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La triste e increíble historia del delfín suicida: sé un turista responsable

Escrito por la
el
23 noviembre, 2017

Su piel era lisa y brillante, color plateada. Un macho joven, ágil y despierto, de ojos vivos e inteligentes. Un delfín nariz de botella, la especie más sociable y común de estos increíbles cetáceos que habitan el planeta. Silver era la estrella del delfinario desde que, seis meses atrás, lo capturaran en pleno océano Atlántico con una red de la que no pudo escapar. Ese día aciago en que lo separaron de su familia. Su destino: un tanque de varios metros compartido con otros extraños, también privados de su libertad. La sesión de las 9, las 11 y las 13. Foto. Beso. Selfie. «Mira, qué bello, me está sonriendo». «He cumplido un sueño, nadar con un delfín». Primero dejó de alimentarse, hasta casi el desmayo. Pero no fue efectivo: su cuidador le obligó a comer, a la fuerza. Una mañana se acercó al borde de la piscina, despacito. Se quedó inmóvil mucho rato, tratando de no respirar. Y entonces tomó impulso y saltó, un gran salto al vacío, fuera del agua. La función se terminó.

Espectáculo de delfines

Espectáculo de delfines, Fuente: Shutterstock

Viajar y respetar: cómo ser un turista responsable.

Recorremos el mundo. Viajamos. Nos vamos de vacaciones. Nos las merecemos, claro que sí ¿no hemos trabajado bien duro este año? Queremos algo exótico. Una foto en Instagram que sea la envidia cochina de todos mis amigos, mis compañeros de la oficina y los del pueblo también. Sobre todo los del pueblo… ¿Qué tal un viaje a la selva de Tailandia? ¿Puede haber algo más divertido que montar en elefante? O visitar a esas mujeres que se cubren el cuello de anillos dorados hasta casi perder el aliento… Eso son 500 likes, al menos. Subimos a ese avión, cargados de cámaras, baterías extra, no vaya a ser que en la selva no haya enchufes… Rumbo a la aventura del verano. Esa que nos hará muy felices. Sin plantearnos si estamos dañando el entorno, contribuyendo a la rueda de la autodestrucción. Párate. Piensa… ¿Estoy siendo un turista responsable?

Montando en elefante en Tailandia

Montando en elefante en Tailandia, fuente: Shutterstock

Delfinarios, la cárcel acuática.

La historia de Silver se repite cada cierto tiempo, también protagonizada por orcas u otros cetáceos que viven sobreviven en piscinas en régimen de esclavos. Tras los humanos, los delfines son la especie más inteligente: se comunican con un complejo lenguaje, son sociables y viven en comunidad. Tienen conciencia de sí mismos como individuos. Un delfín adulto nada de media al día entre 80 y 120 km por el ancho mar. Cuando los secuestran de su entorno los encierran en piscinas de apenas unos metros en las que son entrenados para trabajar ocho horas haciendo cabriolas y contentando a turistas. La mayoría lo hacen porque están hambrientos: sólo los alimentan durante los shows, a cambio de saltar. Ellos no han elegido estar ahí. Son usados como reclamo para turistas ignorantes que dicen «amar a los delfines». Un delfín en libertad vive unos 40 años; en un delfinario, apenas 20. Nunca llegan a adaptarse. Las crías en cautividad casi nunca sobreviven. Se deprimen y, en casos extremos, llegan a suicidarse. ¿Tu fotografía besando un delfín vale su sufrimiento? Si de verdad amas a los animales ¿Por qué no los respetas? 

Nadar con delfines

Delfinario, fuente: Shutterstock

Avistamiento responsable de cetáceos. 

Yo amo a los delfines. Quiero verlos, sí, pero en su entorno, nadando felices y libres, sin molestarlos. Muchas empresas ofrecen entre sus actividades un tour para avistar a cetáceos en alta mar. Pero no todas lo hacen de forma responsable. En isla Mauricio comprobé con horror cómo una treintena de lanchas perseguían a un grupo de delfines salvajes, rodeándolos y acosándolos, animando a los turistas a saltar al agua para verlos de cerca. En cambio, en Santa Catalina, el Pacífico panameño, donde vi por primera vez ballenas jorobadas, las normas eran muy claras: sólo una embarcación, apagar los motores, mantener la distancia de seguridad de 50 metros y nunca, nunca, saltar al agua.

