Estrenando la mochila: mi primer gran viaje
Viajar te transforma. A la mayoría de la gente que da ese paso, sale de su zona de confort y se lanza al mundo desconocido le cambia la perspectiva de ver las cosas. Muchos de ellos se «enganchan», viajar se convierte en su «droga», en lo que les inyecta alegría, vida, pasión. Por ello le he pedido a varios amigos bloggers de viajes que rememoren un momento concreto, «mi primera vez»: qué sucedió, dónde, cuándo te diste cuenta de que viajar es lo que te hace feliz, lo que te da alas… El inicio de ese impulso, esa ilusión o ese clic en la mente en el que tuviste la certeza de que el fin es el viaje en sí mismo: “quiero ser viajero”. Y esto es lo que me han respondido.
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«Mi primera vez viajando»
Sara de Viajar lo Cura Todo: Myanmar.
Aunque oficialmente la mochila la estrené en 2007, no fue hasta 2014 que realicé mi primer gran viaje a otro continente en plan mochilero. Tenía que cumplir una promesa que le hice a mi madre, y era llevarme a mi padre (también conocido como Papi Mochilero) a Tailandia, un viaje que él tenía pendiente desde los 20 años y al que no pudo ir por un ataque de apendicitis de última hora. Tras tener que sacrificar a mi perro por un tumor, era el mejor momento para hacer este viaje juntos, celebrando así el inicio de una nueva relación entre los dos y sus 64 años. Así que no lo dudamos y nos fuimos 15 días a Myanmar (pasando 4 en Bangkok), un país que nos ofreció la mejor entrada posible a Asia. Aquí me di cuenta que puedes ser feliz con lo que te cabe en la mochila, con unas sandalias y unos pantalones y dos camisetas, sin necesitar nada más. Nos dimos cuenta del valor de un atardecer y de una cerveza bien fría tras un día de excursiones.
“Mi primera vez». Jose Pablo de A tomar por mundo.
Fue ayer pero de hace 16 años. Unos billetes impresos en una agencia de viaje de las que olían antiguo era el pasaporte a un sueño. La mochila, la primera que pisaría suelo extranjero (sin contar con Portugal), se quedó para lo último. Era un presagio de las que llegarían después. Siempre a última hora. Por delante 30 días de viaje, de vida en Dublín, la capital de Irlanda, el país latino del mundo anglosajón. Fue en un intercambio juvenil.
Me acostumbré rápido a no echar de menos. El viajero siempre debe estar preparado para un “hasta luego”. Solo el clima, lluvioso, frío y antagónico a lo que pasaba en mi Cádiz natal por ese mes de julio, me hacía despertar de un mundo al que me empezaba a enganchar. Me gustaba probar, cosas de las primeras veces, pensé. No podía estar quieto y cada día intentaba descubrir una calle, un bar, un rincón… El mundo continuaba después de los Pirineos. La gente reciclaba. Las personas no necesitaban chillar para comunicarse. El fútbol no era el único deporte que existía sobre la faz de la Tierra para sus conciudadanos. Fueron muchos y gratos descubrimientos.
Cuando me enamoré del mundo…
En buena compañía descubrí un país pero, sobre todo, una nueva forma de vivir. Tal vez, y por eso me hice viajero, me di cuenta que ahí fuera, en ese lugar que muchos llamaban extranjero, había personas que merecían la pena. Ellos y ellas fueron el verdadero motor de mi evolución, de mi cambio. Nadie debe olvidar las primeras veces. Siempre marcan. Desde entonces, sin lugar a dudas, pasé de ser español a convertirme en ciudadano del mundo. Y los viajes se convirtieron en mi pasión, el alma que marca los latidos de mi vida. Aunque muchos no lo entiendan yo me enamoré del mundo. Sí, así como suena.
Mi primera vez: Interrail. Borja de Europeos Viajeros.
Mi primer gran viaje fue en 2010 con uno de mis mejores amigos para celebrar el final de la carrera…un Interrail por toda Europa. Durante más de 2 semanas atravesamos 10 ciudades (Bérgamo, Milán, Verona, Munich, Viena, Budapest, Praga, Berlín, Amsterdam y Bruselas) y 7 países (Italia, Alemania, Austria, Hungría, Rep. Checa, Holanda y Bélgica). Una experiencia la del Interrail que recomiendo a todo el mundo ya sea acompañado o en solitario.
