos adiós a Viena y nos dirigimos a otra ciudad imperial siguiendo el curso del Danubio hacia el Este: Budapest, la capital de Hungría. La carretera es buena, todo autovía, por lo que el trayecto se hace corto mientras el camino avanza por las llanuras húngaras, verdes y planas, pensando con nostalgia en los bellos Alpes que he dejado atrás…

En Budapest repetí operación y de nuevo reservé el Hotel Ibis, en pleno centro de la ciudad, pero mucho más viejo que el de Viena y con unos mosquitos enormes… No fue una buena elección…

Días 10 y 11: Budapest.

Hay muchas descripciones de Budapest: «el París del este«, «París decadente»… Y es que la gloria y el esplendor de la que fuera una grandiosa ciudad se refleja en los majestuosos edificios, suspendidos en el tiempo en los albores del neogótico y decorando las orillas del Danubio, que separa las antiguas ciudades de Buda y Pest. Entre estas reliquias hermosas y desconchadas resalta el imponente parlamento.

Parlamento de Budapest

Parlamento de Budapest

Las mejores vistas sobre la ciudad se obtienen desde el castillo de Buda y el bastión de los pescadores, una construcción de piedra blanca, fantasiosa y romántica, que corona la colina de Buda y a la que se asciende por un agradable paseo a través de un frondoso parque. Desde su mirador se puede capturar una bella estampa de la ciudad, destacando el puente de las cadenas, el edificio neogótico del parlamento o las torres de la catedral, al fondo.

Bastión de los Pescadores

Bastión de los Pescadores

En Budapest son también muy típicos los balnearios. Nosotros fuimos a uno bastante famoso, el Balneario Gellert, en el que se rodó el spot de «los cuerpos Danone», entre otros. Me decepcionó: un edificio histórico y magnífico, ¡pero el agua estaba helada! No salí de una piscina pequeñita, la única que para mi gusto tenía una temperatura agradable… Un amiga me recomendó el Balneario Szèchnyi, uno de los recintos termales más grandes de Europa, pero no fuimos porque nos quedaba bastante más alejado.

http://www.disfrutabudapest.com/balneario-gellert

Para comer, el mercado de la ciudad es un buen punto de referencia, con comida barata y tradicional. Detrás del mercado hay restaurantes con comida típica, también a muy buen precio. Por la noche, en las inmediaciones descubrimos un sitio con muy buen ambiente, frente al mercado central, con post-it pegados en cada rincón, incluso el techo, con buena cerveza y un concierto de música en directo. ¡No se puede pedir más para la última noche en Budapest!

Una vuelta escalonada al punto de origen

Día 12: Budapest – Sopron – Oggau .

Distancia: 210 km. Tiempo: 2 h 30 min.

Ya habíamos llegado al punto más alejado de la ruta, la capital húngara. Ahora toca volver, pero Munich queda lejos, dos países al Oeste… Así que vamos por partes!

Por la mañana vuelta a Austria en dirección Viena. Para almorzar, parada en un pueblo justo antes de la frontera, Sopron, con un bonito y bien conservado casco histórico. Un corto paseo para estirar las piernas, una última comida húngara, y vuelta al país de los Alpes.

No teníamos muy claro donde pasar la noche, así que paramos en el lago Neusiedler, en Oggau, junto al pintoresco pueblo de Rust, al que bautizamos como «el pueblo de los mosquitos». En realidad lo que pensábamos que era un lago resultó ser una zona pantanosa, que sumado al calor del verano es igual a: mosquitos como elefantes… Lo bueno: el pueblo de Oggau, bonito y auténtico, allí no llegan los turistas… Los lugareños son entrañables y simpáticos, aunque apenas chapurrean inglés. Nos quedamos en una gasthof de campo donde la dueña nos tuvo que escribir el precio en una servilleta (20 euros por persona, con abundante desayuno, Landgasthof Sebastiankeller). Por la tarde paseamos por el pueblo y bebimos en un garaje en el que habían montado los vecinos una taberna improvisada, con largos bancos de madera. Nos trataron como si estuviéramos en casa y nos invitaron a vino de elaboración propia, ¡fue estupendo!

Día 13: Oggau – Passau (Alemania).

Distancia: 340 km. Tiempo: 3 h.

Último día atravesando Austria, de forma rápida y por autovía. Tras el cristal pasan las imágenes que he capturado lentamente a lo largo del viaje: la cúpula verde de la torre de la iglesia de algún pueblo, siluetas de montañas a lo lejos, lagos, un destello lejano del Danubio azul… La última noche del viaje dormimos en Alemania: Passau, pueblo fronterizo y donde decimos adiós al Danubio: una habitación en una gästhaus cerca de su orilla, paseo por la ribera, y una cerveza (alemana) en una terraza para despedirnos de las vacaciones.

Día 14: Passau- Munich – Madrid

Distancia: 161 km. Tiempo: 1 h 30 min.

Día de retorno al aeropuerto, devolución de coche en el punto de partida y regreso volando a Madrid… Con muchas ideas rondando en la cabecita…

¿La próxima Danubio en bicicleta?

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15 Comentarios
  1. Responder

    YeTian

    12 febrero, 2016

    ¡Qué bonito! Europa central es una maravilla. No conozco Austria, aunque tengo muchas ganas y con tu entrada me han entrado incluso más 😀
    Y Hungría sí que me la conozco bastante bien, ya que mi chico es de allí. Budapest es una joya, pero el país entero merece la pena (los paisajes, los edificios, las tradiciones, la gastronomía, la amabilidad de la gente…). Te recomiendo que la próxima vez que te dejes caer por Budapest visites la Ópera, la Plaza de los Héroes (tal vez pasaras por allí cuando fuiste al balneario) y, sobre todo, la Basílica de San Esteban, que es una joyita.
    Me encanta tu blog, te sigo 😉

    • Responder

      cosmopolilla

      15 febrero, 2016

      ¡Muchas gracias! La plaza de los Héroes sí que la vi, me gustó mucho. ¡De hecho luego le dediqué una entrada sólo a Budapest! Qué ganas de volver… Un abrazo

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