Ballenas jorobadas en el Pacífico, Panamá

Ballenas jorobadas en el Pacífico, Panamá

Una playa de estrellas muertas.

La fauna marina es maravillosa. Observarla en su hábitat, un regalo. Pero siempre desde la distancia y el respeto. Nunca se debe tocar a los animales. Es increíble la cantidad de fotografías que circulan por Instagram con sonrientes turistas sosteniendo estrellas de mar en el Caribe. Las estrellas respiran por la piel y, al sacarlas del mar, mueren. Tampoco se deben tocar, ya que podemos trasmitir bacterias que acaben de igual forma con su vida. Con tanto guiri irresponsable, la preciosa playa de las Estrellas de Bocas del Toro acabará convirtiéndose en el cementerio de las estrellas de mar.

Playa Estrella, Bocas del Toro

Playa Estrella, Bocas del Toro. Cómo ser un turista responsable: no sacarlas del agua.

Igual sucede con las tortugas marinas. En reservas como Akumal, en la Riviera Maya, recientemente han cerrado el acceso a excursiones. ¿El motivo? Las tortugas se están muriendo o marchando, por el estrés. La crema solar y otros productos químicos que usamos como el repelente de insectos contamina el mar y les afecta directamente, produciendo tumores. Es por ello que en zonas protegidas se está empezando a prohibir el uso de cremas: haz snorkel con ropa o usa protector solar biodegradable, siempre poniéndolo al menos 60 minutos antes de entrar al agua.

Tortugas marinas en Akumal

Tortugas marinas en Akumal, mantener la distancia es fundamental

Es importante leer las normas de todos los parques naturales que visitemos. El ecoturismo está de moda pero por desgracia en muchos lugares no se practica de manera sostenible. Contemplar el desove de las tortugas es una experiencia maravillosa. Pero, si lo hacemos sin guía autorizado, podemos asustarlas y que se marchen de la playa sin cumplir su propósito. La clave es pasar desapercibido: la selva, la playa… Es la casa de los animales. Y tú, un invitado. Compórtate como tal.

Ser un turista responsable: los elefantes «sin alma».

En tierra firme, Sudeste Asiático, los safaris a lomos de un elefante son uno de los grandes reclamos y ejemplos de maltrato animal. Los elefantes son también animales increíblemente inteligentes, de naturaleza salvaje. Para que sirvan como transporte les aplican un ritual conocido como «robarle el alma». Esto es: molerlos a palos hasta que doblegan su voluntad. ¿De verdad queremos contribuir a ello sólo por un paseo? Algunas ONG y centros de rescate los acogen, curan sus heridas, y tratan de que lleven una vida digna tras los años de maltrato. Para mantener el centro, ofrecen a los visitantes la posibilidad de alimentarlos o bañarlos. Hay que informarse bien antes de incluirlo en nuestro circuito de que realmente es un centro de rescate y no un negocio lucrativo.

Tour con elefantes en Tailandia

Tour con elefantes en Tailandia, fuente: Shutterstock

Una foto con el mono, 10 dirhams. 

La primera vez que pisé Marrakech me sentí fascinada por Jemaa el-Fna, su gran plaza, centro de bailes y algarabía. Junto a los puestos de zumos, comidas y cachivaches era imposible no verlos: los encantadores de serpientes. A cambio de hacerla bailar y tomar la foto, 10 dirhams. Observé como un español se hacía una foto con la serpiente y decía que iba a enviársela a su madre, orgulloso. ¿Sería consciente de que les cosen la boca para que no puedan morder? Peor son los monos vestidos de Papá Noel u otras aberraciones, atados con cadenas, sólo para hacerse una foto que constate lo exótico y divertido que es visitar Marrakech. Hacernos fotografías con animales a cambio de dinero sólo contribuye a que los sigan capturando de su entorno y maltratando.

Serpiente en Marrakech

Serpiente en Marrakech

Tres tristes tigres domésticos. 