Valen de Puentes en el aire: realizando su «primer gran viaje».
«El despertar del germen viajero». Rafa de Viajes con humor.
Numerosos fueron los primeros intentos o coqueteos con esto del viajar. Mis padres siempre habían tenido claro que unos cuantos días al año teníamos que salir del pueblo para visitar alguna ciudad española o del país vecino Portugal, pero para ellos era algo más relacionado con las vacaciones y el descanso que con descubrir un destino, es decir, éramos muy guiris.
Con los años, algún viaje esporádico con amigos me hizo darme cuenta que existía otra forma de ir a un destino, sin tener que ir guiado por ningún tipo de producto turístico.
Tras el enorme error por mi parte de viajar a Cuba en un viaje organizado como viaje final de carrera y darme cuenta de que estaba en un país mágico, del que me estaba perdiendo su verdadera esencia, decidí que algo tenía que cambiar y ahí llegó Polonia.
10 meses en el país de Chopin, Maria Curie o Lewandowski (para los que no tengan ni idea de quienes son los dos primeros), despertaron en mi la curiosidad por conocer, explorar, empaparme de detalles, preocuparme por la historia de un lugar y de los que vivieron y viven allí, comprender culturas y comportamientos, alejarme de mi perspectiva y mirar con otros ojos, crecer y sentirme mejor persona.
No sé si fue el frescor del invierno del país el que me despejó las ideas, o si se trató del momento justo en el que el germen viajero terminó de despertar tras las experiencias anteriores, pero como diría Piqué: Polonia, contigo empezó todo.
«Mi primera vez», Gloria de El Viaje Me hizo a mí.
Mi primer gran viaje duró un año. Lejos de pedir la beca Erasmus una gran amiga me animó a que pidiera la Beca Iberoamericana. En realidad sólo había salido una vez de España y me invadía tanto el miedo como la ilusión. Menos mal que lo segundo pudo a lo primero y a los 22 años me embarqué en un vuelo transoceánico dispuesta a descubrir una nueva cultura y forma de vida.
México me dio más de lo que nunca hubiera imaginado recibir: hacer autostop, viajar en una combi, perderme por la selva, conocer el desierto y el festival de Guanajuato, vivir las fiestas de los 15 años o aprender a amasar tortillas fueron experiencias que no sólo cambiaron mi forma de pensar, sino también de vivir.
En Colima aprendí que aun estando lejos de la familia (estuve un año entero sin volver a España) hay personas que te abren su corazón sin esperar nada a cambio. Descubrí que la mejor manera de eliminar prejuicios es viajando y confiando en quien tengas a tu alrededor.
Pasé las navidades más calurosas de mi vida. Cuatro amigas y yo nos dirigimos hacia el sur de México y cruzamos la frontera hasta Guatemala. Visitamos las ruinas mayas, una comunidad zapatista, la selva de Chiapas, los cenotes y hasta una de las siete maravillas del mundo, Chichén Itzá.
Después de ese año, ya nada volvió a ser igual. Sueño con volver a México, a mi querida Colima y Villa de Álvarez.
«China», Javi y Ally de Otro Viaje en las Mochilas.
Nuestro primer gran viaje en realidad no fue el primer gran viaje que hacíamos, a ver como lo explicamos… nosotros recordamos como nuestro primer gran viaje el que hicimos a China en Noviembre de 2010. Fue un punto de inflexión, al tratarse del primer viaje que organizamos totalmente por nuestra cuenta, con la mochila al hombro a un país tan lejano y diferente.
Aunque unos meses antes viajamos a Bangkok y Bali por nuestra luna de miel, y aunque tenga que reconocer que fue nuestro primer contacto con Asia y que será inolvidable, se trató de un viaje completamente organizado, sin apenas margen para salirse del programa. A pesar de que fue un viaje genial, nunca más hemos vuelto a viajar de esa forma desde nuestro gran viaje a China. Quizás el viaje a Bangkok y Bali fue el inicio, pero cuando tuvimos claro que queríamos viajar todo lo que pudiésemos fue durante nuestros días en China.
