«Siempre quise volar. Con tres años, abría un paraguas y saltaba por las escaleras de mi casa. Con cinco, me fabriqué y até a los brazos unas alas de cartón… Golpes, moratones. Me daba igual. Por fin con quince años conocí a Antonio y por primera vez hice parapente. Llevo ocho años volando. Paso horas y horas… Hasta que oscurece y casi no se ve. Los compañeros me dicen que un día van a llamar a la guardia civil para que me baje». Los ojos de Dani brillan mientras conduce el todoterreno por los caminos de Almuñécar, cuesta arriba. Tiemblo de emoción: yo también estoy a punto de cumplir un sueño, el de volar en parapente en la costa de Granada, mi tierra.
Volando sobre la playa de Velilla en Almuñécar
Contenido del artículo
Volar es maravilloso: parapente en la costa de Granada.
«¿Quieres volar en parapente sobre Almuñécar?» Sin la determinación ni obsesión del joven Dani, sentí un cosquilleo en la barriga, esas mariposillas que decían que sí, que ellas estaban deseando desplegar las alas. «¡Claro que quiero!» La cita ya estaba concertada: sábado de junio por la mañana, un sol espléndido. El único que podía dar un problemilla de última hora era el viento: si sopla fuerte hay que cancelar. Me fío por completo de Antonio y su equipo; desde pequeña he visto y escuchado sus pájaros de colores sobre el cielo de Motril. La empresa de Parapente Tropical tiene una trayectoria de 30 años navegando por las corrientes invisibles. Rezo al dios Eolo ya que al día siguiente tengo que volver a Madrid: ¡por favor, quiero volar!
Soltando la vela, parapente en la costa de Granada
Mi experiencia volando con Parapente Tropical.
Mis súplicas son escuchadas y las previsiones, favorables. El punto de encuentro es el la playa de Velilla, Almuñécar. El mar resplandece con un color azul intenso, liso como un plato. Apenas sopla una brisilla de Poniente desde la sierra de la Almijara. «Las condiciones son perfectas para el vuelo», me dicen. Comenzamos el ascenso en cuatro por cuatro hasta la cima de un monte a 800 metros de altura, desde donde se divisa gran parte de la Costa Tropical: tengo a mis pies la hermosa bahía de la Herradura y Almuñécar. A la izquierda Motril, franqueado por El Conjuro y sierra de Lújar. Intuyo los altos picos de Sierra Nevada que no se distinguen, por la bruma. «Cuando volamos en invierno los contemplamos blancos de nieve». Qué hermoso debe de ser…
Preparándome para volar, parapente en la costa de Granada
Hay que prepararse. Se estiran las velas. Me colocan mochila y arneses. Una pequeña explicación de cómo hay que saltar: «cuando te diga corre tienes que correr con todas tus fuerzas… Y seguir corriendo. Aunque ya no toques la tierra». Estoy lista. Voy delante y detrás el experto, que guiará el parapente. Pasan los segundos. Esperamos la corriente perfecta.. «¡Corre!»
¡Lista para volar!
Y de repente me elevo, los pies ya no tocan el suelo ¡estoy volando! Bajo mi cuerpo ingrávido se deslizan casas y árboles, montes, carreteras… Soy un pájaro. Sentada en mi cómodo trono siento el aire fresco en las mejillas. Una libertad embriagadora, absoluta. Aquí arriba todo es perfecto. El vuelo es muy suave, tranquilo, planeamos al compás de las térmicas subiendo y bajando en un dulce balanceo, como si bailáramos en el aire.
Vuelo, parapente en la costa de Granada
Casi sin darme cuenta hemos bajado. La sombra de la vela se proyecta sobre el mar. El aterrizaje es suave, lento. Estirar las piernas y caer sobre la arena, en la misma playa de Velilla. Vuelta a tierra firme con un subidón de adrenalina y una sonrisa reflejo de esa vela desplegada, invertida. Ha sido más de media hora de vuelo, de ser gaviota y esa sensación es indescriptible.
Volando sobre Almuñécar, Granada
Si quieres volar conmigo… Dale al play:
¡Muchas gracias al equipo de Parapente Tropical por esta experiencia inolvidable!
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Alejandro
Se ve increíble!
En unos días llegaré a Granada y espero volar en parapente, en Valle de Bravo (de donde soy) también ofrecen esa experiencia y sería genial compararlas.
Un abrazo
cosmopolilla
Ya me contarás, ¡espero que sea una gran experiencia! Un abrazo