La red social de contactos Tinder ha pedido a sus usuarios que retiren sus fotos de perfiles abrazados a un león, tigre, o cualquier otro gran felino en actitud complaciente, dentro de un zoológico. Muchos centros que se definen como «reservas naturales» dan la posibilidad al turista de penetrar al recinto de las fieras y tomarse una foto con ellos, ya que están «domesticados». La realidad es que los drogan para que estén en un estado dócil y apacible para que puedan posar para la foto, esa de los 500 likes. Un tigre no es un perro ni un gato. No es una mascota. Su instinto es depredador, aunque haya crecido entre rejas, lo cual también es muy triste. Su sitio es la sabana, no tu perfil para ligar, acompañado de una irónica descripción de «animalista». Si los quieres ver, paga un safari en Tanzania.

Tigre en un zoológico.

Tigre en un zoológico. Cómo ser un turista responsable. Fuente: Shutterstock

El rentable zoológico humano de las mujeres birmanas. 

Pero no sólo son los animales los que sufren, víctimas de malas prácticas que los turistas alimentan. Como contaba mi amigo Rubén y el mundo en su artículo Mujeres jirafa: tu foto, su esclavitud, las exóticas mujeres birmanas que se vieron obligadas a huir a Tailandia tras el conflicto armado, viven en campos de refugiados que han sido convertidos en auténticos zoológicos humanos. Ellas no ejercen libremente: no tienen elección. ya que con cinco años de edad se les coloca el primer aro alrededor de su cuello. Visitando estos campos, estamos contribuyendo a perpetuar su esclavitud.

Mujer jirafa en Tailandia

Mujer jirafa en Tailandia, visitarlas no es ser un turista responsable

Los niños mendigos. 

Es complicado no enternecerse ante un niño que te mira con ojos afligidos extendiendo su mano. En países como Marruecos, Nepal o Indonesia se me acercaban a diario, sobre todo en las zonas turísticas: un templo, el zoco o la Medina. No hay que darles dinero. En lugar de un bien estamos haciendo un mal. Muchos niños son obligados a hacerlo por sus progenitores. Otros, abandonan la escuela porque les resulta más estimulante ganarse unas monedas con los turistas. Si quieres ayudar, haz voluntariado. Hay centros de menores, orfanatos. Compra libros, lápices, material escolar para una ONG.

Niños mendigos en Asia

Niños mendigos en Asia, fuente: Shutterstock

Ser un turista responsable en tu ciudad.

No hace falta cruzarse el mundo para hacer turismo responsable. En España también existe maltrato animal y malas prácticas, como pasear en calesa, participar en romerías donde los caballos sufren y acaban muriendo de sed o agotamiento o montar en el poni de la feria, obligado a girar y girar so pena de látigo.

Calesa en Sevilla

Calesa en Sevilla, fuente: Shutterstock

Ser un turista responsable es cosa de todos. El ser humano puede ser terrible, pero la mayoría de las veces no somos conscientes del daño que provocamos. Se trata de pura ignorancia. Es labor de las autoridades educar en el respeto y el nuestro de concienciarnos para, juntos, construir un mundo mejor.

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18 Comentarios
  1. Responder

    Mascotasymas

    12 noviembre, 2019

    Lo importante es respetar a los animales y su hábitat natural, eso siempre es lo primordial.

  2. Responder

    claudia

    12 mayo, 2020

    Yo creo en el turismo sostenible en todos los aspectos. En cuanto a los animales es muy importante el turismo responsable. La verdad que yo visito zoos por que es una oportunidad de acercarte a ellos pero no lo debería hacer… gracias por este post aporta mucho a la conciencia social

  3. Responder

    Anónimo

    14 septiembre, 2023

    Muy conmovedor tu artículo, muy lúcido y justo; amas a los animales y viajas amándolos y eso se denota en tus imágenes y escritos. Me encanta descubrirte a tí y tu trabajo, me parece una gran fuente de inspiración lo que haces. Un abrazo desde el Pirineo oriental!

    • Responder

      cosmopolilla

      18 septiembre, 2023

      Muchas gracias, amo el Pirineo y a los animales también 🙂 ojalá vaya calando en la conciencia de las personas

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Patricia Rojas
Barcelona

¡Hola! Soy Patri, periodista y apasionada de los viajes. Andaluza de Motril (Granada) desde 2013 escribo en lacosmopolilla.com relatos de lugares y gentes del mundo. En mi web encontrarás completas guías de países y ciudades, consejos para ahorrar viajando, rutas en coche o artículos sobre gastronomía local. ¿Viajamos juntas?

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