Recuerdo que nos volcamos en la preparación y salió todo genial durante las 3 semanas de viaje. Como iba a fallar nada si Alatiel hasta bajó al chino del barrio con un montón de frases útiles para que nos tradujera… lo típico… “¿dónde está la estación de tren?”, “¿dónde está el restaurante ´familia feliz´” o “ayuda por favor, ¡me ha mordido un perro!” Jejeje… viejos traumas de la infancia.
«Mi primera vez», Alberto de Con un par de botas.
«Mi primera vez», Luis de Los viajes por el mundo.
Casi sin saber idiomas, sin dominar el arte buscar vuelos y alojamientos baratos, sin tener mucha idea de lo que queríamos ver y hacer, nos dispusimos a preparar una mochila con guía en mano y a recorrer parte de Europa en 2003.
Nuestro primer Inter-Rail por Europa supuso un antes y un después en mi forma de ver las cosas. Es que quizás fue el único viaje de mi vida que todo fue improvisado, sin hoteles, sin más idea que la de llegar a Berlín y buscarnos la vida.
Sólo teníamos un billete de ida y vuelta a Berlín y el billete de Inter-Rail comprado. Fuimos visitando ciudades a medida que iban pasando los días. Siempre buscaba trayectos largos y nocturnos en tren, así me ahorraba el alojamiento. Lo mejor de estos viajes en tren es que conoces a gente, a viajeros como tú, que con más o menos experiencia estaban en la misma situación.
Aún recuerdo, a una pareja que conocimos en la estación de tren de Copenhague que sin conocer de nada, auténticos desconocidos, nos regalaron unos billetes en tren desde Colonia a Ámsterdam. Desde entonces descubrí lo grato que es a veces el viajar y me di cuenta que compartir viaje es quizás lo más sensacional que uno pueda hacer en la vida.
Nuestro recorrido por Europa fue espectacular, disfrutando de ciudades como Berlín, Hamburgo, Copenhague, Colonia, Ámsterdam, Frankfurt, Múnich, Viena, Salzburgo, Innsbruck, Zúrich y sus cataratas de Shaffhausen, Straldsun y vuelta a Berlín, sin duda uno de los mejores viajes de mi vida.
«Mi primer gran viaje», Dani Keral de Un viaje creativo.
«Mi primer gran viaje… Como mamá». Montse de Un mundo para 3.
«Mi primer gran viaje», Virgina y Fran de 365 Sábados Viajando.
El primer gran viaje que hicimos fue a India -era nuestra luna de miel- aunque por x razones no fue este el gran viaje que hizo que escucháramos ese clic en nuestro interior. El culpable de eso fue nuestro primer viaje a África subsahariana… Un año después de aquel primer viaje que iniciábamos como pareja, quisimos ser un poco más ambiciosos, y por ello viajamos a Uganda y Tanzania. Aunque es cierto que no lo hicimos por nuestra cuenta, sí que disfrutamos de un viaje muy aventurero y de mochila, en tienda de campaña y sin nada de lujos, fue un viaje a un lugar muy especial y diferente a todo lo que conocíamos hasta el momento. Fue un viaje que nos cambió por dentro y del que nos costó recuperarnos una vez regresamos a casa, era demasiado difícil asimilar todo lo que habíamos vivido… Fue una extraña sensación, pero estando allí sentimos que nuestro hogar era el mundo, y nuestra casa la mochila, desde entonces ya nadie nos paró…
Interrail, Diego de Donde te metes.
Si bien mi primer viaje fue a Roma en el año 2000 con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (sí, esas de andar por la calle con la guitarra cantando “alabaré”), no fue hasta 2004 que me vine a vivir a Barcelona, que tuve contacto con todo lo que había leído hasta entonces en libros de historia.
Como chileno de nacimiento, tener a un par de horas ciudades tan famosas como París, Londres o Berlín, hizo que me empezara a interesar el conocer Mundo, y en concreto la modalidad Interrail, la cual conocí en primera persona enero de 2005 recorriendo París, Londres, Berlín, Zúrich y Roma.
Una mochila con muchos “por si acaso”, un saco de dormir que era casi para cruzar el Polo Norte, pero sobretodo con mucha ilusión, fui haciendo kilómetros y grabando en la retina y en el corazón cada rincón, cada paisaje y cada experiencia de esa primera vez
Destaco que fue la primera vez que sentí y vi nevar, ya que en Chile si bien hay nieve, yo soy de costa y nunca había tenido contacto con ella, y si lo sumaba con estar pisando o tocando monumentos tan famosos, no podía pedir nada más.
Quién diría que sólo un puñado de años después, seguiría sumando experiencias en el alma y sellos en el pasaporte.
«Mi primera vez», Irene de Tragaviajes.
Estrené mi espalda mochilera, no con una mochila nueva, sino con una heredada de David. Ese primer gran viaje como mochilera que jamás olvidaré, por el que todavía suspiro y me emociono al recordarlo, en el que me consagré y se convirtió en el viaje de mi vida… Sí, es ése que muchos ya sabéis, es ineludible no relacionarme con él, lo llevo en los genes y en mi corazón, no es otro que a mi querida Filipinas.
No habíamos puesto el pie en él y ya ese sexto sentido que decimos que tenemos los humanos, nos decía que el viaje iba a ser insuperable e inigualable. Ese primer viaje de mochilera me iba reportar grandes momentos, muchos sentimientos, respuestas a mis dudas y a esas preguntas que siempre me había hecho.
El momento álgido, a excepción del reencuentro familiar, fue aquel en el que, David y una servidora, estando en aquella aldea humilde de Batad, donde se pueden encontrar las terrazas de arroz, decidimos ir a visitar una escuela. Aquellas nueve horas de recorrido en ese bus nocturno que parecía una cámara frigorífica y ese duro trekking habían merecido la pena. En ese aula, donde los niños no superaban los 6 años de edad, supe que quería ser viajera. No os cuento más detalles porque una imagen vale más que mil palabras. Dale al «play» y juzga tú mismo. Ese momento lo podéis ver desde el minuto 6:00 hasta el minuto 6:43.
«Mi gran viaje, el próximo», Maruxaina y su mochila.
Me di cuenta que no quería dejar de viajar, el año en el que no hice ningún viaje. Me resultó eterno y muy aburrido estar tanto tiempo seguido en el mismo lugar, quizá mal acostumbrada por tener una madre viajera que desde pequeña nos contagió este genial vicio. Los planes viajes eran el mejor incentivo para sacar buenas notas, estudiaba pensando en las colonias de verano y los campamentos, en calurosos agostos en León y en nuestros fines de semana en Portugal.
Luego llegaron las primeras escapadas sola y más tarde largas temporadas fuera en las que combinaba trabajos y voluntariados para seguir conociendo lugares. Ese tiempo lejos de casa me parecía cada vez más corto y la idea de hacer la mochila para un viaje sin fecha de vuelta se asentó pronto en mi cabeza.
Y ahí sigue, inmutable y paciente, confiada en que un día ese sueño viajero se cumpla. Mientras disfruto con cada nuevo plan, sigo sintiendo nervios en el estómago la noche anterior al viaje y la misma ilusión al llegar a un nuevo destino. Porque cómo tú bien dices, querida Cosmopolilla, ¡¡Viajar es Vivir!!
«Indonesia en la mochila«, Patri de la cosmopolilla.
Mi primera vez como mochilera fue en la lejana Indonesia. Había hecho otros viajes pero siempre con maleta de ruedas, en Europa, moviéndome en coche de alquiler o trenes de corto desplazamiento. Para mí este viaje supuso un antes y un después. Fue mi primera vez en Asia, mi primera vez en un país musulmán. El impacto fue brutal: los olores, el calor, la gente, el despertar con la llamada a la oración de madrugada… Cientos de kilómetros en autobuses, barcos, improvisando, buscando alojamiento en el momento, todo por nuestra cuenta me dieron para una buena colección de anécdotas y momentos inolvidables. Me sentí más libre que nunca, autónoma. Me divertí, me di cuenta de lo amable que es la gente aún sin entenderte, con una sonrisa permanente y dispuesta siempre a ayudar. ¡Indonesia en definitiva fue la culpable de ser infectada, sin remedio, por el virus viajero!
«No viajamos para escapar de la vida. Viajamos para que la vida no se nos escape».
enmayjose
Nunca te hemos escrito, pero gracias a blog como este iniciamos nuestro blog, y nuestros viajes por el mundo. Da gusto pasarse por aquí en cada actualización.
cosmopolilla
Muchas gracias, comentarios así son los que me hacen seguir escribiendo 🙂